8 horas en una cola para comprar un 1 kilo de arroz y con la flebitis abatiendo nuestras piernas, da tiempo para reflexionar sobre la guerra económica y la universidad.
Pese a lo sostenido en los discursos y planes oficiales de todos nuestros gobiernos, la realidad es que como sociedad, despreciamos las actividades agroalimentarias. Este sentimiento nació desde que se creó la carrera de Agronomía en la UCV, justo cuando la élite gobernante optó por el rentismo y la vida urbana abandonando al campo venezolano. 1938 se inició con el desdén oligárquico hacia la creación de la nueva carrera (1). 80 años después seguimos sufriendo los efectos, invirtiendo nuestros ahora menguados ingresos en comprar comida extranjera.
No hay mejor indicador de nuestro desprecio por el campo, que la insignificante proporción de jóvenes que se interesan por estudiar agronomía u otras carreras agroalimentarias. Me acabo de enterar que en el caso de Ingeniería del Azúcar, este año no hubo un solo inscrito en la UNEFA. Pero veamos las cifras (2) más allá de la anécdota: Al comparar los datos entre 1999 al 2013, sobre cuántas personas solicitaron estudiar agronomía como primera opción de estudio universitaria con una carrera como Derecho en la UCV, que sí es muy atractiva, se obtiene lo siguiente:
Mientras Derecho en la UCV oscila entre 3500 y 6500 demandantes por año, Agronomía en cualquiera de las universidades donde se dicta, apenas si llega a un máximo de 600 interesados en los últimos años. En el caso de Ingeniería Agronómica de la UCV, el resultado es bastante desolador y de continuar la tendencia, la Facultad, ubicada en Maracay cerrará por falta de alumnos:
La política pública de los últimos años ha pretendido promover las carreras agroalimentarias creando infinitas variaciones de ellas en cuanto instituto o universidad oficial existe en el país, a la par de declararlas como carreras prioritarias, homologarlas y acreditarlas internacionalmente. Sin embargo, los efectos por volverlas atractivas para los jóvenes, solo se han traducido en magros resultados. Con un 90% de población urbana, el campo venezolano hostil y pleno de carencias y amenazas, no resulta muy atractivo ni para nosotros ni para nuestros muchachos. El esfuerzo para mantenerse con una ocupación allí es muchísimo mayor del requerido por cualquier puesto de trabajo, incluso informal, en alguna ciudad.
Se impone una reflexión y cambio en la dirección seguida hasta ahora si no queremos asistir a la extinción del área de conocimientos más necesitada para salir de la actual amenaza del hambre. Las mismas estadísticas anteriores brindan algunas pistas sobre qué hacer. En los únicos lugares donde Ingeniería Agronómica crece, es en aquellos lugares donde aún predomina la población rural con jóvenes con vocación por el trabajo en el campo: Apure y Portuguesa, tal como se muestra:
La lección es abandonar la absurda política generalista y carente de realismo, la cual solo conduce a frustraciones y pérdidas de recursos, por una especializada, focalizada en frenar la migración del campo a la ciudad, creando condiciones atractivas para que la población rural, responsable directa de la producción agroalimentaria, no termine de abandonar el campo venezolano. En sintonía con el objetivo establecido en el Plan de la Patria de democratizar la propiedad de la tierra, se le podrían ofrecer primero, becas de estudio a los estudiantes y luego, tierras y créditos a los egresados en carreras agroalimentarias para trabajarlas colectivamente o como pequeños y medianos propietarios.
Adicionalmente, frenar la nefasta política de abrir carreras atractivas y no prioritarias, como derecho o administración, en instituciones oficiales en zonas rurales, las cuales solo terminan de desviar el interés de los aspirantes hacia carreras que no repercutirán en el desarrollo local. Es frustrante ver como se han vaciado cursos de carreras prioritarias a favor de carreras atractivas como derecho, administración, informática o comunicación social. Estos errores lo pagamos caro, tanto local como nacionalmente.
La actual discusión universitaria, demasiada centrada en lo reivindicativo-gremial y en la politiquería inmediatista, sigue dejando de lado estos temas, los cuales hoy día, cuando la pomada de árnica resulta inútil para aliviarnos las piernas, no son solo necesarios sino urgentes. Por ello mi llamado a los estudiantes y trabajadores universitarios, así como al pueblo en general, para iniciar el debate sobre este y otros temas relacionados con el futuro de la academia venezolana, por la construcción del conocimiento liberador y por el fin del dolor de piernas colectivo.
(1). Taylhardat, G., & Pacheco, L. (2011). La carrera de Ingeniería Agronómica en Venezuela y su formación ingenieril. El caso de la Facultad de Agronomía, UCV. Ensayos Históricos (23), 1-33. Obtenido de Saber UCV.
(2) Las cifras se construyeron a partir de los datos suministrados por el Programa Nacional de Ingreso de la Oficina de Planificación del Sector Universitario correspondientes a la demanda en primera opción de los procesos de ingreso de 1999 a 2013.