¿Qué es, entonces, la democracia?

Nuevamente las corrientes de opinión se han enardecido en complejas discusiones acerca del sentido social y político de la actualidad venezolana. Cada expositor tiene un objetivo radical: la destrucción del sector que difiere de su planteamiento.

Emitir un criterio, sustentarlo y defenderlo es indudablemente, una de las fórmulas más caracterizadas de las conquistas del pueblo. Es el diálogo de la sensatez contra lo infundado, la dilucidación de los problemas que afectan física y espiritualmente a las masas.

No obstante, se quiere escamotear esa posición jerárquica del pueblo, con impactos que parten oscuramente, de círculos en que se confunden las razones ideológicas con la consecución de ilegítimas ventajas. Por eso peligran los sistemas de justicia al protegerse el imperio de la burguesía por agrupaciones políticas que no vacilan en recorrer las líneas de izquierda, centro y de derecha.

El otro aspecto es más peligroso. Surge de las luchas por el poder, y desvía, también, el sentido estructural del pueblo, al pretender imponer su voluntad en el reclamo de las conveniencias políticas o económicas.

La terrible incomprensión se extiende amenazante sobre la vida institucional venezolana. La democracia es sí el disfrute de la libertad pero no la infelicidad del contrario; ambos tienen derecho a sus beneficios; tampoco es el infundir el sentimiento del miedo para amedrentar la timidez colectiva, es la decisión de defender consciente y valientemente, el postulado del pueblo en que reside la solución de los problemas: la de trabajar en la ciudad o en el campo, cuidar la tierra amorosamente como explicación de la nacionalidad y objetivo de sus luchas, a espalda de las teorías sociales y políticas con sus prometidos paraísos que dejan de esclarecer la interrogación respecto al derecho de su semejante.

Allí está la pregunta y la respuesta que la discusión insensatamente no quiere oír, porque el llamado a la fuerza desvía al pueblo de la calle en las actuaciones de las masas y también al soldado fuera de su órbita constitucional, y a ambos es preciso detener para que no se produzca el tumulto y no se alce la milicia, pues en uno u otro caso hablaría sólo el lenguaje de la frase encendida en las voces fascistas que despedazan la Repíblica.

Es la razón la que ha de impedir el estallido de la violencia, porque la democracia es convivir en medio de todas las formas de expresión manifestadas verbalmente o por escrito, en el dialogo en que Venezuela es el objeto fundamental. De lo contrario allí persistiría con sus incongruencias, la terrible incomprensión, y se proseguiría empujando al pueblo, en esas discusiones, hacia las armas en que ahora parece asentado su destino…

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!


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Manuel Taibo


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