Muchas son las causas atribuibles a la crisis económica sufrida por el país. Por ello, llama poderosamente la atención lo declarado por un alto y calificado funcionario respecto al propósito deliberado de que cada vez haya menos ricos en Venezuela.
Nadie ha osado discutir, en cambio, que cuando la prosperidad impera y mayor número de empleados cuenta con recursos extraordinarios, la actividad económica se fortalece y brinda saludables beneficios colectivos.
Se ha establecido de un modo cierto que la disminución brusca del dinero, o sea la deflación, es negativa para el país. En este sentido y frente al propósito de empobrecimiento aconsejado, se requiere una explicación a fondo de los periodos de prosperidad y depresión que se han sucedido últimamente.
Esto se realizó pese a la desorganización administrativa con vista a la insinceridad de los gastos en que la corrupción, dolo y el fraude anduvieron de por medio personificados en las comisiones y sobreprecios estilizados por los funcionarios públicos. Este impacto, violento y desconcertante, produce a la larga, los inconvenientes económicos y financieros del presente. El crecimiento de los gastos –planes de emergencia y aumento incontrolado de sueldos y salarios– haría crecer la espiral inflacionaria.
Parecía justificarse que el mayor número de los trabajadores y empleados tuviesen ocupación, pero con las variaciones ocurridas el movimiento del dinero produjo el fenómeno de la simultaneidad de situar en la órbita oficial una dislocada inflación al consumir recursos extraordinarios en aquellos propósitos, mientras equivocó su acción intervencionista al pretender una deflación plena en los sectores (pueblo) consumistas. Políticamente se quería satisfacer las necesidades del pueblo con el crecimiento burocrático que haría vacilar la estabilidad financiera del país.
Así se olvidó, ex-profeso, el precepto de que no puede haber normalidad sin el equilibrio del movimiento del dinero ya que esto no puede lograrse si no se evitan las fluctuaciones de la actividad económica, cosa imposible de asegurarse, pues es susceptible de cambiar radicalmente su orientación al faltarle la nivelación indispensable, y esto ha sido, precisamente, lo que ha ocurrido para que se convirtiese la prosperidad convencional en un periodo de depresión, en que los déficits del presupuesto acrecen en vez de disminuir.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!