Sólo se comprende el progreso en cuanto libertando de su riqueza al rico, al pobre de su pobreza y de la animalidad a todos, nos permite levantar la frente al cielo y, aliviándonos de las necesidades temporales, nos descubre las eternas. ¡Sí, todo a máquina, todo con el menor esfuerzo posible; ahorremos energías para reconcentrarlas en nuestro supremo interés y nuestra realidad suma! Pero del progreso real y concreto, que es un medio, hacemos progreso ideal y abstracto, fin e ídolo. ¡Progresar por progresar, llegar a la ciencia del bien del mal para hacernos dioses! Todo esto no es más que avaricia, forma concreta de toda idolatría hacer de los medios fines.
Imagen simbólica de los pueblos que se embriagan con el Progreso, nos ofrece aquel pobre trabajador moribundo que, al ir el sacerdote a ungirle, cerraba la mano, guardando en ella los últimos reales, para que con ello le enterrasen. Con su progreso también se enterrará a los ricos avaros e idólatras del Hado.
¡Hay que producir, producir lo más posible, en todos los órdenes, al menor costo, y luego que desfallezca el pueblo al pie de la monumental torre de Babel, atiborrada de productos, de máquinas, de libros, de cuadros, de estatuas, de recuerdos de mundana gloria, de historias!
¡Vivir, vivir lo más posible en extensión e intensidad; vivir, ya que hemos de morir todos; vivir, porque la vida es un fin en sí! ¡Y, sobre todo, meter mucho ruido, que no se oigan las aguas profundas de las entrañas insondables del espíritu, la voz de la Eternidad!
Si al morir los organismos que las sustentan vuelven las conciencias todas individuales a la absoluta inconciencia de que salieron, no es el género humano otra cosa más que una fatídica procesión de fantasmas que va de la nada a la nada, y el humanitarismo lo más inhumano que cabe. Y el hecho es que tal concepción palpita, aunque velada a las veces, en todos los idólatras del Progreso.
¡La Historia! Todo se nos reduce a aquella fe pagana que se encierra en el verso perdurable de la Odisea: los dioses traman y cumplen la destrucción de los hombres para que tengan argumento de canto los venideros.
A medida que se pierde la fe cristiana en la realidad eterna, búscase un remedio de inmortalidad en la Historia, en esos Campos Elíseos en que vaga la sombra de los que fueron. Perdida la visión cordial y atormentada por la lógica, buscamos en la fantasía menguado consuelo. Esclavos del tiempo, nos esforzamos por dar realidad de presente al porvenir y al pasado, y no intuimos lo eterno por buscarlo en el tiempo, en la Historia, y no dentro de él. Así inclinamos la frente al fatum, al Progreso, tomándole de fin e ídolo, y nos hacemos sus siervos en vez de ser sus dueños. Y el progreso nos tritura como el carro de Yargenaut a sus fanáticos adoradores.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!