Maduro cavila: "Tiene el poder en sus manos, primer objetivo de un político con garra; le corresponde hacer un país que no existe: es el mandato histórico. Antes de hacer, sin embargo, hay que vencer las resistencias que se oponen a su mandato".
—¿Cuáles son ellas? –Se preguntó, para responderse–: las mismas que nos afligen desde hace décadas: los dirigentes de la MUD, a la espera de la menor oportunidad para insurgir contra el gobierno; y la OEA, los Gringos y sus ideólogos, la oligarquía, los mayoristas de la asamblea, suministrándoles el pretexto que buscan para invadirnos. La Asamblea nace, lo que no pasa de ser una falacia, de la verdad popular, y ésta de la simpatía o identificación que las masas tengan con los gritones. El verdadero estadista no debe hacer lo que el pueblo quiera, sino lo que al pueblo convenga. En los países civilizados la brecha existente entre dirigentes y dirigidos es una zanja, en nuestros países es un abismo. ¿Qué es lo que desea el pueblo? ¿Cuál es su voluntad? Lo que desea el pueblo es: casa, comida, educación, trabajo y justicia. El problema donde estriba es en el cómo lograr ese objetivo. Si el progreso de una sociedad depende de la perfectibilidad de su gente base del coeficiente de juridicidad, hija a su vez de una instrucción o de una cultura, ¿qué sucede con los pueblos inmersos en el atraso? El ignorante, al igual que el sabio, hace de su capa un sayo, y en particular si el sabio, por granjearse la simpatía del populacho, robustece sus falsas creencias sobre los derechos y deberes del pueblo.
La oligarquía dicen, que Caracas no es una ciudad, es una aglomeración de campesinos que prefieren zanganear en sus calles bajo la protección de un uniforme, o ejercer profesiones casi mendicantes. Si en todas partes del mundo hay propietarios, cómo a nuestros campesinos se les olvidó agachar el lomo al descubrir mejores destinos, nadie quiere regresar a las faenas agrícolas, a menos que lo hagan como dueño, y como el mejor camino para lograrlo es el de la política, nos encontramos en estos momentos con un campo sin campesinos y con unas ciudades sin ciudadanos.
Toda esa masa harapienta que vive en los tugurios es, sin embargo, pueblo. ¡Pueblo Soberano! ¡Pueblo heroico! ¡Pueblo magnifico y espartano! Pueblo cambiante, que si hoy te aplaude, mañana te abuchea y escarnece. Por más que los sufragios hayan sido siempre una farsa, ese pueblo, en un impenetrable contradicción, da su vida por defender a los que no ha elegido. La lucha política es una verdadera puja de mercaderes, mientras el pueblo les pregunta orondo: ¿quién da más? Este híbrido de la oligarquía y oclocracia es lo que ha conducido al país al desastre. Si quiero mandar y gobernar, hacer algo por Venezuela y por mi gloria tengo que echarle un parado a esta vaina. Tengo que someter a la Asamblea, sin suprimirla, ya que de él mana el principio de la legitimidad.
No hay otra fuente de legitimidad que una Constitución y para que ésta exista requiere una Asamblea, elegida por el pueblo. La corrupción determina la oposición o la evasión de los hombres. La prensa sin mordaza alimenta el descontento, al señalar inmoralidades que no tienen sanción. El venezolano es un pueblo gallardo, que no soporta la injusticia. Los diputados se suben el sueldo, mientras el pueblo se muere de hambre.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!