Destrucción y creación

Pintor nacido en mi tierra,

con el pincel extranjero,

pintor que sigues el rumbo

de tantos pintores viejos,

aunque la Virgen sea blanca,

píntame angelitos negros.

Andrés Eloy Blanco.

Elévanse a diario en Venezuela (el síndrome del acento extranjero), amargas quejas porque la cultura extraña nos invade y arrastra o ahoga, y va zapando poco a poco, nuestra personalidad nacional. El río, jamás extinto, de la invasión de los mayameros, en nuestra patria aumenta de día en día su caudal y su curso, y al presente está de crecida, fuera de madre. Desde hace algún tiempo se ha precipitado de Venezuela; las traducciones pululan que es un gusto; se les entre cierta gente lo extranjero más que lo nacional, y los críticos de más autoridad y público nos vienen presentando literatos o pensadores. Algunos hay que han hecho en este sentido por la cultura nacional más que en otro cualquiera, abriéndonos el apetito de manjares de fuera, sirviéndonoslos más o menos aderezados a la venezolana.

Mas no hace falta conquista, ni la conquista purifica, porque, a su pesar y no por ella, se civilizan los pueblos. La invasión fue dolorosa; pero para que germinen en un suelo las simientes no basta echarlas en él, porque las más se pudren o se las comen las paraulatas; es preciso que antes la reja del arado desgarre las entrañas de la tierra, y, al desgarrarla, suele tronchar flores silvestres que, al morir, regalan su fragancia. Si el arador es un Andrés Eloy, se enternece y dedica un tierno recuerdo poético, una lágrima cristalizada, a la pobre margarita segada por la reja; pero sigue arando y así sus prójimos sacan de su trabajo pan para el cuerpo y reposo para el alma, mientras la margarita, podrida en el surco, sirve de abono.

Lo mismo los que piden que cerremos o poco menos las fronteras y pongamos puertas al campo, que los que piden más o menos explícitamente que nos conquisten, se salen de la verdadera realidad de las cosas, de la eterna y honda realidad, arrastrados por el espíritu de anarquismo que llevamos todos en el meollo del alma, que es el pecado original de la sociedad humana, pecado no borrado por el largo bautismo de sangre de tantas guerras. Piden un nuevo Pinochet "nazi", un gran anarquismo y mantienen la paz armada, fuente de él.

Es una idea arraigadísima y satánica, sí, satánica, la de creer que la subordinación ahoga la individualidad, que hay que resistirse a aquella o perder ésta. Tenemos tan deformado el cerebro, que no concebimos más que ser o amo o esclavo, o vencedor o vencido, empeñándonos en creer que la emancipación de éste es la ruina de aquel. Ha llegado la ceguera al punto de que se suele llamar individualismo a un conjunto de doctrinas conducentes a la ruina de la individualidad, al "puntofijismo" tomado en bruto. Por fortuna, la esencia de éste cuando nació potente fue el soplo de la libertad y la desaparición de las trabas artificiales, de las cadenas tradicionales; aquel "dejad hacer y dejad pasar" que predicaron los economistas ortodoxos traerá la ley natural que ellos buscaban, la verdadera y honda ley natural social, la que ha producido la sociedad misma, su ley de vida, la ley de solidaridad y subordinación. Más que ley natural, es ésta sobrenatural, porque eleva la naturaliza al ideal, naturalizándola más y más. Pero así como los que hoy se creen legítimos herederos del betancurismo porque guardan su cadáver, se alían a los herederos de los que le combatieron, y se alían a éstos para ahogar el alma de la libertad que Chávez desencadenó, así conspiran a un fin los que piden muralla y los que piden conquista. Querer enquistar a la patria y que se haga una cultura lo más exclusivo posible, calafateándose y embreándose a los aires colados de fuera, parte del error de creer más perfecto al indio que en su selva caza su comida, la prepara, fabrica sus armas, construye su cabaña, que al relojero parisiense que, puesto en la selva, morirá acaso de hambre y de frío. Hay muchos que llaman preferir la felicidad a la civilización el buscar el sueño; hay muchos en cuyo corazón resuena grata la voz de la tentación satánica que dice: "O todo o nada".

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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