La crisis que padece Venezuela, perturba con ferocidad la estabilidad emocional del venezolano. Sus causas ya establecidas: guerra económica, falta de producción, descapitalización por la fuga de divisas al exterior, la corrupción y la baja en los precios del petróleo, se han vuelto inmanejables para enfrentar la difícil coyuntura que afecta el país.
Hay que reconocer aciertos y errores en las políticas aplicadas a lo largo de más de dieciséis años de gobierno en un proceso de instauración de novedosos métodos, ideales, nuevos esquemas en el manejo de la economía y el funcionamiento estructural de la sociedad. La población venezolana está sometida a una constante diatriba política en la lucha por el poder entre los dos factores enfrentados, pero además dos visiones en pugna, en una nueva época, nuevo escenario y nuevos actores. Contradicción en la visión histórica, compleja y enrevesada, signada por la confusión en constante variabilidad.
Los ingentes problemas mantienen agobiada a la población, el deterioro de sueldos y salarios por una gran especulación y remarcaje constante de precios, parece llevar a nuestro país a una hiperinflación. La solución inmediata pudiera vislumbrarse con el diálogo.
El gobierno nacional debe en forma urgente dar respuestas a la distribución equitativa de los bienes de consumo alimenticios y otros rubros necesarios. La capacidad adquisitiva de los trabajadores está reducida a niveles preocupantes. La inflación como problema, parece superar el flagelo de la delincuencia. Evidentemente, la situación social y económica en Venezuela, es de manera objetiva, caldo de cultivo para una explosión social y los que adversan la Revolución Bolivariana, saben que exacerbar el descontento popular, puede traer consecuencias de dimensiones incalculables.
El discurso político, el liderazgo bolivariano y el gobierno nacional deben ajustarse a esta nueva etapa del proceso político en la nación. Parece que el tema internacional de la OEA y la aplicación de la carta democrática, interesa a un sector de la ciudadanía, pero no es el eje central para la atención en las mayorías ocupadas de resolver la alimentación familiar. Se está haciendo común en las calles, la discusión y debate de las causas del desabastecimiento de alimentos y lo difícil que es adquirir los existentes por su alto precio.
¿Dónde está la solución? Indiscutiblemente que la respuesta a esta incógnita no es sencilla. Solucionar en corto plazo la producción nacional es difícil pero no imposible, si el estado venezolano propende la motivación al trabajo de la tierra. La improductividad minó los resortes de los planes económicos en la cuarta y la V República. Los recursos legales del revocatorio, elecciones y enmiendas pueden cambiar gobernantes, pero el mal seguirá intacto si no se rompe el viejo concepto de rentismo, que en gran medida, ha detenido el progreso nacional y ha deteriorado profundamente la calidad de vida del venezolano. Los programas sociales del gobierno bolivariano, se debilitaron precisamente por la disminución en los precios petroleros, y por no haber construido modelos alternativos de producción que disminuyeran la dependencia de la renta del petróleo.