Hablar más y hacer menos. Éste es un diagnóstico que se amolda a la experiencia. Las razones por las que un grupo social, o el pueblo entero, pueden permanecer en la desmovilización a pesar de una mala situación social, económica o política, son multicausales. Algunas ya han sido citados, de modo transversal. Hay otras que son novedosas y tienen que ver con el desarrollo del pueblo de la información, tal y como ésta se va ordenando. Hay un discurso dominante que afirma que Internet, la sociedad digital y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) –que son tres formas prácticamente idénticas de decir lo mismo– contribuyen a mejorar la calidad de la democracia y tienen efectos movilizadores per se: Internet como ortopedia social. La experiencia indica que no tiene por qué ser así. Una sociedad sin respeto conduce de modo irremediable a la sociedad del escándalo. O al fascismo.
Todos estos ejemplos de colaboración popular en la reconstrucción de un territorio afectado por la guerra o el desastre siguen un mismo hilo conductor: la gente afirma que no solo se trata de reconstruir sus casas, sino también de curar sus heridas psíquicas, su trauma personal. Es perfectamente lógico. La experiencia de sufrir un gran shock se resume en el sentimiento de absoluto desamparo. Frente a fuerzas de incalculable potencia, los padres son incapaces de defender o salvar a sus hijos, los cónyuges se pierden el uno al otro, y los hogares, el lugar de protección por antonomasia, se convierten en trampas mortales. La mejor forma de superar esa indefensión consiste en ayudar, en tener derecho a formar de superar esa indefensión consiste en ayudar, en tener derecho a formar parte de un proceso de recuperación colectivo. <
Los esfuerzos de reconstrucción aquí descritos representan las antítesis del complejo ethos del capitalismo del desastre, con su búsqueda perpetua de la tabla rasa y las páginas en blanco sobre las cuales diseñar nuevos modelos de Estado. Como las cooperativas agrícolas e industriales latinoamericanas, son por naturaleza fruto de la improvisación, y emplean las herramientas oxidadas que están a mano, que no estén rotas, que no hayan desaparecido, en suma. A diferencia de la fantasía del Arrebatamiento cristiano, esa eliminación apocalíptica que permite la huida etérea de los verdaderos creyentes, los movimientos de renovación locales se basan en la premisa de que no podemos escapar de los terribles desastres que nos asolan y que a veces creamos con nuestras propias acciones. Postulan que ya ha habido bastante eliminación, de la historia, de la cultura y de la memoria. No se proponen hacer borrón y cuenta nueva, sino más bien hacer acopio de todos a partir de ellos. A medida que la cruzada corporativa prosigue su violento declive, aumentando el dial del shock para reverberar por encima de la creciente resistencia que se oponen a su paso, estos proyectos señalan el camino a seguir entre fundamentalismo de distinto cuño. Radicales únicamente en su intenso sentido práctico, arraigados en las comunidades en las que viven, estos hombres y mujeres se consideran meros reparadores, tomando lo que encuentran y arreglándolo, reforzándolo, haciéndolo mejor y más equitativo. Sobre todo, hacen acopio de resiliencia. Para cuando llegue el próximo shock.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!