Después de tres o cuatro días tomando antibióticos, "del que se consiga", para combatir una infección urinaria calificada "severa" por un médico, me ha dado por dormirme con facilidad. Esto es más extraño, si se trata de un tipo insomne, nada más y nada menos, porque es hijo de dos carajos que casi nunca dormían. Por eso, esta historia toda que contaré es extraña, pues aconteció a una hora que nunca, en estado normal, me duermo, menos si estoy concentrado viendo algún programa de televisión que me interese. Y esto complicado, enredado y extraño, sucedió mientras escuchaba a Ernesto Villegas, este lunes pasado, haciendo sus "7 preguntas" a Jesús Farías. Verdad y sueño parecen enredados o mejor mezclados. ¡Vaya usted a saber!
En una de las preguntas, no recuerdo cual, porque entre el dormirme y despertarme estaba sin control de las cosas, Ernesto inquirió a su entrevistado, acerca del panorama económico y especialmente sobre el asunto inflacionario y la política cambiara, lo que parecían varias preguntas en una.
Justo cuando Farías decía que el gobierno había parado y hasta hecho retroceder al dólar paralelo, pues su DICOM tenía una como sustancia que hacía que ambas referencias se atrajesen; así fue diseñado, el primero se paraba y hasta bajaba pero el otro subía, como intentando ponérsele parejero; no es que la moneda nuestra se devaluase y tomase el camino que le corresponde en la economía real, ni el de Santiago de Compostela a pedirle clemencia al santo; de lo dicho por Farías, como dormido y despierto, creí entender que entre el dólar paralelo y el oficial estuviera operando aquello de los extremos se atraen; pues el paralelo, según Farías, se para y retrocede o baja, algo como el caminar de Chencha, y eso por el férreo marcaje del dólar DICOM, que sube para que aquél baje, me quedé dormido y empecé a soñar. No sé si por efecto de los medicamentos o el enredo de la explicación que me aturdió o "embarbascó", para decirlo a lo Simón Díaz.
Estaba en el aeropuerto de Maiquetía, eran las tres de la tarde, el vuelo había sido anunciado para las 5 y antes, para abordar el avión, mi compañera y yo, debíamos hacer los trámites pertinentes. Cuando me proponía hacerlos, un viejo amigo que llegaba de….no sé dónde, se me apareció de pronto, me estrechó entre sus brazos y lo hizo sin que supiese yo, al principio, de quién se trataba. Todo fue de improviso. De inmediato iniciamos una conversación propia de viejos amigos que llevan años sin verse. Mi compañera, como es habitual en ella, aprovechó para darse una escapadita y mirar lo que el tiempo le permitiese.
Le conté, sin que me lo preguntase, que iba a Paris a darme una vueltita. Sin parar un segundo, le hice saber mis planes. Pasearé de noche por el Sena, en un sentido y otro abordo de esas grandes barcazas donde los turistas se envinagran y escuchan su música predilecta. Y los violinistas alrededor de nuestra mesa llena de cuanta cosa uno desee. ¿Y el pago? ¡Eso que importa! Venimos de la Venezuela saudita, la misma de siempre que sueña en dólares.
Al escuchar esta palabra, no sé si fue del sueño o de la tele, por boca de Farías, escuché a este decir; "Sí, el dólar DICOM subirá, pero de pronto, cuando uno menos lo espere, pero sí los amos del capital, comenzará a bajar y el paralelo seguirá la misma ruta". "¡Eso, escrito está!"
-"Pues si amigo del alma que tantos años llevaba sin verte". Al día siguiente, tomaré el tren, me bajaré en la estación que aquí tengo anotada y a pocos pasos de allí, entraré al "Maisón o Le Bar de la Huitre", ese que está ubicado en Montparnasse, y estaré hasta la noche comiendo ostras, mariscos y hasta jaibas inmensas, más grandes que aquellas que comíamos en la "Playa de Castillito" en Cumaná, con el mejor vino de la casa. ¿Dólares? Llevo bastante, ¿acaso no somos lo que somos y no dejamos de ser, un país rentista? ¿Quién nos quita lo bailao?".
Fue la palabra dólar, otra vez mencionada en mi sueño y en la entrevista de Farías. Pues este, justamente en ese instante, explicaba a su entrevistador que al subir el DICOM, bajar de su pedestal al "Today", inmediatamente los inversionistas caerían sobre nosotros como "zamuro a podrío". De donde saqué la pregunta, entre las brumas del sueño, ¿entonces los inversionistas no llegan porque el dólar DICOM está aún muy bajo y ellos nos esperan en la subidita? Según Farías, con la llegada de esa catajarria de inversionistas que esperan que el DICOM suba, para que luego baje a un nivel, que él no tiene idea cuál es, aquellos sí, vendría un aumento inusitado de la producción. ¡Qué maravilla! ¿Por qué no lo hicimos antes? Aunque disguste, preguntaré: ¿De quién es la culpa?
Escuchando ese cuento me volví a dormir, lo supe porque al mirar de lado y lado me vi frente a mi viejo amigo en el aeropuerto internacional de Maiquetía; un poco más allá, sin alejarse mucho, mi compañera repasaba las vidrieras; miraba precios para no dejarse especular en París. En ese momento dije a mi amigo:
El tercer día en París lo pasaremos en el museo del Louvre. Con tres emparedados, prefiero escribirlo así a la española y no con el horroroso anglicismo nuestro, cada uno; dos botellitas de agua gasificada, todo en la cartera, como si estuviésemos bachaquenado; entraremos y como sabremos hacerlo, estaremos sólo en dos salas. Cambiar de puesto cada cierto tiempo después observar las obras del maestro seleccionado. Es bueno así. Se aprende. No consumiré tiempo en la Sala Da Vinci, para ella requiero otro viaje; además la dama más bien parece que lo observa a uno. Recorrer medio museo o peor, todo en uno o dos días nada deja. Sólo el simplismo de decir estuve allí. Además, hay que aprovechar bien los dólares que se pagan para entrar a aquel espacio admirable.
¡Otra vez! La palabra dólar, en mi sueño y trasmitida desde el televisor me conectó con la entrevista de Villegas.
-"¿Con esa inusitada entrada de dólares qué esperan ustedes suceda en la economía?"
Esa pregunta, como es natural, se la formuló Ernesto Villegas a Farías. Por cierto que no dejó de llamarme la atención, pese mi modorra, el estar de un lado y otro, que el entrevistador dijo "ustedes"; un como tomar distancia. Claro, hay que entender que Villegas hace de periodista y los buenos como él deben ser cuidadosos en los detalles.
Tuve dudas. Claro, segundos antes estaba a punto de abordar un avión a París. Pensé que por la pregunta de Villegas, la forma de hacerla, se refería a un brinco inesperado que había dado el mercado petrolero o un "acuerdo" con respecto al arco minero. Pero, Farías me puso en el sitio exacto. Se trata de la "macolla" de dólares que entrará cuando el DICOM suba, luego baje y llegue al punto que él desconoce, siendo alto jefe de la economía y pana burda de quienes planifican y manejan las finanzas. Pero el punto existe y a él se llegará. ¡Sólo lo saben los inversionistas!
Quedé dudando, pues me pareció, viniendo de Farías y el Comando Estratégico de la Revolución Socialista, como demasiado ajustado a eso que llaman "la Real Politiqueé". Nos quiso sacar del cuento del socialismo, esto me lo dijo un amigo, yo quizás estaba dormido, pero nos echó otro que si no es bello, por lo menos no tan dramático como lo que ahora vivimos.
-"Bueno", comenzó a responder Farías, "casi al mismo tiempo, como si corriesen en pareja y agarraditos de las manos, la producción se elevará por las nubes".
Con aquel anuncio o premonición, me volví a dormir, esta vez, como si me hubiesen dado un mazazo. Regresé al aeropuerto y dije a mi amigo, "pues sí, todo eso y más haré en Paris". Hasta recorreré aquellas calles y rincones oscuros donde cantó Edith Piaf, "La Alondra de Paris", iré a la Coupolle, sitio predilecto del García Márquez joven y sus amigos latinos, españoles y franceses. Y entraré a los bares donde acudían Picasso, Jean Paul Sartre, André Bretón y sus amigos. Claro, eso me costará muchos dólares, porque al verle a uno, llegado de Venezuela, se acercará gente ansiosa de saber y beber conocimiento. Y cuando a uno le ven y le saben venezolano, pareciera que los billetes verdes, del dólar, inundaran el ambiente.
Con la "puta" palabra, me volví a despertar, justo cuando Farías remataba sus respuestas a las "7 de Villegas", diciendo "y entonces así, todos los precios se vendrán abajo y el salario del venezolano flotará y el bolsillo y la cabeza de cada uno de nosotros sentirán que sueñan, pero estarán en la pura realidad".
Esta vez, me dormí de verdad y al volver al aeropuerto, me percaté que hablando con mi amigo que hacía años no veía, se me pasó el tiempo, llamé a mi compañera que vino presurosa y sólo para mirarnos la cara con tristeza; el avión ya había tomado vuelo.
No sé si por la desilusión o por el fin de aquel drama, me volví a despertar y escuché cuando Farías le decía a Villegas, "esto no es sueño, es la más cruda realidad, nuestros cálculos no fallan; eso sí, sentémonos a esperar que ese día llegará".
"Mi amor", me dijo en ese momento mi compañera, "te toca la pastilla. Es la única que queda y todavía falta una caja que no se consigue por ninguna parte".