Nos habíamos hecho el firme propósito de olvidarnos de la política y de todo lo que se relacionara con ella. Pero hay cosas que francamente lo sacan a uno de sus cables, que le hacen perder por completo la ecuanimidad y la compostura. Y una de esas cosas es la forma tan alegre y tan poco racional como este gobierno de políticos improvisados juega con el destino del país, o sea, con el de la paaatriiiaaa. Por ejemplo, en estos días el señor Maduro declaró que ninguna de las empresas expropiadas o estatizadas se les volverían entregar a sus antiguos dueños. Y esto lo dice Maduro como si esas empresas en manos del gobierno fueran un ejemplo de producción, productividad y eficiencia. Como si estuvieran mejor en manos de este gobierno dilapidador, incapaz e ineficiente que en manos de sus dueños. Agroisleña, San Simón, La Gaviota y otras que han corrido la misma suerte, son la mejor expresión de esta política. Sin embargo, lo de Agroisleña , cuya escandalosa situación pudimos conocer a través de un reportaje de Eleazar Díaz Rangel, y que como dijimos no es muy distinta a la de otras empresas expropiadas, es algo que "clama al cielo". ¿Qué ha dicho el señor Maduro acerca de la quiebra de esta empresa altamente productiva hasta que el gobierno le puso la mano y de los hechos de corrupción que dieron al traste con la misma? Nada. Lo que hace suponer que avala y apoya todas las escandalosas irregularidades que allí han estado ocurriendo. El que callla otorga.
Por consiguiente, lo que se ha ocurrido con esas empresas no son un ejemplo de nada. Más bien son un anti-ejemplo de lo que debe ser una empresa bien administrada. Ya que si por casualidad fueran un ejemplo de algo, sería de lo malo que funcionan las empresas en manos de gobiernos tan recontra-incapaces y tan irresponsables como estos.Porque como todo el mundo lo está viendo, o peor aún, sufriendo, aquí no funciona nada que esté en poder del gobierno. Pareciera como si fuera un fátum o una ineludible fatalidad o maleficio, que hace que todo lo que el gobierno toca y que esté funcionando a las mil maravilla, de inmediato lo inutiliza, lo echa a perder y lo convierte en una pesada carga para la nación. Los servicios son una prueba concluyente de esto, al punto de que si se hiciera una encuesta acerca de si se deberían privatizar todas las empresas del estado, con excepción de los chavistas desmelenados, fanáticos e inconscientes, que cada vez, por cierto, son menos, el ciento por ciento de la población aprobaría por aclamación, excluyendo por supuesto la CANTV, la medida. Porque en esta gente se da la grotesca paradoja de que mientras más hablan de socialismo, más lo niegan con sus actos. Lo cual , si se quiere, es lo más natural, ya que no otra cosa podría esperarse de quienes no tienen ni la más remota idea de lo que es este sistema. De allí que, al desacreditar al socialismo con sus acciones, de hecho en lo que han devenido haya sido en los mejores propagandistas del neo-liberalismo.
Por ejemplo, cuando Chávez llegó al gobierno la Siderúrgica del Orinoco estaba funcionando tan bien, que arrojaba dividendos tanto para los empresarios como para el país. Sin embargo, Chávez, para demostrar que el suyo era un gobierno socialista, la estatizó. Lo primero que ocurrió fue que la nómina, que operaba con un personal suficiente, se vio aumentada en una cantidad irracionalmente elevada. Y no sólo eso, sino que para ganarse el respaldo político de los trabajadores y justificar el calificativo de presidente obrerista, no había demandas salariales y otros beneficios laborales, por exageradas y extravagantes que fueran, que de inmediato no fueran satisfechas. Con el nefasto resultado de que los costos de producción, como tenía que suceder, se vieran abrupta y significativamente incrementados. No es necesario poseer un vasto conocimiento de economía para saber que cuando los costos aumentan, si no se aumentan los precios, las utilidades y beneficios de las empresas disminuyen o cuando no éstas quiebran. Y esto fue lo que ocurrió, porque al incrementarse los costos y no poder aumentar el precio de sus exportaciones, las ventajas comparativas y competitivas de las que tan ampliamente gozaba la empresa, se perdieron, y con esos factores también se perdió el mercado internacional, único mercado posible para nuestros productos siderúrgicos.
¿Que se debió hacer? Un buen criterio estrictamente gerencial, un criterio patriótico que tomara más en cuenta los intereses del país por encima de otros intereses, recomendaba si no cerrar la empresa, por cuanto eso significaba dejar en la calle a miles de trabajadores, entonces privatizarla de nuevo. Pero no fue esto lo que Chávez hizo. Este señor lo que hizo, privilegiando sus desmedidas ambiciones políticas y buscando aumentar su popularidad, una vez producida la quiebra fue estatizarla, echando sobre los agobiados hombros de la nación una carga tan pesada, que difícilmente ésta la podía soportar sin que se resintiera gravemente. De manera que esta política de expropiar empresas rentables y echar a la calle carretadas de dinero a través de aumentos indiscriminados de sueldos y salarios, pensiones y otras dádivas, ha sido una de las causas que más han contribuido a la inestabilidad financiera del país y, especialmente, a las continuas devaluaciones que, desde entonces, no han cesado de producirse en desmedro del bolívar.
¿Ahora, qué tiene que ver con el socialismo esta política de Chávez aplicada a la Siderúrgica y otras empresas? Por supuesto que nada. Es más, no hay nada más contrario al socialismo que esa política. Porque siendo la eficiencia y la rentabilidad las características fundamentales de este sistema, es imposible que en el mismo puedan existir empresas quebradas y de muy baja rentabilidad. De haber sido así, la Unión Soviética jamás hubiera logrado el asombroso grado desarrollo que llegó alcanzar, pese a las descomunales dificultades que tuvo que sortear. De suerte, que pudiera decirse que el desempeño del chavismo al frente del gobierno nacional, ha sido la negación más rotunda del socialismo. Y lo confirma la reciente decisión de Maduro de aumentarles el salario a los trabajadores de la Siderúrgica en un 20 por ciento, es decir, el 20 por ciento a unos trabajadores cuyo rendimiento y productividad es menos CERO (-0). Y esto ,en el marco de una alarmante caída de los precios petroleros. ¿Cómo va a hacer para dar cumplimiento a esos aumentos? ¿De dónde va a sacar el dinero para satisfacer ese gigantesco compromiso laboral? Bueno, lo que siempre han hecho ante los déficit de caja: devaluar o poner a trabajar la maquinita de hacer billetes. Con el agravante, de que cualquiera de estas dos salidas que se adopte, tendrá un poderoso impacto negativo en la inflación, y un indeseable efecto distorsionador sobre toda la economía, pues contribuirá a profundizar aun más los profundos desajustes que se observan en ella. Con lo cual será el pueblo, ese pueblo al que demagógicamente viven rindiéndole pleitesías de los dientes pa'fuera, el que fatalmente terminará pagando los platos rotos por quienes carecen de toda calificación técnica, incluso ética, para estar al frente de un país. Una vez más los intereses políticos y personales se han impuesto a los de la paaatriiiiaaa.
Pero lo que verdaderamente asombra de esta gente es que en lugar de recoger, sacar de circulación una gigantesca masa de dinero para tratar de establecer de nuevo el equilibrio entre algunos factores de nuestro proceso económico, masa de dinero o liquidez que ha sido la causa fundamental de todas las distorsiones y trastornos que afectan gravemente el mencionado proceso, lo que hacen es todo lo contrario: vuelven a insistir en los mismos errores que, con motivo de la fatídica derrota sufrida el 6D, habían prometido solemnente y hasta jurado por todos los santos rectificar, es decir, repartir dinero como si fuera confeti. Lo que hará que el sueño de ver recuperado nuestro país de la terrible pesadilla que estamos viviendo, sea sólo eso: un sueño, una ilusión, una cara aspiración imposible de alcanzar, porque la perspectivas, dado la tozudez suicida de esta gente, no son nada alagüeñas que se diga. En este sentido, no dudamos que la salida del gobierno de Pérez Abad, la única cabeza pensante y bien organizada que había dentro del actual equipo gobernante, ha tenido por causa la actitud torpe e inconsciente que los jerarcas del gobierno han mantenido en relación con los productores del país.
Pero ¿quién es Pérez Abad? Este compatriota forma parte de la burguesía criolla, una burguesía que a diferencia de la intermediaria, como la representada por Consecomercio, por ejemplo, asume valores como la independencia, la soberanía, el desarrollo económico y la industrialización del país. Y lo hace mucho más firmemente que quienes dragonean de patriotas y revolucionarios, y que con sus extremismos y torpezas no hacen otra cosa que hacerle el juego a los enemigos del país. La cabeza visible de este sector fue Alejandro Hernández, con su consigna "Compre venezolano", y del cual hoy forman parte también empresarios como los criadores de cerdos, Empresarios por Venezuela, Belandria, Fedeindustrias y otros que, en vista de las desastrosas "políticas puestas en práctica por los aprendices de brujo, se han retirado para profundizar el peligroso aislamiento en el que en estos momentos se encuentra el gobierno de Maduro.
De tal manera, que sólo a los que desconocen la dinámica de nuestro proceso productivo se les podía ocurrir el colosal disparate en el que han incurrido: pensar que ese proceso productivo pudiera existir sin la participación de la empresa privada. Que el gobierno, que más inepto no puede ser, pudiera sustituir estas empresas en la prometeica tarea de producir los bienes y servicios que la sociedad necesita para su normal funcionamiento. Esto lo decimos, porque también Maduro, hace poco, volvió a reincidir en algo en lo que ya antes había estado incurso. En esa oportunidad, Maduro expresó que él no pactaría jamás con la burguesía. De esto hace como dos o tres años. Por lo que ya es tiempo de preguntar: ¿cómo han ido las cosas desde entonces? ¿Se ha recuperado la economía con ese pronunciamiento? ¿Ha desaparecido el desabastecimiento y los productos abarrotan los estantes? ¿Se ha detenido la inflación y los precios muestran una marcada tendencia hacia la baja? Y en cuanto a la calidad de vida del venezolano, ¿se ha estado recuperando? ¿Se vive en estos momentos mejor que cuando Maduro dijo lo que hemos mencionado, o sea, que él no pactaría con la burguesía? Y en relación con la recesión, ¿se ha detenido la tendencia hacia una caída más pronunciada de este indicador? ¿Por supuesto que nada de esto ha estado ocurriendo. Todo lo contrario, el deterioro de la situación general del país, incluyendo su crédito internasional, no podría ser más calamitosa y menos propicia para el optimismo y la esperanza. Pues nada hay que nos haga concebir la idea de que pronto podremos salir de este caos generalizado, un caos que nos arrastra irremediablemente hacia una colosal tragedia nacional.
Ahora, si esto es así, si nada de lo que se ha hecho para revertir la alarmante situación ha dado resultado y evitar el indetenible viaje a la catástrofe definitiva, ¿por qué entonces no se rectifica? ¿por qué no cambiar de rumbo? ¿Que derecho tiene el señor Maduro de complicarle hasta la desesperación la vida a los venezolanos, y complicárselas además en aras de teorías exóticas, foráneas, que como el socialismo, por no haber llegado todavía su tiempo, aun no ha prendido en ninguna parte? Si fuera verdad que pensaran en esta patria, a la que, de paso, viven manoseándola impúdicamente, debía dejarse de buscar atajos y tratar de llegar a un acuerdo mínimo con el empresariado y con sus organizaciones gremiales a fin de conjurar una crisis que amenaza con arrastrarnos a todos hacia un abismo de imponderables y trágicas consecuencias. No se hace nada de esto, no se rectifica ni se cambia de rumbo por la simple y sencilla razón de que al frente del país están los extremistas de izquierda, los ultrosos, esos a quienes se les puede pedir cualquier cosa menos sensatez, racionalidad y sentido común. Y aquí no podemos menos que lamentar la suerte de nuestro país cuyo destino, al parecer, no podrá ser otro que desenvolverse siempre entre los extremismos de derecha e izquierda. Y en cuanto a la situación del país, Presidente, permítame que se lo diga por si no la conoce: es grave, gravísima. Y no es retórica, porque si es verdad que no estamos padeciendo una hambruna generalizada, también es cierto que no estamos muy lejos de ella, porque en ese camino andamos.
Entre extremismos te veas...Dios nos agarre confesados