Para celebrar la Libertad
no me voy de asueto
ni me quedo mirando
los aviones boquiabierto.
Para celebrar la Libertad
canto, río, bailo, sueño.
Caracas. 3 pm. 5 de julio de 1811. Por dos días el encendido debate se había prolongado hasta altas horas de la noche. Uno a uno fueron cayendo los argumentos más conservadores. La voz de la prudencia y las invocaciones a la calma fueron vencidas por la razón patriota. Cada palabra insurgente rompía un pedazo de historia colonial. Cada palabra salida de un corazón libertario agrietaba un muro de trescientos años de obediencia imperial. La erudición revolucionaria de Miranda, el ultimatun del Coto Paul, el ímpetu juvenil de Bolívar, entre muchos otros, fulminaron para siempre el miedo a la Libertad. terminados los derechos de palabra, el Presidente del Congreso anuncia que llegó el momento de la votación.
– Los que estén a favor de que permanezcamos bajo el amparo y protección de la corona española, representada por su Excelentísima Majestad Fernando VII, levanten la mano.
Tras unos segundos de tensa expectativa, un solitario brazo con sotana se alzó en el amplio salón. A falta de quien lo secundara, el dueño del brazo terminó excusando su verguenza argumentando que tan sólo lo hacía por fidelidad al deseo de sus electores.
– Los que estén a favor de declararnos independientes de la corona española y de cualquier otra dominación extraña a las provincias de la Confederación Americana de Venezuela representadas en este Congreso, y constituirnos en una República libre y soberana, levanten la mano.
Un puñado de patriotas alzaron la mano de inmediato y sus adversarios recién derrotados en el terreno filosófico, jurídico y político, no encontraron otra salida que anotarse en el bando independentista. Secundando el gesto de los republicanos, tímidamente se fueron alzando las manos, una a una, hasta completar cuarenta. Así fue como se logró, hace casi 200 años, la declaración de independencia absoluta de las primeras siete provincias de Venezuela.
El mayor mérito no fue del Congreso sino de la Sociedad Patriótica. Esta organización, conformada por hombres y mujeres libres de conciencia, logró doblegar, a fuerza de voluntad y valentía, el orden tricentenario. Eran jóvenes en su mayoría, procedentes de diversas clases sociales, con auténtica ascendencia popular, que se propusieron lograr la independencia total y adoptar el régimen republicano. Fue Miranda su mentor. Era el de mayor edad y experiencia, el de mayores luces, el de mayor cultura política. Era el ideólogo de la unidad y de la libertad. El padre de esa primera República Latinoamericana.
Al grito de ¡Viva la República! Y con Miranda a la cabeza, salieron los patriotas a celebrar el día más feliz de quien pasó toda la vida consagrada a un solo ideal. El mismo tricolor que cinco años atrás fue ignorado por sus compatriotas y quemado por sus enemigos, ese día lucía resplandeciente en las manos de su creador. En cuestión de segundos el pueblo se sumó a la manifestación espontánea que llenó de júbilo las calles y plazas de la Capital. Nadie lo previó de este modo, pero fue el mejor desagravio que el pueblo de Caracas pudo darle al temerario del Leander, al solitario de la Vela. Fue una fiesta que también estaba dedicada al hombre que se atrevió a izar otra bandera, y que se atrevió a disparar los primeros cañonazos contra el imperio colonial. Fue una gran fiesta para celebrar la recién nacida Libertad.
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