Crónica del 13 de abril de 2002

¡Pana! ¿dónde queda esa tal Orchila?

Hoy mi deber era

cantarle a la Patria

alzar la bandera

sumarme a la plaza.

Silvio Rodríguez


Nunca olvidaré el sonido de aquel murmullo profundo que comencé a escuchar cerca del mediodía desde mi casa. No se parecía a nada que yo hubiese escuchado antes y no lograba atinar de dónde venía. Cuando me asomé por la ventana vi la autopista Francisco Fajardo, a unos doscientos metros, y no pasaba ningún carro. Pero el extraño murmullo retumbaba y se hacía cada vez más fuerte…

De pronto apareció ante mis ojos una multitud que avanzaba desde Caricuao y Antímano en dirección hacia el Centro, ocupando todos los canales de la autopista. Llenaban cuadras enteras y por un largo rato seguían pasando. Ahí fue cuando pensé ¿Y qué carajo hago yo aquí? Luego supe que al mismo tiempo algo similar estaba ocurriendo desde La Vega, Propatria, Petare, 23 de Enero, Catia… Nadie les había dicho a dónde ir, pero miles y miles de personas caminaban sin retorno hacia Miraflores.

Ante la cacería desatada por los golpistas el día anterior, los líderes revolucionarios habían tenido que ocultarse para resguardar la vida y hasta se rumoraba que ya habían matado a varios. Ni siquiera teníamos medios para convocar a nadie. Fue una intuición colectiva que desde los cuatro puntos cardinales avanzaba hacia el mismo lugar en una marcha indetenible de pueblo infinito.

Conforme avanzaba el día se desmoronaba la dictadura más efímera de la historia universal. Aterrorizados por aquel gigantesco “murmullo de pueblo” que desde tempranas horas rodeaba Miraflores, los traidores de la Patria huyeron en desbandada. Recuerdo claramente esa angustiosa alegría reprimida cargada de esperanza que horas más tarde reinaba en el centro de Caracas. Pero Chávez continuaba secuestrado y hasta que no apareciera sano y salvo nadie se atrevía a cantar victoria.

Ante la desinformación mediática no se sabía muy bien lo que estaba pasando pero todos tenían claro dos cosas: Que el Presidente no había renunciado y que estaba secuestrado. De pronto corrió como pólvora el rumor de que lo tenían en la Orchila...  Nadie estaba dispuesto a regresar a su casa hasta ver a Chávez con sus propios ojos o, por lo menos, saber que se encontraba a salvo. Que la Patria se encontraba a salvo. Era la hora del pueblo.

Como las 7 pm. yo iba en una moto por la Av. Urdaneta con mi viejo amigo Néstor Perlaza cuando nos detuvo aquel hombre extendiéndonos los brazos en señal de que nos detuviéramos. Se aferró al volante de la moto y nos miró directamente a los ojos…

Nunca antes vi un hombre que pareciera más pobre. Era extremadamente delgado y le faltaban varios dientes. Su cara era de hambre vieja, su estampa era una sombra medieval. Y como si fuéramos su última esperanza nos preguntó:

- ¡Panas! ¿dónde queda esa tal Orchila? ¿Por qué no vamos hasta allá para rescatar a Chávez?

Nunca vi más amor, más esperanza y más valor que en ese hombre desesperado. Posiblemente ni cédula tendría. Posiblemente ni habría votado nunca. Pero en ese instante decisivo él habría dado gustoso lo que le quedaba de vida a cambio de la de Chávez. Para aquel hombre y otros miles de hombres y mujeres que ese día caminaron toda la ciudad hasta llegar a Miraflores, sus vidas tendrían sentido si servían para que Chávez pudiera seguir viviendo y seguir gobernando. Aquel fue el poderoso Ejército que ganó esa gigantesca batalla. 

Con un nudo en la garganta, sólo alcanzamos a responderle con certeza y con ternura que no se preocupara. Qué Chávez estaba a salvo y que en cuestión de horas estaría de nuevo con nosotros. Que no hacía falta que fuéramos a buscarlo porque unos militares ya estaban organizando el rescate. Se lo dijimos como quien revela un secreto muy valioso, como si lo conociéramos de toda la vida. Y el pobre gran hombre, con lágrimas en los ojos, nos dio las gracias. No tuvimos valor de decirle que la Orchila quedaba lejos y que tampoco se podía llegar en moto. Habría sonado como excusas insignificantes. 

Nunca más volví a ver aquel hombre. O si lo vi seguramente no lo reconocí. Pero estoy seguro que donde quiera que esté hoy está mucho mejor que hace 10 años. Por eso seguiremos luchando, como dice un querido amigo, hasta que Chávez se haga Pueblo y el Pueblo se haga Chávez. Como ocurrió aquel glorioso 13 de abril de hace 10 años.    

proleander@gmail.com



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Manuel Bazó


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