Vocación suicida o el paraíso perdido

Yo creo -y me perdonan por favor el yo- que lamentablemente a esto se lo llevó quien lo trajo; que hasta aquí al actual orden político lo trajo el tren; que no existe ni la más remota posibilidad de que éste pueda seguir manteniéndose vigente por mucho tiempo más. Pero además de eso, también creemos, muy a nuestro pesar, que a los enemigos del país no se les poedrá impedir que se aprovechen de este colosal descalabro para llegar al poder y desde allí terminar la obra de demolición nacional iniciada por estos gobiernos surgidos a raíz del 4F. Veamos por qué

Aquí todo el mundo está consciente, porque también todo el mundo está sufriendo sus nefastos efectos, que la crisis que en estos momentos sacude al país de pies a cabeza ha entrado en su fase terminal; que de no apelarse a una terapia digamos radical o de shock, que de no abandonarse el tratamiento a base de placebos y demagogia, la paciente Venezuela estará indefectiblemente condenada, ante la mirada indolente de sus gobernantes, a colapsar y sucumbir, a perecer devorada por la acción implacable de la corrupción, la incapacidad y la desidia.

Como dijimos, aquí todo el mundo está enterado del angustioso drama que los venezolanos estamos viviendo en estos momentos. Sin embargo, aunque parezca increíble, hay una excepción nada honorable, por cierto. Se trata de quienes por encontrarse divorciados por completo de la realidad, de quienes por estar viviendo en un mundo absolutamente ficticio, en el que los deseos se confunden con realidades, no se han dado cuenta de eso. O peor aún: porque enajenados como están por una extraña y curiosa patología, sufren una aguda y disparatada inversión de la realidad. Lo malo lo consideran bueno y lo bueno lo consideran malo.

Una de estas personas que viven en un mundo completamente distorsionado, en un mundo de fantasía que sólo existe en su imaginación, es nada menos que el presidente Maduro. El presidente, cuando se pone a hablar de Venezuela nos dibuja un panorama tan idílico, tan rosado y risueño, que nos hace evocar inevitablemente a la Arcadia, región de la antigua Grecia donde reinaba la prosperidad, la paz y la felicidad más completas. En esa región del Ática todo era tan perfecto, que no existía ni podía existir nada que alterara ni por un momento la armonía y tranquilidad de sus habitantes. Todo era dicha y felicidad . O para decirlo como el título de la película italiana: todo era pan, amor y fantasía.

Este es el mundo donde Maduro cree que estamos viviendo los venezolanos en estos aciagos momentos. Para Maduro, no hay problemas actualmente en Venezuela. Para él todo eso que se dice en relación con desabastecimiento, alto costo de la vida, inflación, pésimos servicios y otras plagas que mantienen en una angustia permanente a los habitantes de este país, son puras habladurías de sus adversarios políticos, pura chismografía barata, porque según él, repito, vivimos en el mejor de los mundos posibles, en un mundo esplendoroso y paradisíaco.

Esta es una actitud realmente preocupante. Porque ella nos indica que los problemas que vive nuestro país, que no sólo son muchos sino que además son de una gravedad inaudita, no podrán tener solución. Y la razón es muy sencilla, porque el primer requisito para que un problema pueda ser solucionado es reconocer que existe. Si no se reconoce que el problema existe, pues la lógica nos indica que no se le podrá dar ninguna solución. Es como para que una persona pueda morirse. Para que esto pueda ocurrir, se necesita que esa persona esté viva, si no está viva es imposible que pueda morirse. Ahora, como hemos visto, para Maduro no hay problemas en Venezuela. De allí que no haya tampoco dificultades que superar ni políticas que rectificar. Por lo que debemos prepararnos, porque esta crisis, debido a esa actitud panglossiana, lamentablemente va para un rato largo.

Ahora bien, para que una persona preparada pueda darse cuenta de los problemas económicos que en esto momentos afectan al pasís, no es indispensable que tenga que enterarse directamente de las lamentaciones ni de las airadas mentadas de madre de la gente por no poder encontrar los alimentos y por el alto costos de los mismos. No, para enterarse de la situación social de un país en un momento dado, no es necesario escuchar personalmente las maldiciones de la gente, aunque para un gobernante democrático no estaría demás hacerlo. Para eso, para que un gobernante pueda obtener una visión confiable de lo que desde el punto de vista económico y social ocurre en el país, puede valerse también de mecanismos técnicos tan eficientes como el índice general de precios e indicadores como la inflación, por ejemplo. Estos le suministrarán una información tan fidedigna y exacta de la situación del país como si la estuviera palpando directamente con sus propias manos -valga el pleonasmo..

Y en Venezuela, con una inflación del 200 por ciento -la más alta del mundo- no pudiera decirse que la situación sea tan maravillosamente buena como la pinta Maduro en cada una de sus intervenciones públicas o televisivas. La situación, por el contrario, es tan grave como nunca lo había estado. Y es grave, porque sin llegar a la hambruna, hay mucha gente, como lo proclama a voces esa inflación, a la que le está costando cada vez más alimentarse como Dios manda. Y no porque este fenómeno social, el hambre, sea exclusivo de Venezuela, ya que hasta en los Estados Unidos, todavía primera economía del mundo, se observa esta siniestra calamidad. Sino porque mientras en ese país el hambre es el producto de un modelo económico en decadencia, aquí es el resultado de las malas, pésimas y absurdas políticas económicas. Las cuales han tenido entre otros graves defectos el hecho de que las mismas jamás han existido. Por lo que, lo que orienta la acción del gobierno es la improvisación y el optimismo más desenfrenado y sin fundamento.

Las dificultades por las que atraviesa el país en esta coyuntura son tan notorias y evidentes , tan reales y contundentes, que es materialmente imposible poder ocultarlas o escapar de ellas. Estamos seguros de que a mucha gente le está resultando ya sumamente extraño, por no decir que hasta sospechoso, el comportamiento del Presidente. Porque como nos dijera hace poco un tipo en relación con ese comportamiento extraño del primer magistrado nacional. Este sujeto nos dijo: "si yo fuera un mal pensando -me expresó- estaría convencido de que Maduro le está haciendo el juego deliberadamente a la oposición".

Y por qué dices eso, le respondí no sin un cierto asombro.

"Sencillamente, porque desde que llegó a ocupar la primera magistratura los únicos que se han beneficiado con su nefasta gestión de gobierno han sido los que hipotéticamente debían ser sus adversarios políticos". Y agregó: "porque si yo fuera presidente y quisiera permanecer en el gobierno, en lugar de estar enmascarando la realidad, en lugar de hablar acerca de la maravilla que es este país, cosa que nadie cree, por suuesto, estaría hablando de los problemas y de lo que estaría haciendo para resolverlos". De allí que, aunque parezca paradógico, el mejor aliado, el más efectivo y leal que ha tenido no el pueblo sino la oposición es Nicolás Maduro Moros".

Por supuesto que esa sospecha es si se quiere por demás absurda y extravagante. Aunque no, hay que decirlo, carente por completo de fundamento. Ya que es indiscutible que la aplastante victoria alcanzada por la oposición en los comicios del 6D, se produjo sobre los escombros de toda una estrategia gubernamental que plantea unas metas y objetivos falsos. Y para probarlo, veamos lo que hablábamos en un artículo que, por no haber podido llegar a su destino, no se pudo publicar. En ese artículo titulado "El azúcar de Maduro", nos referíamos a las graves deficiencia que venía presentando una de las misiones banderas del gobierno como lo era nada más y nada menos que Mercal.

En el 2014 decíamos lo siguiente: "En un acto público Maduro informó que el precio del azúcar estaba a 2 bolívares el kilo. Como nos llamó poderosamente la atención esa información, nos fuimos al día siguiente a una panadería cercana a mi casa para corroborar lo dicho por el Presidente. Encontramos el azúcar, pero no a 2 bolívares sino a 12. Como pensamos que estaban especulando, nos dirigimos a un abastos y también la encontramos a ese precio. En este mismo lugar nos dijeron que en la única parte donde podíamos conseguir ese rubro a 2 bolívares era en los mercales. Nos fuimos entonces a uno de esos expendios gubernamentales que, entre paréntesis, sólo abrían una vez a la semana, y nos informaron que efectivamente allí, cuando les llegaba, se vendía la azúcar a 2 bolívar el kilo. Les pregunté si la tenían y me dijeron que en ese momento no. De esto hace ya dos años, y desde entonces el precio del azúcar y de otros artículos de primera necesidad no han hecho más que crecer, al punto de tener en estos precisos instantes el precio de 1700 bolívares el kilo. Y todo este acelerado incremento de precios sin que el gobierno haya movido un sólo dedo para detener esa desbocada escalda del costo de un rubro tan esencial como es el azúcar. Para justificar este explosivo y desmesurado aumento de los precios, el gobierno ha apelado a la excusa de la guerra económica. Sin embargo, por muy cierta que sea esa excusa, la cuestión es que con excusas nadie puede comer.

Debemos confesar que no nos complace para nada lo que hemos tenido que expresar en las líneas anteriores. Y si lo hemos hecho ha sido con la peregrina e ilusa esperanza de hacer reflexionar al presidente Maduro y a quienes lo acompañan en funciones de gobierno; de hacerlo cambiar actitudes y estrategias que por torpes, por tan contrarias a la razón y al bue juicio, para lo único que han servido, como lo hemos visto en el caso del azúcar, es para agravar los problemas hasta lo indecible. Una conducta que por insensata, le puede salir muy caro no sólo a él mismo sino también al país, el cual desde hace ya algún tiempo viene sufriendo las nefastas consecuencias de su terquedad y de sus excentricidades ideológicas. Por eso hemos utilizados términos como insensato. Porque sólo a un insensato se le podría ocurrir seguir utilizando en sus actividades diarias, métodos y estrategias de trabajo que han resultado en un completo y rotundo fracaso. Y es esto lo que, sin tomar para nada en cuenta a la población, ha estado haciendo el Presidente. Insistir en unas políticas y en una confrontación con los sectores productivos del país, que han provocado, en su conjunto, el actual desastre nacional. Ojalá, aunque nos parece inútil pedírselo, que comprendiera lo extremadamente dañino que para el pueblo y la democracia ha estado resultando esa confrontación y se abriera a un diálogo fecundo con quienes tienen el control de la producción en sus manos. Es lo que espera el pueblo de quien tiene el destino de treinta millones de personas en sus manos

NOTA: A pesar de nuestras continuas denuncias, persiste el problema del grave problema del agua en Maracaibo. Un racionamiento de siete días, estando los embalses repletos del vital líquido, es excesivo.



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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