El que sufre no tiene derecho a ser pesimista

No es posible ni necesario analizar toda la larga serie de palabras y escritos de Chávez. Chávez es un espíritu de primer orden que merece plenamente ser estudiado, estudiado y asimilado. Entre otras muchas cualidades, poseer la de estimular el entusiasmo y poner las ideas en movimiento. La tarea esencial del crítico consiste en atraer la atención del pueblo; a poner de relieve los pensamientos y las expresiones más notables, a fin de que el pueblo pueda fácilmente formarse una idea de la obra, de su carácter filosófico. Aquí el trabajo se hace tanto más difícil cuanto que Chávez procede por pensamientos destacados; afortunadamente, cada uno de ellos tiene un espléndido valor.

La moral utilitaria de la burguesía no tiene éxito con el pueblo. La finalidad de la moral utilitaria consiste en procurar al pueblo tanta felicidad y tan poco dolor como sea posible. Pero ¿no podría imaginarse que la felicidad y el dolor estén entremezclados de tal manera que el que desea el sumun de felicidad se encuentra obligado a aceptar cualquier precio cierta cantidad de dolor?

Se ve que la burguesía trasplanta la cuestión moral superior sin tener en cuenta que las desgracias más bajas y más comúnmente extendidas, tales como el hambre, la miseria física y el trabajo agotador y ruinoso no facilita ninguna felicidad como rescate. Y si es verdad que hay que comprar caro todo placer, no es seguro que todo dolor quede interrumpido y compensado con un placer vivo.

Fiel a sus tendencias aristocráticas, ataca después a esta proposición predilecta: Tanta felicidad como sea posible para el mayor número posible. Evidentemente, el ideal consistiría en crear la felicidad de todo el pueblo. Siendo esto imposible, se ha recurrido a la fórmula citada. Pero ¿por qué felicidad para el mayor número? ¿Por qué no todo también para los mejores, para los más nobles, para aquellos que posean más genio? Porque nos está permitido preguntarnos si la pequeña felicidad y el bienestar generalizados son preferibles a esta desigualdad de fortuna cuyo aguijón obliga sin cesar a la cultura a que se eleve.

Se nos enseña el desinterés: Ser moral significa ser desinteresado. Y es bueno serlo —se dice—¿Qué significa la palabra bueno? ¿Y bueno, para quién? No para el que se sacrifica, sino para el prójimo. Al alabar la virtud del desinterés, se preconiza una cosa que es un bien para el pueblo. Y el pueblo que quiere ser amado con desinterés no es a su vez desinteresado. La contradicción fundamental de esta teoría de los deberes consiste en que recomienda un sacrificio del yo en provecho de otro yo.

Esto parece ser el imperativo de la naturaleza, que, por cierto, no es categórico; que no se dirige a los individuos…—la naturaleza no se preocupa de los individuos—, sino a los pueblos, a los estados, a las épocas enteras, a las razas y aun a la humanidad entera.

He aquí un hombre que ha sufrido grandes contrariedades, y asimismo la observación con que expresaba respecto del pueblo: "Si las huellas de nuestro sufrimientos pasados quedan grabadas hasta en las facciones de nuestro rostro, ¿qué de extraño tiene que todos los resultados de nuestros esfuerzos presenten los mismos vestigios?"

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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