Iniciando el mes de octubre, nos sorprenden los resultados del plebiscito en la hermana República de Colombia, el domingo 2 de octubre, con una final de fotografía, en la cual la opción del NO se imponía por escaso margen a la opción del SI a los acuerdos de paz firmados en La Habana, entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc-EP.
Aun cuando desde Venezuela haremos todos los esfuerzos por impulsar la paz como elemento central de los procesos de integración en la región, y teniendo claro que de acuerdo al principio de no injerencia y de respeto a la autodeterminación de los pueblos, los asuntos de Colombia lo resolverán los colombianos, nos permitimos hacer algunas precisiones de los factores que incidieron para arrojar tan decepcionantes resultados para la causa de la paz.
En primer lugar, hubo exceso de confianza y desde el primer momento en que todas las encuestas otorgaban una sólida ventaja al SI sobre el NO, se pensó que con los actos y la publicidad era más que suficiente para garantizar la victoria del SI. No hubo en los territorios el despliegue casa por casa en las grandes capitales ni los equipos de campaña explicaron con claridad el alcance de los acuerdos de paz al pueblo colombiano.
Los resultados finales de 50,21% a favor del NO y 49,78 por el SI, establecen una diferencia de menos de 60.000 votos entre una opción y la otra, evidenciaron una alta votación por el NO en los centros urbanos de mayor densidad poblacional, en los cuales no se sintió el rigor de los combates, mientras que triunfó el SI en las zonas rurales, de menor cantidad poblacional y donde el fuego de la guerra afectó las familias y cobró la vida de unas 220.000 personas, con las consecuencias de los llamados efectos colaterales, desplazados de facto y alta movilidad de unos seis millones de colombianos, que han perdido la esperanza y que se han acostumbrado como sociedad a los avatares de la guerra.
El hecho de desarrollar fuera del país un largo proceso de negociación que duró 4 años, alejó de la cotidianidad a los negociantes y al pueblo organizado colombiano, el cual estuvo ausente y no se crearon los espacios de participación directa y protagónica, para que el documento de 297 páginas recogiera el consenso de todos los sectores de la muy dividida y lastimada sociedad colombiana.
El largo conflicto armado que estremeció en sus cimientos la sociedad colombiana desde la operación Marquetalia hasta nuestros días, abrió profundas heridas que difícilmente van a cerrarse de la noche a la mañana y no se resuelven solo con el acto de pedir perdón. Son procesos de reconocimiento y de ir asimilando progresivamente niveles de responsabilidad, perdones, reconocerse y respetarse, son procesos que llevan tiempo y se van acercando en la medida en que se actúa con responsabilidad y profunda convicción cristiana.
Al asumir que en un conflicto armado de más de medio siglo el estado colombiano no pudo derrotar militarmente a las Farc-EP, implica un reconocimiento tácito de que todo este acumulado militar-político y financiero pueden ser utilizados por las Farc-EP para lograr por la vía electoral, lo que no lograron conseguir por la vía militar: tomar el poder.
Este hecho fue utilizado por los laboratorios de guerra de cuarta generación del Departamento de Estado norteamericano, para infundir miedo y terror al pueblo colombiano, asociando la victoria del SI con la entrega del gobierno a las Farc-EP.
Otro factor de peso que incidió en los inesperados resultados, es el hecho de registrarse una alta abstención de 62% de la población colombiana, que castigó la mala gestión y baja popularidad del gobierno de Santos, quien llamó a votar por el SI y que recoge por si sola la poca voluntad del pueblo colombiano y que, por el contrario, cuenta con un mayor entusiasmo a nivel internacional.
En un proceso electoral plebiscitario, siempre se habla de perdedores y ganadores. A todas luces, el gran perdedor es el pueblo colombiano, víctima del conflicto y los ganadores, sin lugar a dudas, son el senador Uribe Vélez, la oligarquía colombiana, su partido Centro Democrático, quienes estaban fuera de los acuerdos de La Habana y ahora serán protagonistas en la etapa post acuerdo. Igualmente, el presidente Santos quien a pesar de liderar el Si, contribuye indirectamente al propinarle la primera derrota electoral a la FARP-EP y su figura sale fortalecida con el premio Nobel de la Paz, negociado con las autoridades Noruegas, actuantes desde un principio como garantes de los acuerdos de paz.
Más allá de los efectos climatológicos, las erradas estrategias y el empuje que significa el Premio Nobel de la Paz a Santos y que también debieron otorgárselo a Timochenko, se impone una reingeniería que incluya al ELN y el movimiento popular colombiano en tierras Gran Colombianas y que haga más creíble y posible la paz de Colombia y de toda la patria grande; eso sí, libre de bases militares e injerencia extranjera.