Moral del esclavo

En el fondo de más de una reivindicación moderna de justicia, resuena un tono de rencor y de envidia plebeyas. Inconscientemente, más de un sabio moderno de extracción modesta o humilde ha concedido un sentido y un valor desproporcionados a ciertas reacciones morales: odio, envidia, rencor y deseo de venganza, que se producen en los que han sido subyugados por mucho tiempo.

Ni por un instante se preocupa la burguesía del estado social durante el cual la venganza desempeña un papel sólo de derecho penal, porque la venganza sangrienta no es la expresión del odio del siervo contra el señor, sino una cierta noción del honor entre iguales. Ser detiene únicamente ante la oposición entre una casta directora y una casta servil. En cada ocasión manifiesta su resentimiento contra las doctrinas que hoy han tornado indulgentes a los amigos del progreso ante los instintos plebeyos y circunspectos, y hostiles con las almas de los dominadores. Pero el rasgo distintivo de su personalidad; su parte irrazonable e instintiva se revela, sobre todo, en el contraste siguiente: en tanto que no se tiene más que desprecios y sarcasmos con la casta o clase subyugada, con la moral del esclavo, nacida en el rencor. La burguesía saborea con deleite el goce de dominio de la casta superior, la atmósfera de salud, de libertad, de rectitud, de veracidad en que vie. Defiende o excusa sus abusos de la fuerza. La imagen que esta casta se forja de la casta esclava está para la burguesía lejos de ser tan falsa como la manera como los esclavos se representan a los señores.

Ni siquiera se puede hablar en serio de las verdaderas injusticias cometidas por esta casta. Porque no existe justicia ni injusticia en sí. En sí, el hecho de perjudicar al pueblo no constituye una injusticia, no puede constituirla, no siendo la vida misma en su esencia, en sus funciones primordiales, sino destrucción, explotación, reducción a la nada. El derecho no podrá constituir nunca más que un estado de excepción, es decir, una restricción impuesta al instinto esencialmente vital cuya finalidad es la potencia.

Le parece que pensar en un mundo en el que tuvieron que pensar en un mundo en el que cada uno estuviera satisfechos con la única condición de llegar a salvar su vida. Pero la palabra "vida" no es más que la expresión de un mínimum. En sí, la vida no quiere sólo la conservación del individuo, sino también la reproducción, y, en principio, es precisamente una "voluntad de potencia". Así, es evidente que no existe diferencia principal entre la fórmula nueva y la antigua, pues la lucha por la existencia conduce, ineluctablemente a la lucha de las potencias y a la lucha por la potencia. Desde este punto de vista, el derecho es un medio en la lucha de las potencias. Pero como absoluto, como un medio contra la lucha en general, sería un principio hostil a la vida, destructor del porvenir del pueblo y del progreso.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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