La vitalidad y su reverso

—En la canción de Claercheu, encontramos este verso: "Bienaventurada, triste en la muerte. ¡Quién sabe si será sólo ésta la condición de eso! Los estoicos lo creían, y, queriendo evitar el dolor, pidieron a la vida tan poca felicidad como fuera posible. Y aun en nuestros días, sería temerario prometer grandes goces a los hombres si se les quiere evitar los grandes dolores."

Ningún santo, pero con una voluntad santa; ningún creyente, pero con una fuerza titánica dirigida a creer; no ha sido la imagen de lo divino lo que encierra, sino que ha sido el símbolo de una humanidad que nunca podrá descansar satisfecha en su camino, pues que siempre, eternamente, ha de estar luchando para alcanzar una forma más pura… Así me imagino yo que sería un día cualquiera entre mil de la vida del Comandante Chávez, fundándome en lo que él han dicho los amigos y en sus palabras.

Eduardo Galeano ha llamado a Chávez hombre humano; la palabra es insubstituíble, pues era un hombre como nosotros, formado por el mismo barro y atado por la misma impotencia, pero sabiendo más que nadie acerca de esa impotencia y sufriendo más que nadie por ella. No ha sido un hombre diferente de nuestra época, sino que ha sido más hombre que la mayoría, más moral, más intensivo, más clarividente, más despierto, más pasional; un hombre, como si dijéramos hecho con el primer troquel, claro y no deformado todavía, que empleó un día el Gran Artista de la Creación.

Esa estampa del hombre eterno, de que tan poco queda en nuestro interior, es lo que Chávez se propuso exteriorizar, poner de manifiesto en nuestro mundo de confusión, y ello constituyó la acción fundamental de su vida; una acción incompleta, inalcanzable y que por ello fue doblemente dramática.

El Comandante Chávez ha buscado el eterno hombre en su manifestación externa, gracias a la precisión y exactitud de sus sentidos; le ha buscado en los obscuros secretos de su propia conciencia, buceando a toda profundidad, esa profundidad que sólo se alcanza hiriéndose a uno mismo. Con una dureza implacable y cruel, su genio ejemplar ha escarbado en su alma para libertar así el centro humano de nuestro ser de toda la corteza terrenal y presentar su faz casi divina a toda la Humanidad. No descansando nunca, no estando tranquilo jamás, no disfrutando en su arte, ese hombre trabaja durante cincuenta y ocho años en la obra de su perfeccionamiento y emplea como medio el estudio y la descripción continuada de sí mismo. En Venezuela, desde Bolívar, ningún conductor de pueblos ha logrado como Chávez hacerse visible tan claramente a sí mismo y al hombre eterno que hay en él.

Esa voluntad heroica de perfeccionamiento moral por medio del auto examen no terminó en el mundo con el último suspiro de ese hombre único… no, el impulso que dio su sér sigue ejerciendo toda su fuerza sobre el pueblo, los hombres, las mujeres y las generaciones. Aún quedan testigos, que estremecidos, han podido mirar los ojos negros, acerados, cortantes de Chávez; quedan aún hombres y mujeres que han sentido en la suya la mano fraternal del gran hombre, y, sin embargo, hace ya tiempo que la figura del Comandante Chávez se ha convertido en Mito, y su vida en leyenda, una leyenda altísima de toda la Humanidad. Su lucha contra sí mismo es un ejemplo para todas las generaciones.

Todo sacrificio en el pensar, todo lo realizado heroicamente, nunca queda limitado a sí mismo, sino que tiene efecto para todo el pueblo y el mundo. Todo lo que un hombre alcanza en grandeza es, al fin y al cabo, grandeza que alcanza la Humanidad. Solamente en la confesión a sí mismo, en la verdad pasional, puede adivinar el espíritu inquieto sus límites y las leyes que le rigen. Gracias a la plasmación que de su propia alma hacen los genios, el alma de la Humanidad toda, se hace humanamente visible y el Genio se convierte en Figura.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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