Hace poco se celebró el día del niño. Los niños, claro está, requieren cuidados especiales durante más de un día al año si se pretende que lleguen a la adolescencia, luego de lo cual, tras sobrevivir ambas etapas, quizás se conviertan en ciudadanos decentes y útiles.
Desde luego no tengo nada contra los niños, pero mi escala de preferencias se basa en el sistema inglés donde los seres más venerables son los gatos, seguidos por los perros u otras mascotas, para continuar con los ancianos y descender en orden cronológico hasta llegar a los infantes, los cuales se toleran como una suerte de mal necesario.
En Venezuela, como se sabe, no somos suizos y tampoco ingleses. Aquí el día del niño se celebra a todo trapo, obsequiándoles peroles absolutamente innecesarios, cada uno más costoso que el otro. En propiedad se trata del día del niño rico, pues los niños pobres siguen en la misma peladera, en especial si se trata de niños de la calle.
Ignoro si son los “Chicago boys”, los estrategas neoliberales o los propios capitalistas salvajes quienes cada año inventan más días especiales, destinados a provocar rebatiñas consumistas y rebosar a más no poder las cajas registradoras.
Desde luego ningún miembro de la sociedad civil puede pasar por debajo de la mesa la fiesta de San Valentín, convertida en día de los enamorados, a menos que haya hecho voto de castidad o intente ser célibe de por vida. Ni se diga el día de la madre, cuyo olvido constituye una ofensa abominable. El día del padre no es lo mismo, pues los varones no le paran al asunto; no obstante las hijas gastan por ellas y sus hermanos. El día de la secretaria equivale a los matrimonios colectivos efectuados en la secta del reverendo Moon, con regalos, almuerzos multitudinarios y amanecer en moteles de carretera.
Por mi parte, para contribuir a la reactivación económica del país, considero que debe decretarse el día de la esposa, seguido del día del esposo un mes después. Entre uno y otro se puede intercalar el día de los amantes, exclusivo para celebrarlo con el cónyuge de otra persona.
Otra festividad especial podría ser el día de la menopausia, éste se festejaría una vez al mes, para recordar las épocas en que debían comprar toallas sanitarias y otros artilugios parecidos. Los regalos apropiados incluirían vitaminas y píldoras de calcio.
Finalmente, para contrarrestar las fiestas patrióticas, se podría instituir el día del apátrida. La fecha sería apropiada para agradecer los subsidios de la NED, la CIA y demás gobiernos extranjeros.
augusther@cantv.net