Visita de nuevo al Libertador

La emigración a Oriente: El 6 de julio de 1814 debería ser considerado como uno de los días más trágicos de la venezolanidad. Ante la proximidad de José Tomás Boves y de su poderoso ejército, el Libertador propone a los caraqueños huir hacia Barcelona.

La emigración se puso en marcha el 6 de julio. A las cuatro de la mañana, y bajo una lluvia fina y pertinaz, veinte mil caraqueños, en su mayoría mujeres y niños, salieron hacia Oriente.

(Muchedumbre que avanza, Caballos al paso. Arrastrar de carretas. Doble luctuoso de las campanas. Tres salvas de cañón acompañadas y en tercer plano. Toque de cornetas en la lejanía.

Todo es miedo y confusión. Más de sesenta leguas a través de caminos que no existían, esperaban aquella ingente muchedumbre. Escenas desgarradoras se producían en los portales de las casas. Con ojos llorosos, madres viejas y enfermas veían partir a sus hijos y a sus nietos.

Nadie haba. Todos llevan rostro de cera y mojados. (Cañonazo en la lejanía) Un cañón retumba. Es el cañón del San Carlos. (Otro cañonazo más próximo) Casi al instante le responde el de San Roque. (Cañonazo primer plano) por último, el de la Plaza Mayor. (Repetir los tres cañonazos) Desde las cuatro de la mañana y cada cuarto de hora, los tres cañones atronan el Valle. Cuando callen, significará que la columna fugitiva ha salido definitivamente de Caracas.

En la Plaza Mayor, rodeado del Cabildo eclesiástico, el Arzobispo imparte su bendición a los que huyen. En aquel momento, pasan entre sus manos los vecinos de Catedral: a su derecha, esperan los de Santa Rosalía; hace poco, partieron los de San Pablo. En la Catedral el Miserere resuena pavoroso. La llovizna arrecia. Cinco caballos repican sus cascos sobre las losas húmedas.

Un largo cordón de gente pasa desde la Plaza Mayor hasta la Floresta, donde los árboles hacen paraguas copudos. Hace dos horas camina aquel ejército en derrotas. La multitud gime. Hay personas que jamás en su vida han caminado una legua. Una matrona obesa le pregunta a un viejo saltarín: Dime una cosa, Jesús María, ¿Barcelona, queda muy lejos?

Viejo: (Burlón) Ahí mismito, no más…

Caballo al paso, el Libertador va al frente de la emigración. Su mirada tiene rabia, pero es taciturna y afiebrada. Todavía resuena el canón, quiere decir que aún no han salido de Caracas.

A las siete de la mañana la ciudad se queda desierta en sus aledaños. El Libertador, hace media hora que no resuena el cañón. Son las siete y media; que el Señor se apiade de los que no quisieron venir con nosotros.

En la medida que salía de Caracas los últimos emigrantes con el ejército de retaguardia, constituido por 500 hombres, los realistas se entregan al saqueo. A las diez de la mañana Bolívar alcanzó los cerros de la Urbina. A todo lo largo del valle cordoneaba la muchedumbre. A las seis de la tarde llegaron al pie del cerro los últimos eslabones de la gigantesca oruga. A las dos de la madrugada la Emigración de Oriente se puso en marcha hacia su destino.

Los ancianos y los niños son los primeros en sucumbir. En un claro de la selva cuatro ancianos postrados por la fatiga yacen en medio de la maleza. Hace más de una hora que se fueron los últimos soldados del ejército libertador.

Rumor de voces confusas que se acerca. Hombre, amenazante: ¿Con que creían que se iban a escapar de nosotros?

(El mulato Machado: Erguido y vibrátil va el mulato. Su paso despierta expectación entre el mujerío. Es guapo el mulato, demasiado guapo para ser mayordomo. De no ser por el color más que de oscuro de su piel y las encías color de obispo, tendría una belleza clásica. Hasta las mantuanas más encumbradas se dignan a veces mirarle con esa mirada imposible de la aberración presentida).

Anciano, atemorizado ¿Quiénes son ustedes?

Yo soy el capitán Andrés Machado, lugarteniente de José Tomás Boves, estos son mis hombres y ustedes son una partida de traidores e insurgentes… (Alzando la voz) ¡Machete con esos mantuanos! No dejen a ninguno vivo.

Como si fueran pocos los sufrimientos de los emigrados, al hambre, la fatiga, las mordeduras de las serpientes y los animales feroces, una partida realista comandada por el mulato Andrés Machado (tatarabuelo de Maricori Machado), ejecutaban sin dilación a los rezagados. Al décimo día de jornada, la Emigración llegó a Río Chico. De las 20.000 personas que salieron de Caracas el 6 de julio, ya han perecido cinco mil. Luego de un breve descanso los fugitivos prosiguieron su marcha a través de las arenas calcinadas y del estrecho pasaje que dejan el mar y las cenagosas aguas de la laguna de Tacarigua. Uno que otro niño desaparece engullido por las culebras de agua y por los cocodrilos de la marisma. Hace un calor sofocante. La sed y el hambre los agobia. Atrás, para los que se quedan rezagados viene Andrés Machado. El Caribe luce de azul y placido. De repente el mar se cubre de velas. Son doce bergantines con los colores de España. Una andanada cae sobre los fugitivos. Algunos buscan amparo en la ciénaga. Las alimañas de la laguna caen sobre ellos. Como una inmensa oruga mutilada avanza reptante y convulsiva la Emigración a Oriente. Delante va el Libertador, cejijunto y delgado sobre su caballo negro. Atrás va Andrés Machado, hostilizándolos continuamente. Ya no quedan viejos en la expedición. El grito de una boca sedienta sacude el silencio pesaroso de la tarde. Un hombre ha sido mordido por una cascabel. Echa espumarajos por la boca y se retuerce en el suelo. Una madre enloquecida lleva en sus brazos el cuerpo en desemposición de un niño. Otra, estrella a su recién nacido contra las rocas. El 19 de julio la Emigración llegó a Píritu. Días después a Barcelona. Ya han muerto nueve mil personas. Luego de once días reemprendieron el camino hacia Cumaná. Esta vez son los indios caribes, aliados de Boves, los que se lanzan contra los patriotas.

Morales y los baños del Neverí:

Al día siguiente de la huida de la Emigración entró Tomás José Morales en Barcelona al frente de sus 8000 jinetes. Como si las marejadas de sangre vertidas en la Villa de Aragua le hubiesen abierto su apetito sanguinario, Morales no se le quedó a la zaga a su jefe en lo que a asesinatos se refiere.

Esa noche, Morales desde el puente sobre el Neverí, inició lo que de ahí en adelante llamarían los baños.

Cuando el isleño quería que alancearan a alguno de los que estaban encerrados en la casa de Principal, le decía a sus sicarios jactándose de su ocurrencia: a fulano que le den un baño. Al poco rato, un cuerpo con el vientre perforado pasaba debajo del puente entre las carcajadas de Morales y de sus hombres.

Al día siguiente se pobló el Neverí de piraguas de viudas y huérfanos pescando a sus deudos.

El 25 de agosto de 1814 los emigrados caraqueños llegaron a Cumaná. Más de la mitad habían perecido en quel trágico derrotero. Otros cinco mil encontrarían la muerte en Urica y en Maturín, donde Morales, el lugarteniente de Boves, hizo terrible matanza de los que sobrevivieron a la terrible jornada. ¿Quién les iba a decir a esas 20.000 personas que salieron de la ciudad aquel 6 de julio, que tres de cada cuatro nunca más volverían a ver su Caracas?

¡Chávez Viven, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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