Dice el saber popular que es preferible caer que seguir guindando. Ofrezco a continuación un análisis prospectivo para nuestro querido país que, tal como el título refiere nos conduce a una cruel pero necesaria decisión.
Para el análisis prospectivo es necesario analizar la situación presente y las tendencias que la misma muestra en caso que no haya un fuerte cambio socio-político y sobre todo cultural. Creo que hoy por hoy nadie niega la existencia de una crisis económica profunda que se viene arrastrando y agravando desde hace algunos años. Es evidente también la existencia de una crisis política caracterizada por el irrespeto entre las instituciones del Estado y el debilitamiento de la institucionalidad en general en el país. Aunado a esto y aunque se mencione menos, lo peor que está ocurriendo en el país es una profunda crisis ética caracterizada por la pérdida de la moral ciudadana. Al referirnos a esa moral, enfocamos ambas acepciones de la palabra: la que tiene que ver con lo correcto y la que tiene que ver con la energía con la que asumimos nuestro día a día. A tal efecto nos percatamos de que la corrupción ha hecho metástasis en la población y que prácticas como el bachaqueo, el raspado de tarjetas, el contrabando y la especulación pululan dentro de la cotidianeidad. Toda esta situación conlleva a una pérdida de la moral necesaria para echar a andar este país y la situación del venezolano, especialmente del asalariado, es de frustración, angustia y desesperanza.
La tendencia que se tiene no es a la mejora. Si bien es cierto que algunos productos están reapareciendo, no es menos cierto que son productos importados que se venden a precios muy superiores a los de los mercados internacionales. Esto implica que la población no puede adquirir dichos productos y que, por otro lado, el supuesto plan de incremento de la producción nacional no muestre evidencias de que se esté concretando. En este marco, aparecen tímidas iniciativas como el CLAP que muy poco satisfacen las necesidades de la población y las cuales se efectúan con una discrecionalidad tan grande que genera más sensación de injusticia y de desesperanza.
De modo que la situación presente con su respectiva tendencia, si no ocurre ningún cambio socio-político importante, podemos resumirla en una palabra: desesperanza. Ahora podemos revisar escenarios vinculados a ese cambio, la factibilidad de cada uno y las consecuencias que se podrían derivar. Propongo los siguientes escenarios:
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El Gobierno nacional encabezado por Nicolás Maduro da un golpe de timón tan importante que representa una verdadera revolución moral nacional.
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La MUD llega al ejecutivo nacional tras la realización de elecciones.
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Se impone una dictadura militar con cualquier orientación ideológica.
Lamentablemente, el primero de los escenarios no parece factible. El proceso revolucionario bolivariano que ha tenido tantas virtudes, ha sucumbido ante una terrible degeneración moral donde los valores ciudadanos y el amor por la patria son vapuleados por intereses mezquinos y oportunistas. No se ve dentro del chavismo la suficiente reserva moral como para adelantar un proceso que nos permita destruir el entramado mafioso que hoy por hoy controla y manipula a su antojo al Estado venezolano, la economía nacional y la dinámica social en general.
La segunda opción es sin duda más factible, pero no por ello más halagüeña. Si pongo en duda la capacidad moral del chavismo, mucho más lo hago dentro de ese sector político nacional que no tiene escrúpulos de ningún tipo para hacerse del poder a costa de lo que sea. La historia contemporánea nos ha mostrado que para ellos los fines justifican los medios y no les importa hacernos pasar por hambre, dolor y luto, usando estrategias como el paro empresarial, los golpes mediáticos con muertes programadas, las guarimbas degolladoras y francotiradoras y las distintas estratagemas económicas con articulaciones internacionales lacayas. Definitivamente, dentro del liderazgo opositor tampoco hay reservas morales para impulsar el cambio cultural necesario.
Más allá de la incompetencia ética de la oposición nacional, la posibilidad de que la misma llegue al poder se presenta como una amenaza. Por un lado, es de temer la transición entre el fascismo chavista presente y el fascismo que se insinúa con quienes han venido acumulando tanto odio y sed de poder. De modo que muy lejos estaremos de superar el clima de odio y desunión que hoy por hoy se percibe en el seno de la sociedad.
También hay que temer los cambios económicos que están detrás de la visión neoliberal que subyace en la propuesta oculta oposicionista. Allí tenemos la experiencia de tantos países latinoamericanos que hemos vivido y sufrido la inclemencia de las leyes del más fuerte y dentro de estas experiencias vale destacar el nefasto ejercicio gubernamental de Macri.
La tercera opción, la de una dictadura militar, es sin duda una amenaza mayor que lamentablemente tiene gran factibilidad. Si el chavismo continúa con el criterio de boicotear cualquier proceso electoral donde perciba que va a perder, la tensión conducirá a un clima donde la imposición y la impostura dejen de disimularse. Hoy por hoy los militares tienen demasiado poder y muy poco falta para que asuman todos los poderes nacionales y se dé al traste con la Constitución y la Quinta República.
La amenaza militar tiene su matiz más nefasto en las prácticas fascistas de quienes no tienen que cuidar las formas institucionales democráticas. La orientación económica que se asumiere estaría determinada por la orientación ideológica de quienes asumieren el golpe. Sin embargo, sea cual fuere ésta orientación, no creo que la misma llegue a representar oportunidades reales para un mejoramiento económico y social. Si no creo que haya reservas morales ni en el chavismo ni en la oposición, mucho menos lo percibo en un cuerpo altamente corrompido y culpable protagónico de la crisis moral, económica y social que está viviendo el país.
De manera que de los tres escenarios planteados encontramos que solo dos de ellos son factibles y los mismos se presentan más como amenazas que como oportunidades. Sin embargo, mientras las cosas sigan desmejorando, se irá acumulando una peligrosa energía potencial que en algún momento pueda convertirse en poderoso movimiento telúrico social de imprevisibles consecuencias. Justamente es esa una de las razones por las cuales pienso que es preferible caer que seguir guindando.
Venezuela ha de vivir una nueva fase socio-política protagonizada por los militares o por la oposición. El pueblo venezolano se dará cuenta de que lo que se instaló en el poder no es lo que va a servir para resolver los problemas y se planteará una nueva revolución y un nuevo proyecto social. La revolución tendrá una auténtica orientación ética y el proyecto social apuntará a superar las contradicciones que este moribundo proyecto revolucionario presentó.
No serán tiempos fáciles los que vivirá mi querido país en esa fase intermedia entre la revolución chavista y la revolución cultural moralista. Sin embargo, mientras sigamos en la actual situación y tendencia no tendremos otra realidad que la desesperanza. Por eso afirmo con resignación y crudeza que es preferible caer que seguir guindando.