Debo empezar este artículo definiendo lo que es un buen ciudadano y, en consecuencia, un buen venezolano. Un buen ciudadano es aquel que procura contribuir al máximo con la felicidad de todos los seres humanos de su entorno, sea su comunidad, su país o el planeta. Planteado así, la definición de un buen ciudadano tiene plena coincidencia con el paradigma bolivariano de buscar la máxima felicidad del pueblo. Sobre la base de este criterio y en las vísperas del próximo proceso electoral, presento un humilde análisis con criterios éticos y racionales acerca de la posición política que debemos tener los buenos venezolanos en este periodo electoral.
Eso de la máxima felicidad del pueblo tiene sus correlatos en la máxima satisfacción de necesidades materiales y espirituales, el máximo poder popular sobre lo que ocurre en la sociedad, la máxima hermandad y el máximo nivel de justicia. En este marco, es claro que el pueblo venezolano viene perdiendo felicidad y calidad de vida en todos los aspectos. Esta declinación puede estimarse que inició hace unos cuantos años, pero nadie discute que ha existido y se ha agudizado durante todos los años de ejercicio gubernamental del actual Presidente de la República.
No voy a caer en la simpleza analítica de achacar las culpas de este declive exclusivamente a Maduro y a su equipo gubernamental, pero tampoco puedo caer en el simplismo contrario de adjudicar las responsabilidades solo a la guerra económica o a fuerzas opositoras a la felicidad de nuestro país que ejercen desde dentro y desde fuera. Lo cierto del caso es que el deterioro de la calidad de vida y de la felicidad de nuestro pueblo es una realidad que nadie se atreve a negar.
Ante esta realidad, la única posición que puede buscar un buen venezolano es la de tratar de detener la caída y de revertir la situación hacia niveles crecientes de felicidad colectiva. Allí viene la primera pregunta clave: ¿Cómo lograr el cambio necesario? Lamentablemente, la respuesta no la tenemos. El panorama electoral se nos presenta sin propuestas convincentes y sin liderazgos verdaderos. No obstante algo sí debemos tener claro: "No vamos a tener resultados distintos, si seguimos actuando del mismo modo."
De manera que, sin llamarnos a engaños y a ilusiones, lo peor que podemos hacer los buenos venezolanos es apoyar la "propuesta" de Maduro. Pongo esa palabra entre comillas porque no existe nada dentro del discurso del equipo de campaña de Maduro que muestre estrategias para cambiar la grave situación. Lo único que afirman es que debemos "tener fe" en que las cosas con ellos cambiarán y que ellos son "garantía de paz" ("¿Y cuál paz? Si quieren dejar al mundo como está", Alí Primera). Sería algo bien extraño (y sumamente cruel) que si ellos tienen las fórmulas para generar el cambio necesario no las implementen en periodo pre-electoral y no les preocupe el fracaso de la gestión gubernamental en términos de lo que debería ser su principal misión: la calidad de vida y la felicidad del pueblo. Insisto, no creo que el gobierno sea el único culpable de lo que estamos viviendo. Hay mafias económicas dentro y fuera del gobierno, dentro y fuera del país, que están sacando provecho usurero de nuestro sufrimiento. Pero aún si el lector piensa que la culpa es ajena al gobierno, quiero que se den cuenta que el gobierno ha demostrado su incapacidad para confrontar estos ataques externos y que los mismos continuarán si Maduro gana las elecciones.
Dentro de los buenos venezolanos, muchos hemos apoyado a Chávez y a Maduro. Hago un llamado a estos compatriotas a que pensemos ya no tanto en nuestros hijos que se nos están yendo, sino en el regreso de ellos con nuestros nietos para que puedan crecer felices en nuestro hermoso suelo patrio. Votar por Maduro es condenar a Venezuela por mucho más de seis años a sufrimientos aún peores que lo que estamos viviendo. Mi primer llamado es a que voten en contra de Maduro por la opción que menos les incomode. Sé que hay muchos a quienes se les dificulta votar por cualquiera de las alternativas presentes. En este caso los invito, sin ningún tapujo, a abstenerse. La abstención es una opción política que nos permite la CRBV y en definitiva es preferible que no voten a que contribuyan con la infelicidad de nuestro pueblo. Aparte, sé que muchos venezolanos son coaccionados de distintas maneras para ir a votar. En este caso les recuerdo que el voto es secreto y que nada les impide votar por otra opción.
Ahora debo reflexionar acerca de la duda que tiene un vasto sector de la población que quiere un cambio, relacionada con que si se debe o no se debe votar. Es cierto que el sistema electoral venezolano es una porquería y que de manera grosera se ha irrespetado reiteradamente la voluntad del soberano. No obstante, preciso en contraparte que el sistema de escrutinio nacional es excelente, siempre y cuando se establezcan los debidos controles.
Antes de destacar la alta calidad del sistema de escrutinio, creo necesario argumentar porque cuestiono el sistema electoral en general. Es claro que las campañas no son justas y que el candidato de gobierno tiene privilegios inadmisibles en un sistema democrático. Las cadenas gubernamentales de carácter proselitista y la colocación alcahueteada por el CNE de los llamados "puntos rojos" son muestra de ello. Por otro lado, la constitución establece la posibilidad de que se realicen referendos revocatorios, pero el CNE y el TSJ se encargaron de impedir que el soberano se pronunciase. Aparte, el CNE manipula el calendario electoral al antojo del ejecutivo nacional. Peor aún, parte del pueblo "soberano" fue castigado por el CNE en los últimos procesos electorales y forzado a votar en centros ajenos a sus comunidades o en centros altamente congestionados para desestimular la participación. Y algo todavía más grave, existen contundentes testimonios de que el proceso electoral para los miembros de la mal llamada ANC fue fraudulento. Este fraude conllevó a que se perpetrara el secuestro de la irrenunciable soberanía popular. Así, vemos cómo el sistema electoral venezolano representa una aberración en términos de lo que debe ser su misión fundamental: hacer respetar la voluntad del soberano.
Pero, en contraste, el (sub)sistema de escrutinios, como he dicho, es excelente si se establecen los debidos controles. No debe sorprendernos que en la elección de los miembros de la ANC no se hayan presentado los resultados detallados porque en ese proceso la oposición no participó y no se establecieron los controles normales. La diferencia en las votaciones entre los procesos a ANC y elecciones regionales evidencian que el CNE mintió, o que hubo una reducción estrepitosa del apoyo popular al gobierno, o las dos cosas. Lo importante que quiero destacar es que, si existen los debidos controles en las distintas etapas de auditoría, el voto que emite cada ciudadano es el voto que se contabiliza.
Lamentablemente, la oposición nacional ha sido poco gallarda y embustera al declarar fraude, sin proporcionar pruebas en muchos comicios. En este contexto excluyo lo referente a la elección de los miembros de la mal llamada ANC y la elección de Gobernador del estado Bolívar en el último proceso. Esta posición poco ética de la oposición ha conllevado a que el pueblo venezolano tenga la percepción errada de que no vale la pena votar y que ya todo está cuadrado, que Maduro ya es el nuevo Presidente. Insisto, por más que tengamos un CNE absolutamente inmoral y corrupto, el subsistema de escrutinio que tenemos es suficiente para asegurar que, si se tienen los controles debidos, gana la elección quien haya tenido realmente mayor cantidad de votos. En general, es falso que aquí en Venezuela se vota pero no se elige. Es falso que los resultados electorales ya estén preestablecidos, antes de que se dé la votación y que ese argumento se esgrime por muchos con fines perversos.
La duda consecuente que se tiene es si las fuerzas de cambio tienen la suficiente fuerza para ejercer los debidos controles durante todo el proceso. Estoy absolutamente seguro de que hay un voluntariado suficientemente amplio para cuidar los votos si las fuerzas de cambio participan unidas. No obstante, tengo dudas de que haya la suficiente capacidad de coordinación de esfuerzos sin esa unión. Ojalá que dentro de poco se den los pronunciamientos de apoyo de las maquinarias electorales para la custodia del proceso.
De la discusión anterior, es claro que estoy invitando a votar a los buenos venezolanos, a los que queremos cambio. Ahora vamos a suponer que usted está convencido que el próximo proceso electoral ya está viciado y que no vale la pena ir a votar. Yo lo invito a que reflexione haciéndole la siguiente pregunta: ¿Qué gana usted y el país si usted decide no ir a votar? Es bueno que tenga en cuenta que mientras mayor sea el caudal de votos que obtenga la voluntad de cambio, mayor tendrá que ser la magnitud del fraude y más fácil será proporcionar evidencias del mismo.
Algunos piensan que participando en ese proceso estarán convalidando un proceso (verdaderamente) viciado sin darse cuenta que no participando también lo están convalidando dado que abstenerse se entiende como una decisión política de cada quien. La abstención no se interpreta como una acción popular de rechazo a la gestión gubernamental (A no ser que ésta provenga de quienes antes apoyabamos a Maduro), sino que se entiende como una posición de los indiferentes antes las opciones electorales. De manera que sinceramente no he encontrado hasta ahora ninguna razón para que un buen venezolano concluya que es preferible no votar, que es preferible no luchar por buscar el cambio anhelado.
La única justificación que sé que subyace en muchos de los que llaman a la abstención es la de seguir jugando a la crisis (política, económica, social y ética) del país para sacar provecho de la situación. En este juego participan los sectores económicos usureros y los perros de la guerra que se encuentran por todos partes. Participan también movimientos políticos que creen más en intervenciones internacionales (incluyendo las armadas) que en la capacidad del pueblo de encontrar salidas democráticas.
Dicho lo anterior, procede analizar la tercera pregunta clave: "¿Por quién votar? Mi respuesta aparente por lo que va de discurso es "Por cualquiera menos Maduro". Sin embargo, pienso que lo mejor es votar por el candidato de cambio que se muestre con mejores posibilidades y ese no es otro que Falcón.
Es cierto que hay muchos que consideran que Falcón no representa cambio alguno y que ese es un "chavista encubierto", una especie de Arias Cárdenas. Por el contrario, veo en Falcón la virtud de que quienes hemos sido chavistas no tenemos una tendencia tan contundente a rechazar esta candidatura como sí lo serían algunos tristemente célebres personajes de la oposición. Aparte, Falcón ha conformado un equipo de campaña donde se integran personajes de la política nacional que han mostrado una posición consistentemente opositora.
Contrario a los que piensan que la figura de Falcón como candidato es complaciente con el madurismo (Este gobierno hace mucho dejó de ser chavista, bolivariano y revolucionario), pienso que el verdadero sector complaciente se ubica en los movimientos políticos que se conglomeran alrededor de la MUD y su posición abstencionista. Esto lo digo porque pienso que detrás de la intención de que Maduro y su entorno continúe en el poder están las mafias económicas que con sus prácticas usureras están acabando con la economía y la ciudadanía del país. Dichas mafias, tal como lo expresé anteriormente están dentro y fuera del gobierno; y dentro y fuera del país. Venezuela representa hoy por hoy una máquina centrífuga de capital. A costas de la felicidad del pueblo, estas mafias usureras vienen obteniendo inmensas fortunas por distintos medios. La realidad es que estas mafias conformadas por maduristas y opositores son caimanes del mismo charco y hacen todo lo posible porque en Venezuela no cambie nada Ambos representan traidores al pueblo y a la patria.
Concluyo este artículo analizando tres escenarios postelectorales. Primer escenario: Gana Maduro sin evidencias de trampa. En este caso, ya la comunidad internacional se ha pronunciado y ha dicho que las condiciones electorales nacionales son inapropiadas. Dentro de estas condiciones destaca el tema de prohibición de participación electoral a individuos y a partidos políticos, a la forma de la campaña y a distintos abusos cometidos por el candidato gubernamental con la anuencia del CNE. Dicho pronunciamiento implicará el no reconocimiento del nuevo Presidente y la posibilidad de que se intensifiquen las presiones internacionales hasta propiciar una intervención. De no ser así, Maduro estaría en el poder por seis años más y eso no se aguanta. Segundo escenario: Gana Maduro con evidencias de Trampa. Con pruebas en mano, tal como lo hizo Andrés Velásquez, se dan evidencias de que el proceso electoral fue fraudulento. En este caso el TSJ intentará congelar el procedimiento judicial correspondiente pero la presión nacional e internacional conducirá a que se catalicen los procesos para la salida de Maduro. Tercer escenario: Gana algún candidato opositor aunque hayan intentado hacer trampa. Este escenario representa el comienzo del cambio que deseamos los demócratas. Sin embargo no será fácil confrontar a la Junta Dictatorial Pseudo-constituyente ni lograr la transición hacia una mejor república. Ojalá que ese Presidente entienda su papel histórico como protagonista de una transición hacia un país donde busquemos recuperar la normalidad como nación, como república y como patria.
Como pueden apreciar, el primer escenario (el peor) se propicia con nuestra abstención. Los otros dos con nuestra participación como electores. Nosotros como individuos que pertenecemos al pueblo y nos debemos al pueblo no tenemos más armas que nuestras opiniones y nuestros votos. Ojalá que esta opinión sirva para que se multipliquen las opiniones y los votos de los venezolanos de buena voluntad y que pronto se den los cambios urgentes.
Con todo respeto.