¿Es Venezuela el país más odiado por el imperio?

Invito al lector a que acepte como cierta la afirmación de que el culpable fundamental de lo que está sufriendo el pueblo venezolano es el imperialismo estadounidense y su guerra económica. De ser eso cierto bien cabe preguntarse por qué la estrategia utilizada en Venezuela no se aplica en otros contextos o, al menos, porque esa estrategia no es tan efectivamente devastadora como lo es aquí. ¿Será que la estrategia imperial está diseñada para afincarse de manera exclusiva y cruel contra la economía venezolana? En este artículo planteo una hipótesis que considero interesante acerca de las razones de fondo de la crisis económica nacional e introduzco algunos criterios acerca de lo que se puede hacer. Para completarlo, presento alguna discusión sobre lo que se avecina con las medidas anunciadas por el gobierno nacional

Quizás para algunos la contradicción de la supuesta exclusividad es suficiente evidencia de que tal guerra económica no existe, pero realmente eso es pecar de ingenuos. Las guerras económicas son parte esencial del modelo que estamos viviendo en todos los confines del mundo presente. Las guerras económicas no son exclusivas de los países o sus gobiernos, sino que forman parte de los juegos de control de mercados que se establecen entre empresas. Un buen ejemplo de este tipo de guerras lo encontramos hace algunos años aquí cuando la empresa Hit de Venezuela traiciona a su aliado tradicional, Pepsicola, para pactar con su archirival. A nivel global, las empresas chinas establecen políticas dirigidas a dominar distintos mercados y en contraparte, los Estados Unidos dejan de pregonar las bondades del libre mercado y establecen medidas proteccionistas. Mientras, a Cuba no se le permite negociar con ninguna empresa que se vincule con los Estados Unidos, so pena de sufrir fuertes sanciones. Aparte, se estimula el Brexit como mecanismo de establecer convenios directos EU-GB, apartando al resto de países de la unión europea los cuales habían adquirido un carácter más competitivo que cooperativo a los interese norteamericanos.

En el caso venezolano, la guerra económica se expresa en términos de expropiaciones, ventas controladas, sanciones estatales a discreción y regulaciones estranguladoras, por parte del gobierno nacional; y en términos de acaparamiento, suspensión de suministros militares, suspensión de suministros médicos, amenaza de sanciones a determinados proveedores y confiscación de alimentos y medicamentos, por la contraparte. De manera que dejo claro que tengo la percepción de que sí hay guerra económica y que en la misma también participa el gobierno nacional. Es más, he dicho y ratifico el criterio de que el peor bastión que arremete contra la economía de nuestro país se ubica en la quinta columna de la corrupción administrativa y moral.

Sin embargo, no parece lógico que sea esa guerra económica la que nos tiene así. Hay quienes de inmediato concluirán que la culpa se ubica fundamentalmente en la mala gestión gubernamental. Si bien es cierto que este gobierno nacional es indefendible en términos de la calidad de su gestión y en la solvencia moral de sus funcionarios, no creo que el problema radique esencialmente en el mal gobierno. Es más, por mucho que haya criticado al socialismo como modelo social, no pienso que las contradicciones propias del socialismo sean las culpables de lo que pasa de manera tan distintiva en Venezuela.

La hipótesis que quiero establecer es la siguiente: la particularidad que caracteriza la situación excepcional de Venezuela radica en el lavado de dólares en la frontera colombo-venezolana. Para argumentar esa afirmación planteo otra hipótesis: la razón fundamental por la cual están establecidas siete bases militares estadounidenses en territorio colombiano es para controlar el negocio de la droga y distribuir de manera "más justa" las ganancias correspondientes. Sobre la base de estas hipótesis nos enfrentamos al cuadro en el cual nuestro vecino más cercano y el país más poderoso del mundo se encuentran aliados para sacar provecho de uno de los negocios más rentables de esta época. Por supuesto, tal negocio se plantea con la consabida hipocresía con el cual se maneja el tema del narcotráfico en el cual el principal productor de cocaína y el principal consumidor de drogas son mostrados más como víctimas que victimarios.

En ese cuadro de hipocresía, surge la necesidad del lavado de dólares. Para ello, el Estado colombiano ha modificado su legislación para legitimar el lavado de dólares en la frontera con Venezuela (Resolución Nº 8 del año 2000) y para dar libertad a los agentes cambiarios fronterizos de establecer el cambio por bolívares. Es bueno destacar que ese privilegio se establece sólo con la frontera venezolana. ¿Por qué no se hace con los otros tres países vecinos? En términos políticos, se debe notar que hasta hace poco tiempo tanto Brasil como Ecuador se encontraban alineados en posiciones anti-imperio estadounidense y que por lo tanto la receta podría repetirse. No obstante, la frontera Brasil-Colombia tiene mucho menos dinámica que la venezolana y no se puede lavar dólares con países que utilizan al dólar como moneda.

Claro está, el negocio de lavado de dólares se potencia con el diferencial de precios entre Colombia y Venezuela del combustible y otros productos subsidiados en Venezuela. De modo que, en lugar de lavar dólares comprando pesos, resulta mucho más rentable hacerlo comprando bolívares. Este hecho explica en gran medida las "loqueras" que se observan cuando el dinero en efectivo tiene mucho mayor valor que el dinero transferido. Estas son loqueras típicas del lavado de dólares. De hecho, el lavado de divisas tiene la ventaja social de facilitarle a la población productos a bajos precios que provienen de la legitimación de capitales. Lamentablemente, el inmenso provecho que ha tenido el pueblo colombiano con esta situación ha sido a desmedro de la calidad de vida del pueblo venezolano.

Hay quienes piensan que si se quitan regulaciones sobre productos venezolanos y se libera el intercambio de divisas, se podrá conseguir superar el problema de contrabando y a la larga el problema hiperinflacionario. Refuto ese argumento porque de cualquier modo se podrá sacar mayor provecho de cada dólar lavado si el mismo se cambia por muchos bolívares venezolanos y se aprovecha así de los retardos que se tienen en los ajustes de precios en los mercados hiperinflacionarios.

En este contexto, parece claro que una medida necesaria y para nada suficiente para regularizar nuestra economía es la de dolarizar lo poco que falta por dolarizar. Es claro que los precios de la mayor parte de productos y servicios se mueven al ritmo del régimen cambiario impuesto en Cúcuta. Sólo falta por dolarizar tres elementos claves de la economía: los sueldos; los precios de productos regulados entre los cuales destacan los combustibles y la electricidad; y por supuesto, los billetes, el efectivo. En este contexto pienso que dolarizar es un mal necesario. El mismo que descubrió Ecuador cuando tenía una economía hiperinflacionaria quizás alimentada también por los desbalances que tenía en la frontera con Colombia.

Ahora vale la pena preguntarse qué pasaría en Venezuela y en Colombia si se implementa la dolarización. Antes de responder esa pregunta me parece importante discutir acerca de la posibilidad de una intervención internacional, particularmente estadounidense, sobre el territorio nacional. Hay quienes, con una mezcla de ingenuidad, torpeza, indolencia y traición, aúpan y pronostican este tipo de intervención pensando en que Venezuela constituye "una amenaza" para sus intereses o pensando que ellos "podrían salvarnos". La verdad es que Estados Unidos está disfrutando inmensamente de la consolidación de sus negocios en Colombia gracias a lo que de una manera tan barata extraen de Venezuela. Pienso que la única forma en que el gobierno norteamericano decida intervenir es si determina que el negocio de la guerra convencional le proporcionaría más dividendos que la situación actual.

Ahora sí respondo, en parte, la pregunta anterior. En el supuesto negado que el gobierno nacional actual decide dolarizar la economía, entonces se producirá un fuerte impacto sobre el negocio del narcotráfico y el contrabando y ahí sí se darían las condiciones para una intervención que conduzcan a una ampliación territorial de la producción y tráfico de drogas y al control del negocio petrolero mientras se realizan algunas maniobras bélicas que consoliden ese otro negocio clave. Debo aclarar que considero que este supuesto está negado por dos razones. Por un lado está el hipócrita discurso bolivarianista y antiimperialista por parte de quienes conducen el gobierno nacional; por el otro está el inmenso provecho económico que están haciendo funcionarios y mafiosos nacionales de nuestras penurias como pueblo.

Una posibilidad interesante surge con la dolarización indirecta y parcial que está planteando el gobierno nacional con el anclaje. En efecto, se plantea un anclaje a una ficción presente llamada Petro pero cuyo precio se encuentra anclado al valor del crudo y este último establece su valor en dólares. De modo que se está planteando un anclaje al valor en dólares del crudo y eso en la práctica representa una dolarización parcial de nuestra economía. Espero que no me tomen demasiado en serio la idea de anclar el valor de nuestra moneda a algo más estable y bien valorado para la economía presente: la cocaína. Si se hiciera eso, se le daría un terrible golpe a la supuesta guerra económica y en lugar de salir perjudicados por el lavado de dólares, se podría sacar provecho de eso.

Lo cierto del caso es que no es una dolarización total la que se produce con el anclaje al Petro. Esto conllevará a que sigamos a merced de los agentes cambiarios de la frontera cucuteña. Pienso que puede atenuarse el efecto del lavado, el contrabando y del cambio de divisas a discreción, pero estimo que es preferible la dolarización total. Para que la medida de anclaje al Petro sea efectiva se hace necesario buscar algunos equilibrios. Uno de ellos tiene que ver con la despreciable pero necesaria decisión de incrementar el precio de los combustibles; pero el más importante tiene que ver con la nivelación progresiva a precios internacionales de los salarios. Ya el gobierno nacional ha planteado el alza de precios de combustible mitigada con subsidios directos a través de subsidios con el Carnet de la Patria. Ojalá que el establecimiento de sueldos a escalas internacionales siga un plan coherente y claro.

Aparte del optimismo que tengo en relación con las posibilidades de éxito de las acciones que frenen el desangre de nuestra economía, me preocupa que las mafias colombianas y estadounidense se encarguen de empujar a sus respectivos gobiernos a acciones bélicas. El atentado fallido fue un claro mensaje.

Con todo respeto.



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Felipe Pachano Azuaje

Profesor de la Universidad de los Andes

 pachano@gmail.com

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