La falta de consistencia de muchos políticos, ha llevado al pueblo venezolano a identificarlos, falsa pero justificadamente, con el mentiroso, oportunista y manipulador.
Porque Antonio Fernández de León, conocido mejor con el título de Marqués de Casa León, es el paradigma del político criollo: tornadizo, inescrupuloso y adulón. En un comienzo fue partidario de la Independencia; se opuso a que Miranda desembarcara en la Guayra procedente de Inglaterra y término acatándolo. Traicionó a la Primera República, convirtiéndose en consejero de Monteverde y de los gobernantes españoles. Su hijo Antonio guio a Boves a través de los pantanos que rodeaban a la fortaleza de La Cabrera, lo que permitió al asturiano tomarla y degollar a la guarnición de mil hombres, desde la oficialidad hasta el corneta.
Cuando Bolívar entró triunfante a Caracas en 1821 intentó plegarse a su causa, lo que no aceptó el padre de la Patria. Sus bienes fueron confiscados y se le exilió a Puerto Rico donde murió en 1825. No obstante tan negro historial, el mismo Libertador veló hasta su muerte por su bienestar, haciéndole llegar a través de María Antonia, su hermana, remesas de dinero.
—¿En qué parte de Venezuela nació usted, señor Marqués?
Casa León: ¿Yo? En España. Yo vine muy muchacho a Venezuela con mi tío el Obispo Díaz Madroñero.
—¿Es verdad lo que cuentan de usted, que se cambiaba constantemente de casaca, según soplara la política?
Casa León: Naturalmente. ¿Y qué tiene de particular?
—A usted no le parece fea esa cambiadera…
Casa León: Yo nunca he cambiado, mijito. Son los gobiernos los que cambian.
—¿Y a usted no le parece que los hombres con sus ideales deben morir de pie, como los árboles?
Casa León: ¿Para qué sirven los árboles muertos? Cuando uno es un árbol frondoso, como lo era yo, debe tratar de conservar su lozanía por encima de todo.
—¿Y se puede saber, porque? ¿Se considera usted indispensable?
Casa León: Claro que sí, mijito, Venezuela es un peladero de chivo tan grande que hasta los cujíes deben conservarse. Eso lo sabe cualquier jede político. Lo comprendió el Libertador en el año 13, a pesar de haberme ido yo con Monteverde el año anterior. Simón sabía que no había muchos hombres de mis cualidades para ayudarlo a gobernar; por eso hizo la vista gorda, con lo que trivialmente se llama traición, y reanudamos nuestra amistad.
—Pero usted lo abandonó cuando huyó de Caracas ante la Proximidad de Boves.
Casa León: Naturalmente. ¿Y qué querías que hiciera? Simón en aquel momento era un cadáver político y la república volvía a derrumbarse. La nueva y verdadera realidad era Boves, y su cuerda de forajidos. De no haber metido yo la mano, Caracas hubiese seguido la misma suerte de Valencia. Y fíjate, Boves aquí no li tocó un pelo a nadie.
—¿Y cómo hizo para convencerlo?
Casa León: Pues, muy fácil. Abriéndole los ojos para que viera las posibilidades que tenía en sus manos. Demostrarle a un jefe lo que puede hacer para su mayor gloria y beneficio, es lo que caracteriza al verdadero político. Ante esa develación, ni el más reacio de los contrincantes nos desdeña.
—¿Y cómo hizo, señor Marqués, para lograr ascendiente sobre Boves y sugerirle que no le hiciera mal a Caracas?
Casa León: Ante todo aprovechar mi viejo prestigio de aristócrata y de ser el hombre más tico de Venezuela: Casi todos esos jefes de montonera se ponen chiquitos en lo que pisan ladrillo. Me bastó verle cuando me saludó de nuevo, nos habíamos conocido en La Victoria, para decirme: <
—¿Por qué ayudó al Libertador?
Casa León: Para serte franco, por la misma razón que muchos millonarios en tu tiempo le pasan la mano a todos los partidos políticos. Uno nunca sabe cuándo ni cómo pueden reventar. Eso lo aprendieron de mí.
—¿Por qué, siendo usted el paradigma de la traición, el Fouché criollo, la gente sabe tan poco de usted?
Casa León: En primer lugar porque ya no soy noticia; y luego porque mi hijo, al casarse con una de las más empingorotadas damas de nuestra sociedad, hizo que se olvidaran mís devaneos y su misma felonía con Boves en la Cabrera. Esa es la historia de Venezuela y al parecer sigue finita como desde los más remotos tiempos.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!