El Sepulcro del Comandante Hugo Chávez:
"Y allí donde está el sepulcro, allí está la cuna, allí está el nido. Y de allí volverá a surgir la estrella refulgente y sonora, camino del cielo".
—Todos los verdaderos genios, de cualquier clase y condición que sean, tienen la poderosa facultad de pensar y poner en relieve su pensamiento; la fantasía vivaz que los lleva a un trabajo tan continuo como el trabajo de las fuerzas creadoras de la naturaleza; la observación profunda para el análisis, que hace de sus ideas un microscopio donde se ven las mayores minuciosidades de la vida, ocultas al vulgo de las gentes, la mirada indagadora, elevadísima, que abraza los lejanos espacios como el telescopio, y luego esa exquisita sensibilidad, por la cual refunden fácilmente en el horno siempre encendido de su corazón, los ajenos dolores y las ajenas alegrías.
Comprender es perdonar, se ha dicho. Y esos miserables necesitan comprender para perdonar el que se les humille, el que con hechos o palabras se les eche en cara su miseria, sin hablarles de ella. Las cosas se hicieron primero, su para qué después. Que me den una idea nueva, cualquiera, sobre cualquier cosa, y ella me dirá para qué sirve.
Y, no será que al ponernos en marcha ¿Qué adónde vamos?: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! Luchar, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezamos con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezamos con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezamos con uno que dice tonterías, a quien oye una muchedumbre con la boca abierta?, gritármelos: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
¿Es que con eso, es que con eso se borra la mentira, ni el ladronicio, ni la tontería del país? La más miseria de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero, porque no por eso la majadería disminuirá en el país.
Sí, hay que repetirlo una y mil veces: con que una vez, una sola vez, acabases del todo y para siempre con un solo ladrón abríase ac abado el robo de una vez para siempre.
¡En marcha, pues!, y echa del sagrado escuadrón a todos los que empiecen a estudiar el paso que habrá de llevarse en la marcha y su compás y su ritmo. Sobre todo, ¡fuera con los que a todas horas andan con eso del ritmo! Te convertirían el escuadrón en una cuadrilla de baile, y la marcha en danza. ¡Fuera con ellos! Que se vayan a otra parte a cantar a la carne.
Te silban los que aplauden, te quieren detener en tu marcha al sepulcro los que gritan: ¡adelante! Tapate los oídos. Y ante todo cúrate de una afección terrible que, por mucho que te la sacudas, vuelve a ti con terquedad de mosca: cúrate de la afección de preocuparte cómo aparezcas a los demás.
Estas solo, mucho más solo de lo que figuras, y aun así no estás sino en camino de la absoluta, de la completa, la verdadera soledad consiste en no estar ni aun consigo mismo. Y no estarás de veras completa y absolutamente solo hasta que no despojes de ti mismo, al borde del sepulcro. ¡Santa soledad!
Te consume, mi pobre amigo, una fiebre incesante, una sed de océanos insondables y sin riberas, un hambre de universos y la morriña de la eternidad.
Y podía haber dicho con el gaucho Martín Fierro lo de
"Vamos, suerte, vamos juntos,
puesto que juntos nacimos,
y ya que juntos vivimos,
sin podernos dividir,
yo abriré con mi cuchillo
el camino pa seguir".
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!