No es la inteligencia, sino la voluntad, la que nos hace el mundo, y al viejo aforismo escolástico de nihil volitum quin praecognitum, nada se quiere sin haberlo antes conocido, hay que corregirlo con un nihil cognitum quin praevolitum, nada se conoce sin haberlo antes querido. Lo cual ha de corregirse también diciendo que en este mundo todo es verdad y es mentira todo. Todo es verdad, en cuanto alimenta generosos anhelos y pare obras fecundas; todo es mentira mientras ahogue los impulsos nobles y aborte monstruos estériles.
No le faltó ese descarado heroísmo d’affirmar que, batendo na terra com pé forte, ou pallidamente elevando os olhos ao Ceo, cria a través da universal illusäo aciencias e religiöes, como dice Eça de Queiroz al final de su A Reliquia.
Es el valor de más quilates el que afronta, no daño del cuerpo ni mengua de la fortuna ni menoscabo de la honra, sino el que le tomen a uno por loco o por sandio.
Este valor es el que necesitamos en Venezuela, y cuya falta nos tiene perlesiada el alma. Por falta de él no somos fuertes, ni ricos, ni cultos; por falta de él no hay canales de riego, ni pantanos, ni buenas cosechas; por falta de él no llueve más más sobre nuestros secos campos, resquebrajados de sed, o cae a chaparrones el agua, arrastrando el mantillo y arrastrando a las veces las vidas y las viviendas.
Nada pasa, nada se disipa, nada se anonadar; eternizase la más pequeña partecilla de materia y el más débil golpecillo de fuerza, y no hay visión, por huidera que sea, que no quede reflejada para siempre en alguna parte. Así como si al pasar por un pinto, en el infinito de las tinieblas, se encendiera y brillara por un momento todo lo que por allí pasase, así brilla un momento en nuestra conciencia del presente cuanto desfila de lo insondable del porvenir a lo insondable del pasado. No hay visión ni cosa ni momento de ella que no descienda de las honduras eternas de donde salió y allí se quede. Sueño es este súbito y momentáneo encendimiento de la sustancia tenebrosa, sueño es la vida, y apagado el pasajero fulgor, desciende su reflejo a las honduras de las tinieblas y allí queda y persiste hasta que una suprema sacudida lo reenciende para siempre un día. Porque la muerte no triunfa de la vida con la muerte de ésta. Muerte y vida son mezquinos términos de que nos valemos en esta prisión del tiempo y del espacio; tienen ambas una raíz común y la raigambre de esta raíz arraiga en la eternidad de lo infinito: en Cristo, Conciencia del Universo.
"¿Qué es eso de envidiar el sosiego de quien nunca vislumbro el supremo misterio ni miró más allá de la vida y de la muerte? Sí, sé la canción, sé lo de ‘¡qué buena almohada es el Catecismo! Hijo mió, duerme y cree; por acá se gana el cielo en la cama’. ¡Raza de cobarde, y cobarde con la más desastrosa cobardía, con la cobardía moral que tiembla y se arrastra de encarar las supremas tinieblas!"
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!