"No es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles en ello nada. Como el pueblo de que es la flor, mira con malos ojos al verdugo y a todo ministro y ejecutor. Santo y bueno que se tome uno la justicia por su mano, pues le abona un natural instinto, pero ser verdugo de otros hombres para ganarse así el pan sirviendo a la odiosa burguesía. Pues la justicia es impersonal y abstracta, castigue impersonal y abstractamente. El calor infinito de las buenas obras estriba en que no tienen pago adecuado en la vida, y así rebosan de ella. La vida es un bien muy pobre para los bienes que en ella cabe ejercer".
Cosa tan grande como terrible la de tener una misión de que sólo es sabedor el que la tiene y no puede a los demás hacerles creer en ella; la de haber oído en las reconditeces del alma la voz silenciosa, que dice: "tienes que hacer esto". Cosa terrible haber oído: "haz eso; haz eso que tus hermanos, juzgando por la ley general que nos rige, estimarán desvarío o quebrantamiento de la ley misma; hazlo, porque la ley suprema soy Yo, que te lo ordeno". Y como el héroe es el único que lo oye y lo sabe, y como la obediencia a ese mandato y la fe en él es lo que le hace, siendo por ello, ser quien es, puede muy bien decir: "yo sé quién soy, y Dios y yo sólo sabemos y no lo saben los demás". Entre mi Dios y yo —puede añadir— no hay ley alguna medianera; nos entendemos directa y personalmente, y por eso sé quién soy. No basta exclamar "¡yo sé quién soy!", sino es necesario saberlo y acaso ni lo cree. Y si lo dice y lo cree, soportará resignadamente la adversidad de los prójimos que le juzgan con la ley general, y no con Dios.
"¡Yo sé quién soy!", sino es menester saberlo, y pronto se ve el engaño del que lo dice y no lo cree, soportará resignadamente la adversidad. Llevamos siglos diciendo y repitiendo que el ahínco mayor del hombre debe ser de buscar conocerse así mismo, y que del propio conocimiento arranca toda salud, y se nos viene el presuntuoso con un redondo "¡yo sé quién so y!" Esto sólo basta para medir lo hondo de su locura."
Y es el quicio de la vida humana toda: saber el hombre lo que quiere ser. Te debe importar poco lo que eres; lo cardenal para ti es lo que quieras ser. El ser que eres no es más que un ser caduco y perecedero, que come de la tierra y al que la tierra se lo comerá un día; el que quieres ser es tu idea, Conciencia del Universo: es la divina idea de que eres manifestación en el tiempo y el espacio. Y tu impulso querencioso hacia ese que quieres ser no es sino la morriña que te arrastra a tu hogar. Sólo es hombre hecho y derecho el hombre cuando quiere ser más que hombre. Estás perdido si no despiertas en tus entrañas a Adán quiso ser como un dios, sabedor del bien y del mal, y para llegar a serlo comió del prohibido fruto del árbol de la ciencia, y se le abrieron los ojos y se vió sujeto al trabajo y al progreso. Y desde entonces empezó a ser más que hombre, tomando fuerzas de su flaqueza y haciendo de su degradación su gloria y del pecado cimientos de su redención. Y así se comprende que el ángel caído, porque aquél cayó por agradarse a sí mismo y de sí mismo contentarse, cayó por soberbia, y el hombre por querer ser más que es, por ambición. Cayó el ángel por soberbio y caído queda: cayó el hombre por ambicioso y se levanta a más alto asiento que de donde cayera.
Lo triste es que la gloria fue de ordinario una alcahueta de la codicia. Y la codicia, la innoble codicia, nos perdió. Nuestro pueblo puede decir lo que dice en el grandioso poema Patria, de Guerra Junquera, el pueblo portugués:
Novos mundos eu vi, novos espaços,
näo para mais saber, mais adorar:
a cubica feroz gio u meus passos
o orgullo vingador moveus meus braços,
e iluminou a raiva o meu alhar!
Näo te lavava, näo, sangue homicida,
nem em mil milhöes d’annos a chorar!...
Cruz do Golgota em ferro traduzida,
Mina espada de héroe, o cruz de morte,
cruz a que Deos baixou por nos dar vida;
vidas ceifando, deshumana e forte,
ergueste imperios, subjugando a Oriente,
mas Deuos soprou… eil-os em nada…
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!