No hay otro mundo

¡No hay otro mundo! He aquí una sentencia que deberíamos no olvidar nunca, y sobre todo cuando al acongojarnos por tener que desaparecer un día, nos vengan con la ridícula monserga de que somos un átomo en el Universo y que sin nosotros siguen los astros su curso y que el Bien ha de realizarse hasta sin nuestro concurso, y que es soberbia imaginar que toda esa inmensa fábrica se hizo para nuestra salud. ¡No hay otro yo en el mundo! Cada uno de nosotros es único e insustituible.

¡No hay otro yo en el mundo! Cada cual de nosotros es absoluto. Si hay un Dios que ha hecho y conserva el mundo, lo ha hecho y conserva para mí. ¡No hay otro Yo! Los habrás mayores, y menores, mejores y peores, pero no hay otro yo. Yo soy algo enteramente nuevo; en mí se resume una eternidad de pasado y de mí arranca una eternidad de porvenir. ¡No hay otro yo! Esta es la única base sólida del amor entre los hombres, porque tampoco hay otro tú que tú, ni otro él que él.

Este rasgo debía bastar para convencernos de cuán real y verdadera es la historia que estamos explicando y comentando, porque esto de tomar en veras las burlas la desdeñada de la burguesía es de las cosas que no se inventan ni pueden inventarse. Y tengo para mí que si Don Juancho flaquea y cede y le requiere, se le entrega en cuerpo y alma, aunque sólo fuera para poder decir luego que fué poseída por un loco cuya fama llenaba el mundo entero. Sin duda, pero falta saber de qué género de ociosidad nacía su mal.

Lo más del trabajo humano se pierde, y es natural que así sea, porque ¿con que devoción va pulir joyas un infeliz que las pule para ganarse el pan, más sin estar persuadido del valor social de las tales joyas?, ¿con qué ahínco hará juguetes para los hijos de los ricos el que haciéndolos sacar el pan para suyos, que no tienen con qué jugar?

Trabajo de Sísifo es lo más del trabajo humano, y el pueblo no tiene conciencia de que es sólo un pretexto para que le den el jornal, y no como cosa suya, sino como algo ajeno que le hacen la merced de dejárselo ganar. El toque está en que reciba Juancho su salario como cosa que no le pertenece, sino en virtud de los azotes que se hubiera dado y porque le han hecho la merced de proporcionarle azotina, y para sostener y perpetuar la mentira del derecho de propiedad y del acaparamiento de la tierra por los poderosos se inventan azotes, por absurdos que ellos sean. Y así se azota Juancho con el mismo empeño con que desenchinarran calles esos desgraciados a los que en los meses de invierno, cuando escasean azotes, les mandan las Alcaldías Municipales a desenchinarrar calles para volver a enchinarrar y con ello justificar la limosna vergonzante que se les reparte.

Tela de Penélope y tonel de las Danaides es lo más de tu azotina, Juancho; el caso es que te cueste ganarte el pan y que tengas que agradecérselo a los que te proporcionan azotes, y que reconozcas que te pagan de lo suyo y no, pongas el pie en sus hanegas de sembradura como en su pecho pusiste la rodilla. Haces, pues, muy bien en desollar los árboles a jaquimazos, pues lo mismo te han de pagar, ya que te pagan, no porque te azotes, sino porque no te rebeles. Haces bien, pero harías mejor si volvieras la jáquima alguna vez contra tus amos y los azotaras a ellos y no a los árboles, y los echaras a azotes de tus hanegas de sembradura, o que las aren y siembren ellos contigo y como cosa de los dos.

¡Chávez Vive, la Lucha siguen!



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Manuel Taibo


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