Hay gentes que han viajado, que han visto tierras y que de cada viaje traen alguna cosa nueva con que dar el golpe. Hay admiradores de Miami; de Europa y de su progreso y de su amenidad de vida. Todos ellos cuando no son egoístas, se preocupan de meternos algo de todo eso. Pero no ven el fondo de la cuestión. De todo se preocupan menos que de lo hondo, de las condiciones del trabajo humano, de la cuestión de los pueblos. Sabrán la última moda, en música, él último modelo de automóviles, pero ignoran por lo regular los resultados de las últimas informaciones sobre las condiciones del pueblo. Desdeñan los problemas económicos.
Así es que todos insustanciales no han caído aún en la cuenta de un principio archicorriente por los países de donde nos traen sus novedades, y es que el principal propulsor de todo progreso artístico, industrial y hasta científico es el mejoramiento de la calidad de vida del pueblo, por virtud de sus esfuerzos propios. Ignoran que los pueblos europeos han impulsado no pocos progresos, han hecho posibles no pocas aplicaciones industriales y lo han hecho no más que haciendo la ley a los salarios, mediante su resistencia. La insustancialidad de esos hombres prácticos (así se creen) es enorme. Entre ellos el discurrir o hablar acerca de la cuestión del pueblo es de tan mal tono como discurrir o hablar acerca de la religión. Y los tales fatuos suelen sacar a circulación el nombre gringolandia, donde más se escribe y discute acerca del imperialismo. Si se les dice que el movimiento del pueblo gringo, más extenso y vivo cada día, que ese formarse sociedades de resistencia de que apenas tienen noticia, que la labor del capital allí es la más segura garantía del futuro y progreso, si se les dice que el desarrollo de esas sociedades que desdeñan puede llegar a ser el factor de la introducción de progreso.
La burguesía, hombres y mujeres, conspiran y agreden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad. Nunca lucen un galardón inconfundible; cierran todas las rendijas de su espíritu por donde podría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira y la traición.
—Somos el país de la improvisación, de la "suerte" de la "viveza", de "las reputaciones consagradas y las nulidades engreídas", —como afirmó Romero García— "Nuestra tragedia reside en haber llegado sin llegar", dice Mario Briceño Iragorri.
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