Marx: La regeneración, debe venir de abajo, del proletariado

En el primer Congreso aparecían las confusiones políticas imperantes en el movimiento obrero de aquella época. La influencia de un conjunto de doctrinas, de utopías, de contradicciones ideológicas, impedía una unidad de pensamiento, una justa interpretación del papel que le correspondían jugar al instrumento de dirección internacional con que se quería dotar al proletariado. Marx trataba de eliminar esos obstáculos, introduciendo en el movimiento obrero una base doctrinal, partiendo de las propias realidades de la clase obrera y no fundada en utopías; de establecer principios ideológicos que mostraran claramente al proletariado de dónde venía, dónde estaba, a dónde iba, como clase a la que le correspondía el porvenir. De ahí el enorme esfuerzo de Marx por dotar al proletariado de una conciencia de clase, de hacerle consciente de su propia fuerza; de señalarle que su misión histórica era alcanzar el poder político y transformarse en clase dominante. Estos pensamientos fundamentales de Marx, sobre los que se ha levantado el movimiento obrero auténticamente revolucionario, encontraban en el primer Congreso de la Internacional la oposición de los representantes de las doctrinas de los reformadores, de los utopistas, y sobre todo de los proudhonianos.

El "extremismo" de la delegación francesa no era más que una expresión de esas influencias. Al lado de su falso "radicalismo", pidiendo que "en la Internacional no se admitiera más que obreros manuales" y "se excluyera a los trabajadores del pensamiento", propugnaban y defendían a la vez un sistema de crédito internacional como base para la solución de los problemas fundamentales del proletariado… De acuerdo con la posición francesa, Marx, como intelectual, era incompatible con la Internacional, con su propia obra.

De otra parte, la posición en contra de los trabajadores intelectuales no estaba determinada por un sectarismo de clase, sino por la acción reaccionaria de los ideólogos que, en nombre de un radicalismo revolucionario, combatían toda acción política, luchaban por desviar al proletariado de la acción política. Su proposición la fundamentaban diciendo que trataban de "impedir que la Internacional fuese invadida por elementos ambiciosos, por hombres de partido que harían de ella un instrumento al servicio de sus fines particulares…" He ahí el argumento que no abandonarían los elementos anarquistas hasta nuestros días.

El primer Congreso planteó dos problemas que habrían de tener una gran repercusión en las luchas sociales. El primero, que "la jornada de ocho horas debería ser el principio de la organización del trabajo". Ocho horas de trabajo, ocho horas de recreo y ocho horas para descansar. De ahí la lucha por los tres ochos. El otro problema fue es de definirse en contra de los ejércitos permanentes y emitir un voto unánime a favor "del armamento general del pueblo y de su instrucción militar". En el primer Congreso de la Internacional quedaron ya planteados problemas que, en lo sucesivo, figurarían como reivindicaciones fundamentales del proletariado, teles como la lucha por la jornada de ocho horas, el mejoramiento de las condiciones del trabajo de las mujeres; contra el trabajo de los niños, la lucha contra los ejércitos permanentes y contra toda clase de impuestos. El Congreso aprobó los estatutos y el reglamento por el que habría de regirse la Asociación Internacional de los Trabajadores. Sobre el primer punto fue adoptada la siguiente a siguiente resolución:

—El Congreso declara que, en el estado actual de la industria, que es la guerra, debemos todos prestarnos mutua ayuda para la defensa de los salarios, Pero es de su deber declarar también que existe un fin más elevado que demos alcanzar: la supresión del salario. El Congreso recomienda el estudio de los medios económicos basados en la justicia y la reciprocidad.

El problema de la jornada de trabajo fue uno de los más discutidos. Es curioso observar cómo problema tan importante y decisivo para el proletariado encuentra en el primer Congreso de la Internacional ciertas oposiciones. Algunos delegados suizos se enfrentaban con esa propuesta que estimaban podía perjudicar a la industria relojera de su país. Los delegados franceses, por otros motivos, hacían objeciones igualmente a la idea de la jornada de ocho horas.

—La delegación francesa —mantenían— rechaza toda reglamentación. La ley no debe intervenir en esta cuestión. Las condiciones de producción de cada país son diferentes.

Aparecía en torno a este problema toda una serie de intereses nacionales que, en una época donde se iniciaba el sentido de la solidaridad de clase y del internacionalismo, eran los que determinaban las posiciones de muchas delegaciones, que se dejaban llevar por concepciones nacionalistas que nada tenían de común con los principios de la Internacional. En los Estados Unidos, en ese momento, ya estaba bastante generalizada la jornada de ocho horas. La posición de los trabajadores americanos era de protesta porque en Europa existían jornadas de trabajo superiores, porque ello significaba una competencia de mano de obra con sus consecuencias directas en los precios de las mercancías y en los mercados.

Para cortar el debate y llegar a un acuerdo fue necesario que Odger, representante del Consejo Central, realizara un gran esfuerzo: "En nombre de la solidaridad —dijo— y de la unión, debemos aceptar como principio la jornada de ocho horas."

Al final fue aceptado el punto de vista del Consejo Central:

—El Congreso considera la reducción de las horas de trabajo:

1º Como el primer paso con vistas a la emancipación del obrero.

2º En principio, el trabajo de ocho horas por día debe ser considerado como suficiente.

3º No debe ser realizado ningún trabajo nocturno, salvo en los casos previstos por la ley.

—Así quedó planteado en el primer Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores el problema de la jornada de trabajo. La delegación francesa consiguió que sobre el problema del crédito se aprobara la siguiente resolución:

1º El Congreso pone al estudio de todas las secciones el crédito internacional y las invita a hacer llegar al Comité Central los trabajos sobre este punto para que sean publicados en el boletín, de manera que sean conocidos y el problema pueda ser resuelto en el próximo Congreso.

2º El Congreso, desde ahora, pone en estudio la idea de una federación de todos los bancos obreros creados o que puedan crearse para unirlos más tarde en un establecimiento central de la Asociación Internacional de los Trabajadores.

El Congreso no pudo discutir todo el orden del día. Muchos de sus puntos quedaron excluidos. El problema religioso, entre otros, fue excluido de acuerdo con el criterio de los miembros del Consejo Central de que era contraproducente su discusión.

—La resolución central, la más importante de las adoptadas, ha sido la que figura en el punto 4º del orden del día, presentada por el Consejo Central y elaborada por Marx. Es la siguiente:

Resolución de la Asociación Internacional de los Trabajadores

Resolución sobre los sindicatos (elaborada por Carlos Marx y adoptada en el I Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Ginebra, 1866).

A) Su pasado. El capital es una potencia social concentrada, mientras el obrero dispone sólo de su fuerza de trabajo. Por ello el contrato entre el capital y el trabajo nunca puede descansar en condiciones justas, ni hasta ser justo en el sentido de una sociedad que pone a un lado la posesión de los medios materiales de existencia y de producción y al lado opuesto las fuerzas productivas vivas.

La única potencia social del lado de los obreros es su masa. Sin embargo, la potencia de la masa está rota por la desunión. La dispersión de los obreros está engendrada y mantenida por su rivalidad inevitable. Los sindicatos han nacido primero de tentativas espontaneas de obreros por suprimir, o a lo menos limitar, esa rivalidad, por arrancar condiciones de trabajo establecidas por contratos situándolos, por lo menos, por encima de la condición de simples esclavos.

Por eso, el objetivo inmediato se ha limitado a las reivindicaciones de todos los días, a los medios de defensa contra las usurpaciones incesantes del capital, en una palabra, a las cuestiones de sueldos y de tiempo de trabajo. Esta actividad de los sindicatos no es solamente legítima, sino necesaria. No nos podríamos dispersar de ella en tanto subsistía el modo actual de producción. Por el contrario, es preciso generalizarla creando sindicatos y uniendo éstos en todos los países.

Por otra parte, los sindicatos, sin darse cuenta de ello. Se han convertido en centro de organización de la clase obrera como los municipios y las comunas de la Edad Media lo fueron para la burguesía. Si los sindicatos son indispensables para los combates diarios entre el capital y el trabajo, son aún mucho más importantes en tanto que aparatos organizados para apresurar la abolición del mismo del salario.

B) Su presente: Hasta hoy, los sindicatos han visto de una manera demasiado exclusiva las luchas locales e inmediatas contra el capital. Todavía no han visto sus posibilidades de fuerza ofensiva contra el sistema de esclavitud de los salarios y contra el modo de producción actual. Por eso se han quedado demasiado aparte de los movimientos sociales y políticos generales. En estos últimos tiempos, sin embargo, parecen adquirir conciencia de su gran tarea histórica, como se puede inferir, por ejemplo, de su participación al movimiento político más reciente en Inglaterra, de su concepción más elevada, de su función en los Estados Unidos y de la resolución de la última gran Conferencia de los delegados de las Trades-Union en Sheffield, que decía:

"Esta Conferencia aprecia enteramente los esfuerzos de la Asociación Internacional para unir a los obreros de todos los países en una federación fraternal común y recomienda con mucho interés a las diferentes asociaciones representadas en la Conferencia ingresen en esta organización, teniendo la convicción de que ésta es necesaria al progreso y al bienestar de toda la clase obrera."

C) Su porvenir: Aparte de sus objetivos primitivos, de ahora en adelante los sindicatos tienen que trabajar de manera más consciente, como centros de organización de la clase obrera, en vista de su emancipación completa. Es preciso que sostengan todo movimiento social y político que tenga ese fin. Al considerarse y al trabajar como los pioneros y los representantes de toda la clase obrera, lograrán necesariamente atraer a los trabajadores que todavía están fuera del sindicato. Es preciso prestar la mayor atención y cuidado a la defensa de los intereses de las capas obreras peor pagadas, por ejemplo, los obreros agrícolas, a quienes las circunstancias particularmente desfavorables neutralizan su fuerza de resistencia. Es preciso que los sindicatos inculquen al mundo entero la convicción de que sus esfuerzos, bien lejos de ser egoístas e interesados, por el contrario tienen como fin la emancipación de las masas sojuzgadas.

La Asociación Internacional de los Trabajadores, si no era propiamente una Internacional, pues sólo agrupaba una parte del proletariado de ciertos países de Europa, proyectaba, sin embargo, por encima de las fronteras, al margen de toda diferencia de razas, un grito de unidad, haciendo suyo el del Manifiesto del Partido Comunista, y sentaba con él las primeras bases del internacionalismo proletario. La Revue des Deux Mondes y la Revue Contemporaine, analizando la Internacional y su primer Congreso, afirmaba "que constituía uno de los acontecimientos más importantes del siglo".

Y, en efecto, así fue.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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