Recientemente, César Miguel Rondón emitió un tuit llamando a agredir y perseguir a revolucionarios. Luego, dijo que su mensaje se había mal interpretado. Antes Tulio Hernández incitó a lanzar materos. Y por ahí salieron algunos faranduleros insultando al mandatario nacional.
Lo anterior es algo programado. Los medios de comunicación y redes sociales están siendo utilizados para inocular odio hacia los chavistas. La consecuencia es la agresión. Esa es la estrategia política de la derecha internacional: generar conductas irracionales, como parte de la denominada guerra psicológica a la que somos sometidos los venezolanos en el presente.
Luego del efecto deseado: la intolerancia hacia el otro por pensar diferente, viene la reacción desproporcionada e irracional por parte de algunos que, por ejemplo, terminan lanzándoles piedras, excremento o lo que les provoque a guardias nacionales, y hasta causándoles la muerte. Esta situación es premeditadamente ignorada por las cadenas mediáticas nacionales e internacionales. El objetivo, promover que aquí hay una dictadura mientras curiosamente se valen de medios para denunciarla.
El asunto no es nuevo. Vimos en el 2002 cómo agredían a los militares: aquellas mujeres vestidas de negro que les arrojaban prendas íntimas. Ahora, las dosis se han incrementado. Ya no bastan los fallecidos de Puente Llaguno; ni los que resultaron de descargar la arrechera de Capriles; menos los 43 del plan La Salida; además de eso necesitan las muertes por causa de las protestas violentas iniciadas en abril del 2017, en ellas han perdido la vida más de 40 venezolanos.
En definitiva, es el mismo guión aplicado a países como Ucrania, Libia y Siria, las víctimas se transforman en victimarios. Eso es lo que exportan. La razón, la democracia participativa y soberanía de Venezuela ponen en peligro la hegemonía de un imperio desplazado que necesita invadir y saquear para mantenerse.