Chávez nos enseñó a amar, a respetar y no caer en ese constante morbo de estar atacando moralmente a un líder.

La diferencia de tener a un presidente en revolución es que es del Pueblo. Ni Chávez ni Maduro vienen de los sectores de clase Media donde impera el analfabetismo político, la descriminación social y de las apariencias.

Ambos presidentes al llegar al Poder nunca se apartaron del pueblo, o aliándose con las oligarquías y con personas que les da rubor ensuciarse los zapatos entrando a un barrio.

Con los años he aprendido a reconocer cuando un hombre es de Pueblo,cuando tienen un alto nivel de sensibilidad humana y social, cuando sacrifican su vida privada por servir a los demás.

En el caso de Nicolás Maduro desde que llegó a la presidencia lo he observado y escuchado hasta la saciedad y con mucha atención ya que no puedo juzgar a una persona porque otros, en su envidia y malicia, se la pasan cuestionando y afirmando cosas sin la más mínima prueba.

No soy de las personas que se deja engañar o confundir así por así. Cuántas personas a diario se la pasan deningrando del presidente, insultando el gobierno porque no tienen otro argumento que el miedo y la rabia.

Cuántas veces no he escuchado contra Maduro maldiciones y deseos de asesinarlo de personas que no saben de política ni por la "P" porque creen que hacer política es hablar mal de un líder, acusarlo, burlarse, resaltar sus fallas personales o de gestión.

Cuando yo escucho a alguien resaltando las fallas del Presidente lo que observo es un terrible pesimismo, una ausencia de amor y tolerancia, personas que para nada saca a relucir del Presidente su parte humana, sensible, sus logros, sacrificios y su servicio.

Viven bajo esa concepción politiquera que todos los funcionarios públicos son corruptos y se aferran a un cargo.

Cuánto tiempo no se difamó de Chávez. Los que de él se mofaban, de lo que falsamente se le imputa,de una culpa constante como si él fuera el mal, manifestándose un racismo social muy bien inoculado por los laboratorios de guerra sucia.

"Maduro el ignorante", "El autubusero" como repiten los deslenguados porque parece que nos acostumbramos a ese esteorotipo de gobernante; blanco, de traje, que hable bonito, de titulos y que no sea tan radical. Pero el destino nos trajo con la revolución dos líderes, ambos de estirpe humilde, que conocen la esencia popular, que entienden la vibra de los desplazados, excluidos, explotados y discriminados. Que entiende nuestros códigos y que van creciendo en la medida que se agachan para lavar nuestros pies como lo enseñaba Jesús de Nazareth.

Es dificil no entender a Chávez y a Nicolás desde de proceden, de nuestras entrañas, por esa razón las familias ricas que obstentan poder no nos perdonan de haberlos desplazado por elegir hombres y mujeres como nosotros.

Independiente de las fallas y cosas que Maduro como ser humano cometa, no por eso podemos traicionarle como así lo ha hecho como forma de vida política adecos y copeyanos desde siempre.

Lo que hace que apoye de corazón la revolución han sido las conductas y entrega de ambos líderes; Chávez y Maduro.

Cuando Chávez se desbordaba en amor por la gente, ahí yo sentía la revolución, cuando Maduro abraza con sinceridad a un anciano, un hombre o una joven, allí yo veo su grandeza y humildad.

Dejemos esa mala práxis política tan dañina de estar juzgando y dañando la moral y la imagen de hombres y mujeres sinceros que mientras estamos acuzándolos ellos están trabajando sin descanso.

Yo no creo en políticos ni líderes que se aprovecharon de la revolución y del Estado en cargos públicos, créditos, carros, casas, viajes, cosas y estén hoy echándole leña al fuego para perjudicar el proceso.

Yo no creo en movimientos políticos, grupos y personas que jamás pisan un barrio y que traicionan al otro que les brindó un espacio de servicio para no decir poder.

Yo amo a Chávez, mi gran Padre político, y amo a Maduro porque su amor por esta nación es enorme y lo demuestra.