Esta frase, atribuible a la cultura filosófica japonesa, no necesita mas rebusque interpretativo ya que prácticamente es literal. En nuestro país, como en casi todos los que conforman esta América, esto aplica a la inversa y en el mejor de los casos (en un porcentaje muy pequeño) a lo que debería significar.
El comportamiento nipón, forjado por siglos con sangre, sacrificio, dureza, paciencia y defensa, como sus espadas samuráis, es muy poco permisivo a la hora de modificar su estoicismo o temple, a pesar del chorro no de la multicultura, sino de los antivalores que reciben por vías del inmediatismo mediático y que afortunadamente para ellos, no asimilan en gran medida. Como ellos, hay muchos países del orbe que resisten este embate. Por eso, a pesar del asedio de los antivalores globalizados, el orgullo de su gentilicio descansa en la valía de su comportamiento como pueblo, más que en sus logros tecnológicos, económicos y de su desarrollo en general, que al fin de cuentas, son producto de su manera de actuar colectiva. ¿Es impoluta la sociedad japonesa? La imperfección del comportamiento individual de algunos que la conforman, no hace mella de cómo se conducen como un todo. Hasta la vergüenza cuando se procede mal es milenaria, porque consideran que un mal comportamiento afecta al resto y eso está arraigado en sus entrañas.
En países como el nuestro, con una transculturización brutal producto al poco arraigo hacia lo nacional, hacia lo nuestro, hacia lo vernáculo (que es visto como lo ramplón) nos jactamos en cualquier segmento sociocultural del cual "pertenecemos", que somos avispados, pícaros y vivos. La honestidad es vista como una debilidad, como un comportamiento extraño más que escaso, no como el deber ser de nuestro actuar. Tenemos tan trastocada nuestra manera de ver "normal las cosas", que el solo hecho de aclarar nuestra honestidad, nos hace sospechoso de no tenerla. Y como mencionó John Lennon "Puede que ser honesto no te consiga amigos, pero siempre te conseguirá los correctos" nos hace ver que la honestidad es una especie de filtro, que decanta las personas por su buen o mal proceder dentro de las sociedades integras y compactas, pero este no es el caso de la nuestra. En la nuestra, la sagacidad manejada como medio para apoderarse, no solo del bien material, sino de lo intangible como las emociones y las ansiedades que se generan, es visto como algo ventajosamente positivo, no como lo que es, algo pernicioso. Los logros obtenidos a través de esto, son socialmente "admirados" y muchas veces envidiados. Hasta se describe como un premio resultante de un "sacrificio", no de la usura o la toma de las pertenencias de otros. Aquí aplicaría la ingeniosa frase de ese gran humorista norteamericano Groucho Marx, cuando dijo que "El secreto de la vida es la honestidad y el trato justo. Si puedes fingir eso, lo has conseguido"
Cavilando hoy, me puse a pensar que en nuestra actual situación de crisis nacional, más que política, económica o ideológica es de valores. No descubrí el agua tibia, lo se. Pero, si remembramos aquellos viejos valores fundamentales de la familia, de la sociedad, de nuestra ya solapada e impalpable cultura originaria, donde la riqueza material se sustentaba en un esfuerzo físico y mental, porque no había que esforzarse en lo moral, ya que este valor era intrínseco. Esto era lo común, es decir, nos parecíamos un poquito a los japoneses. Pero, eso ya es historia. Y no vengan a decir que la Cuarta era mejor que la Quinta. La diferencia estriba en que el uso actual masivo y casi gratuito, de la tecnología de la información y la comunicación, se hace mas alarde y difusión de "tantas verdades, como mentirosos hay difundiéndolas". Y por su puesto, existe una masa ávida de oír, leer o ver lo que convenientemente quiere y arrecharse con lo que no le gusta. Es la única elección por la cual peleamos, nuestro derecho a la desinformación. Esto es abrumador. El ser honesto no es tema de conversación o difusión. Esas "pendejadas" ni los curas la dicen, porque ellos son parte activa de la deshonestidad, que de manera nada supina e inocente se pasea "bendecida" por sus ermitas palaciegas, ya que estos "sacros barones" (con esa b) son los "facultados" para repartir los santos y demonios, a su discrecionalidad. El ojo de la aguja lo ampliaron, para que pasen más a través de el, ya que eliminaron la famosa sala de espera que era el purgatorio. Ahora las almas tienen menos dificultades de entrar al Empíreo porque se ablandaron los requisitos de ingreso, para aquellos que "paguen bien" el viaje.
En Venezuela, se están iniciando y dando muchos fenómenos de comportamiento social, que afecta la psiquis individual y colectiva. Sin ser psicólogo o sociólogo, solo me fundamento en el empirismo vivencial, mas allá de la teorización o experimentación controlada. Pero, no es un eufemismo decir que el revanchismo ya no solo insultante sino exterminador, se pude arraigar como otra expresión mas anexada al catalogo de los antivalores ya mencionados y que nos puede arrebatar lo poco que nos queda "nuestro" y lo poco que es "tuyo". Y no hablo de lo material. Y a pesar de que es un cliché decir que hay tantas, pero tantas cosas que nos debería unir en lo común a la gran mayoría de nosotros como venezolanos para enrumbándonos a mejores derroteros, también es cierto, que cada día nos están convenciendo que no es así y lo peor del caso, lo creemos, porque me lo dice el señor Google, el señor WhatsApp, el señor Instagram y el señor Facebook. Ellos pasan mas tiempo conmigo y saben más de "valores entretenidos" que mis padres y mi familia. Lamentablemente es así.