Cero procrastinación, algo de nacionalismo y mucha ciencia

En nuestra Venezuela Bolivariana, estamos inmersos en un refrito diario de una desgastante y perversa forma de vida, que ya ha sido inoculada en nuestra psiquis y que es parte distorsionada de nuestra idiosincrasia y cultura, porque desde que nos levantamos, iniciamos el enfrentamiento perdido contra las carestías de las sentidas necesidades humanas, materiales y afectivas que nos agobian y que además, son aderezadas por un omnipresente mensaje político manido y manipulador que nos ha hecho perder nuestro irretornable tiempo de vida transcurrido. Estamos hundidos en un ambiente donde la procrastinación nos gobierna, nos maneja, nos guía y donde lo que realmente debería ser importante para recuperar la creativa cordura de nuestro país, es desviado hacia situaciones irrelevantes en lo beneficioso, pero significante en el control de nuestra cognición, nuestros afectos y en general, en el comportamiento de todo un pueblo. Esto no es una casualidad, es premeditado y realizado por todo el conglomerado que conforman los grupos de poder en Venezuela. Y aquí el abanico ideológico es amplio, ya que participan todos los factores de poder (los que se creen de izquierda y gobiernan y los que si son de derecha y pretenden gobernar) en una comparsa sincronizada, donde disputan y mancillan la voluntad del pueblo, que ya no tiene voluntad de nada.

Una de las cosas más importantes para la recuperación socioeconómica y desarrollo de un país, es la creación científica y tecnológica. Todas aquellas naciones sometidas a largos periodos de calamidades, sea por contingencias internas o impuestas por potencias supremacistas extranjeras, han desarrollado sus propios parques tecnológicos e industriales, apoyados por una ingente y dinámica generación de conocimiento científico. Esta ha sido la apuesta y respuesta y en ello han invertido. Y no solo ciencia y tecnología para la productividad, para la alimentación, para la salud, sino para su seguridad y defensa, deslastrándose con eso de la dependencia dictatorial de los procesos, técnicas, herramientas, equipos, innovaciones, repuestos y provisiones que venden y manipulan al mejor postor como mercenarios, las grandes corporaciones multinacionales, propiciando bloqueos a la discrecionalidad de los gobiernos soberbios. Ejemplo de ellos tenemos en Cuba, Irán, China y Rusia. Esta última, que emergió poderosa un tiempo después del desmantelamiento de la Unión Soviética, cuando pensaban que después de una época sería doblegada, para convertirla en una gran y fría estepa, que sería manipulada por la Unión Europea y las directrices de los Estados Unidos. Se equivocaron en esa jugada.

Pero, ¿Cómo lograrlo? De entrada, hay que rescatar algo que tienen en común esos países. Todos ellos redimieron y fortalecieron su gentilicio, su orgullo, su querencia al suelo natal, su conciencia, su conocimiento y su arraigo al acervo patrio. Sin esto no lograremos nada de lo que nos propongamos y es realmente lo más difícil de alcanzar. En el caso de Venezuela, es harto complejo, porque la polarización política y social no ha disgregado de una forma tan brutal, que ya no diferenciamos entre las bondades de nuestro país y nuestra nación y la miserable crisis que estamos viviendo a lo interior de ella. Renegamos de nuestra identidad dentro y fuera de nuestras fronteras, le echamos la culpa no solo a los políticos sino a la patria misma. Aquella ilusa e ilusoria fortaleza "que teníamos" hasta la década del 2010, cuando nos recibían (más bien a nuestros dólares) en Colombia, Ecuador, Perú con bienvenidas que rayaban al "lacayismo", sucumbió, con la caída de los precios del petróleo y ante la impune corrupción y complementado después, con el miserable embargo gringo. La situación de hoy no ha cambiado. Siguen los factores que crearon y condicionaron esta crisis, tenemos poca producción petrolera, bajos precios, cero ingresos, el bloqueo más radical y la corrupción más galopante y sin miedo.

Ahora, en esos países que antes nos recibían con pomposas bienvenidas, se han convertido en el destino final de nuestros muchachos. Y cuando hablamos final, es final literalmente. La xenofobia y el chauvinismo han creado las despreciables leyendas peruanas, colombianas y ecuatorianas, de que ser "veneco" es sinónimo de delincuente bien vestido y "veneca" sinónimo de mujeres "prepago explotadas". Nos han matado cientos de muchachas y muchachos por el solo hecho de ser nuestros nacionales, amén de la maldita y humillante y esclavizante explotación social y laboral a la que son sometidos, a sabiendas de que nuestra migración ha sido la más formada en lo intelectual y técnico, que pudo haber salido de país alguno en América, en comparación con los desplazamientos humanos de Colombia, Ecuador y Perú, que eran y son personas con habilidades para trabajos primarios muy físicos, pero con limitada instrucción. Por años, Venezuela les alivió la carga social, económica y de asistencialismo a ese trío de "países hermanos y bolivarianos" porque su pobreza se desplazó a nuestra patria y entre la benevolencia del estado y su poca capacidad de cuidar nuestras permeables fronteras y hasta el interior de nuestro territorio, permitieron la creación de asentamientos humanos, barrios y ciudadelas enteras, donde no se pagan los servicios que se consumen, donde es inexistentes los tributos al estado pero si las "vacunas y el peaje" a las bandas de delincuentes, donde en general, la ley venezolana no aplica y "hablar cachaco" es indispensable para poder caminar por ahí. Muchos dicen que Maracaibo y San Cristóbal, son grandes barrios de Barranquilla y Cúcuta, respectivamente.

La actual fortaleza industrial y económica de Alemania, aunque se niegue, fue creada por el canciller del Tercer Reich Adolf Hitler, pero a un costo humano impensable. Esto pasó igualmente en el Japón Imperial de Hiroito o en la antigua Unión Soviética de Stalin y en otros países. En China, Mao pudo unir, a sangre, fuego y una ideología comunista nacionalista presente en todos lados, a todos los enormes grupos humanos étnicos, lingüísticos y culturales que conforman ese gigante y nutrido país, en torno a una sola nación o un país todo. Ya hecho es "monumental trabajo" a Deng Xiaoping le resultó más fácil dar el impulso de una China rural al gigante país tecnológico y económico que hoy en día es y en un tiempo histórico relativamente corto. Otros países como Estados Unidos o Canadá, hicieron y aun hacen, una "selección" de los extranjeros que puedan ingresar a su territorio en base a su necesidad científica, tecnológica y económica, sin importar su pasado delictivo. Alemanes nazis que participaron en crímenes de lesa humanidad en la segunda guerra mundial fueron recibidos como héroes, como el famoso caso de Wernher von Braun, que fue el creador del programa de cohetes que llevó el hombre a la luna (lo que originó la NASA) y la construcción de los misiles atómicos intercontinentales, que hoy tiene como escudo de ataque y defensa los norteamericanos.

Volviendo a nuestra América Latina, países como Chile y la misma Colombia, dentro de un corto lustro tendrán un impulso a su desarrollo técnico, industrial, de investigación y producción, por la cantidad de jóvenes mentes y manos venezolanas que anidaron allí esos conocimientos formados en nuestras aulas, hoy vacías; mientras en nuestro país languidecemos en una estéril diatriba política que no nos deja pensar y a muchos los hace renegar de su venezolanidad, de su identidad patria. No solo nos han distorsionado nuestra realidad y perspectivas, sino que diariamente nos hacen dependientes de las deprimentes dádivas con agradecimientos incluidos. ¿Y cuáles son las iniciativas del estado en materia de ciencia y tecnología? Pues, los llamadas propuestas socioproductivos, que son apenas fugaces o inestables proyectos marginales de pequeño alcance. No hay grandes proyectos económicos, científicos y productivos, ni ahora que no hay recursos, y los que se crearon cuando eran abundantes esos recursos, fueron abandonados y desmantelados. Y lo triste, que esas manos y mentes formadoras de nuestra juventud, están extenuadas y famélicas, por el mísero estipendio que devengan, teniendo que hacer otras actividades para subsistir y dejando a un lado su digna actividad como maestras y maestros. En los países con desarrollo social económico y tecnológico, los docentes, los médicos y los científicos son las personas con mayor protección socioeconómica por razones obvias. Pero aquí no es tan obvio, ya que basta para tener privilegios y hasta para recibir reverencias, llevar un uniforme, una toga, una sotana o una corbata con carné político,

Tenemos por delante la tarea de unir un pueblo más disperso y discorde, que al que se enfrentó Mao después de la China Imperial, pero con mucho menos gente por supuesto. Pero, ni pensar utilizar el método del canciller alemán Hitler, ni del Gran Timonel Mao, ni las purgas de Stalin, ni nada parecido. Pero, si debemos rescatar nuestra alicaída unidad nacional y olvidarnos de las diferencias impuestas y trabajar en torno a lo que nos une realmente, una enorme calamidad que tiene como piso y subsuelo, la más grande riqueza que país alguno pueda tener. Y esto lo logramos con nuestra gente, con venezolanas y venezolanos, con los que están aquí y con los que salieron, que deben regresar. Además, de una vez y por todas utilizar todo ese enorme bagaje de información que se encuentra represado en los archivos y discos duros de las universidades e institutos tecnológicos, para que ya no sean un privilegio impalpable de conocimientos y que muchas veces sólo han servido para graduar muchachos o ascender de cargos a docentes, pero que no ha impactado en casi nada en el desarrollo científico y tecnológico del país. Y sin dudarlo, muchos de estos conocimientos, han sido sacados del país junto con sus autores o creadores para seguir alimentando el poder científico y tecnológico de otros países.

Todo lo anterior suena a nacionalismo. Si, es algo nacionalista lo que digo, pero no debe ser de nuevo el nacionalismo sustentado en la ególatra e improductiva abundancia económica y malversada que disfrutamos y nos disfrutaron. Se trata de un nacionalismo hacia el bienestar patrio fundamentado en la creación propia, sin tutela extranjera, donde haya la preeminencia de la prosperidad nacional ante todo, para después poder aliviar a los vecinos. Donde el extraño sea bienvenido siempre y cuando su estadía sea provechosa para todos y donde no haya xenofobia ni chauvinismo pero si respeto al suelo patrio y además, no debemos olvidar de manera definitiva también, que el malinchismo entreguista tampoco es la mejor manera de actuar, cuando queremos rescatar nuestra nación.



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Carlos Contreras


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