¡Que arda!

Parecían preguntas sencillas. ¿Cuánto puedes comprar con tu salario? ¿Llega para pagar a tu familia, alojamiento y manutención? ¿Te queda algo después de pagar el colegio y transporte de tus hijos? ¿Y los costes del transporte hasta el lugar donde trabajas? Pero las planteara como las planteara, yo siempre obtenía las mismas respuestas: "depende" o "no lo sé".

Un amigo me contaba, cuando el Comandante Chávez era el presidente, hace no más de cinco años: tenía suficiente dinero para mantener a mí familia, y aún me quedaban algo, para disfrutar el fin de semana, pero ahora, no gano siquiera para comprar la comida y pagar el colegio de mis hijos. El aumento del salario 50%, es aire; los precios de la comida, sube 200%; los precios no dejan de subir, cada semana. La crisis era aún más profunda, el ambiente se tornó peligrosamente volátil.

Lo cierto es que nuestro país fue simplemente víctima del pánico, un pánico que se volvió letal por la velocidad y la volatilidad del funcionamiento de los mercados globalizados. Lo que comenzó como un rumor, desencadenó la estampida de la manada electrónica. Los bancos reclamaron sus préstamos y el mercado inmobiliario, que había crecido con rapidez hasta formar una burbuja especulativa, estalló al momento. Semejante medidas habrían sido impensables un año antes del azote de la crisis, cuando el pueblo estaba en su momento más álgido de militancia. Venezuela estaba secuestrada y su captor pedía un rescate, así que Gringolandia no le costó mucha salirse con la suya: la burguesía criolla prometieron su adhesión a los acuerdos por escrito. Nunca antes se había hecho tan explícita la misión central de la Escuela Gringolandia consistentes en resguardar los asuntos económicos del alcance de la burguesía.

Vivimos en una época extraordinariamente compleja, en que tendencias contradictorias se han entretejido y han hecho colisión a escala global. Revoluciones sociales y desesperada resistencia de las fuerzas obligadas a desparecer de la arena histórica; ascenso impetuoso del progreso y su reverso, que amenaza con poner fin a la propia vida en la Tierra; importante progreso en todas las esferas de la ciencia y las artes, y degración, que tiene su expresión en la "cultura masiva" engendrada por el imperialismo; lujo frete a la miseria y hambre en medio de la abundancia; pujante movimiento hacia la interdepencia, hacia la aproximación y enajenación, hostilidad entre clases. Todo esto engendra en no poca gente el desconcierto y pavor ante el futuro.

—No soy un fantasma cualquiera: Soy, El Libertador, que he venido a salvar a nuestra Venezuela del caos.



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Manuel Taibo


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