La mentira

La mentira

Texto: Daniel Castro A.

Miércoles 14 de agosto cerca de las 7 pm, frente a mis ojos, en vivo, un reportero de RCTV pregunta a un camarógrafo que lo ve venir de lejos con la GN, en dirección a la ambulancia y a la Defensoría del Pueblo, recién herido en el peroné de una 9 mm:

- ¿Qué te sucedió?

Monroy, que así le llaman, responde:

- Recibí un balazo desde Puente Llaguno...

- Dile a tu familia cómo estás -dice el reportero

-Yo estoy bien, estoy muy bien.

En el acto el reportero anuncia, en vivo,

-En estos momentos nuestro compañero Monroy acaba de recibir un impacto de bala procedente de un grupo de manifestantes acompañados de los diputados Juan Barreto e Iris Valera. Y me doy cuenta que, frente a mis ojos, ese reportero le mintió al público. Si el arma la tuvo el mismísimo José Vicente Rangel o los infiltrados copeyanos, él no podía saberlo de ninguna manera. Él mintió flagrantemente.

Viernes 2 de agosto a las 6 pm. Un presentador de RCR recibía a una abogada especialista en el área de Crímenes de Lesa Humanidad. Ella es presentada como una persona totalmente imparcial procedente de una universidad extranjera. Luego de aducir la inexcusable responsabilidad de Chávez, la entrevistada se presenta orgullosa como miembro del Pull de Abogados contratados por González González. No lo puedo creer: el presentador me mintió.

Viernes 2 de agosto, 6:20 pm, el mismo presentador dice haber recibido un documento de extrema “imparcialidad”, el Informe Técnico de la Asamblea Nacional sobre los sucesos de 11 de abril, y procede a leerlo. Me sorprendió que hubiera otro informe que no correspondiera a los de las comisiones políticas, pero más adelante le pone un apellido: “el informe Técnico de la Comisión Política...” Así no tiene gracia. Yo también leí el informe de la otra comisión Política, la oficialista. No había nada imparcial en su contenido. Pero quien no sabe que se presentaron dos informes, cree que es el informe único y definitivo. Simplemente, ese periodista me mintió dos veces en 20 minutos y en mi cara.

Creo que la mayoría de los venezolanos, entre ellos muchos antibolivarianos, no cree en la inocencia de los militares sobreseídos. Incluso el constitucionalista Juan Carlos Rey, del que jamás se podrá decir que es chavista, describió con detalles las razones por la cuales él cree que a) sí hubo un golpe de Estado y b) las armas de los militares actuaron disuasivamente hasta llegar al arresto del presidente. He escuchado largamente a la bancada de la oposición en el Congreso y ni siquiera escuché de ellos verdadera defensa de la integridad de los Magistrados. Los argumentos más bien iban en que la deshonestidad de los magistrados era responsabilidad de Miquilena, hace un año héroe epónimo del gobierno.

Todos tomamos por un hecho cómo se juega y se ha jugado a la cortina de humo en el TSJ, antes CSJ. Todos sabemos que el conteo previo de jueces es una vieja treta y que la reciente reforma del Poder Judicial fue chucuta. De hecho, cuando se declaró inocente a Richard Pérez del Puente Llaguno, la oposición recordó cuán ilegítimos eran los tribunales, y muchos bolivarianos que no vieron las pruebas de video y los testimonios apoyaron la decisión mientras secretamente se preguntaban “¿cómo se habrán salido de esta?”. Igualmente muchos opositores en Chuao escucharon por TV a sus líderes decir que la decisión del sobreseimiento es justa y apegada a la verdad, y a pesar de que no les creían, les perdonaron dulcemente: se había ganado un importante espacio contra el gobierno, y eso valía oro. La otra vez me encontré en el supermercado a un amigo querido, hasta donde yo sé, honestísimo de toda su vida, quien me había leído en un periódico local un artículo en contra de las manipulaciones de la prensa. Me dijo, con toda honestidad, lo que muchos me han dicho muchas veces: “yo sé que a veces exageran, los medios, ¡pero es que hay que salir de ese loco!”.

De ser así, me preguntó: ¿Cuál es la verdadera medida de nuestro amor por la objetividad y la justicia? ¿Dónde comienza la honestidad de nuestras jugadas y dónde comienza Maquiavelo? ¿A partir de cuándo una mentira blanca se vuelve negra como la conciencia? ¿Por qué perdonar a una institución que miente? ¿Por qué seguir descalzos como corderos, a los que nos les temblará el pulso para desacreditar innoblemente al prójimo?

Que el gobierno también mienta no es una buena excusa para vivir entre mentiras. Yo invoco el derecho a quejarme de todas las mentiras, de dónde provengan. Porque además la mentira es, desde la perspectiva del enemigo como del amigo, la prueba irrefutable de tu deshonestidad y la chispa para el barril de pólvora en el que nos han sentado.


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Daniel Castro A.


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