I
Vivo donde hacen barricadas talando los arboles con motosierra y apilando basura traída desde no sé dónde. Vivo donde queman cauchos y opinar es ser chavista y ser chavista es reencarnar como Juana de Arco.
Soterradamente quienes pensamos distinto nos organizamos, y calladitos nos fuimos bien temprano hasta las catacumbas del pueblo. Buscamos el centro electoral con Google Map, no sabíamos de la existencia de esas escuelas, y tampoco sabíamos que había tantas por allá, pues a menudo confundimos nuestro limitado espacio cotidiano con la totalidad de mundo.
Llegamos a las 7:15 am, ya había una larga cola y estaban votando desde hace rato los lugareños, pero esa cola no correspondía a nosotros, pues éramos los reubicados por la contingencia.
Hicimos otra cola, tal vez de 20 personas. Nada que se movía la cola. Nos informan que aún no estaban instaladas las mesas para la contingencia porque no asistieron la totalidad de los miembros de mesa designados por el CNE. Buscamos una sombra, ya a las 8 am el sol picaba.
Nos impacientamos. Busque hablar con una mujer que veía muy activa, le pregunte que pasaba.
-Nos falta gente para las mesas ¿usted puede señor? . Me pregunto con ojos de angustia.
-No, no puedo, debo ir a trabajar de tres a once. Respondí rápidamente con una mentira. Sabía que si aceptaba estaría allí hasta las 10 de la noche.
Observe a los activistas de la "UBCH", hable con ellos. Estaban organizados para su 1 x 10 y para "mover" gente a votar. Conversamos, y al final reconocieron que lo importante era iniciar el proceso de votación, ya había una cola como de cuarenta, y algunos amenazaban con irse. Fueron a sus casas, se cambiaron la camisa con proselitismo y regresaron para asumir las mesas. Entre con ellos a la escuela, se ubicaron en sus puestos, vamos a probar.
-Venga señor, pase usted.
Me dijo la chama, muy bonita y de tez canela, tomo mi mano para ponerla en el capta-huellas. Dudó en el manejo del "tecnofacto", leímos las instrucciones, volví a poner mi dedo… pitó y apareció el mensaje "habilitado…" fui hasta la máquina, no veía los nombres ni los números de los elegibles.
-Señor, ¿le apareció para para votar? . Me pregunto
- No preciosa, no veo los nombres. Le respondí.
- ya va señor… ¿y ahora?
- Sí. Grite emocionado.
Eran las 8 y 30 cuando salí del caluroso salón, sonriente y sin mi meñique pintado de violeta. Vi la cola, había como 60 personas. Le informe al teniente del ejército que ya estaban operando las mesas 4, 5 y 6. Otras personas estaban organizándose en las demás.
El teniente se fue hasta la cola de impacientes electores reubicados por la contingencia y en fila india los condujo hasta las puertas de cada una de las diminutas y calurosas aulas de clase de los hijos del pueblo materialmente pobre.
Me quede otro rato más. Llegaba gente en grupos. Una buseta full de gente, un autobús youtong. Un camioncito de plataforma desde donde la gente saltaba cual soldado en maniobras. Ellos venían nosotros caminábamos en contra corriente. Nos vimos a las caras, había caras en alto, ojos achinados por el sol y por las sonrisas y hasta las carcajadas. Un "pana mío" venía de frente…
-¡ya tas listo! . Fue su saludo,
- listo, de primerito. Mi respuesta.
Fuimos a buscar al otro amigo que quedó en otra escuela, había mucho más gente. Saque mi teléfono y registre para las redes sociales la larga cola. Eran las 9 y 20.
No sentamos un rato y tomamos un café. La gente seguía llegando. No había pitos, ni consignas, ni gritos, ni ofensas, ni panfletos, ni maledicencias, ni caras con arrechera, ni banderas al revés, ni cauchos quemados…solo risas, abrazos, paz. El cafecito caliente y su aroma bajo el humilde techo de latón propiciaron una atmósfera muy agradable para la charla…pero debíamos ir a buscar a los otros para estimularlos a votar.
II
Sé que pierdo mi tiempo. El relato no es suficiente para convencer, así como tampoco lo hará la aritmética musical, Dos y dos son cuatro// cuatro y dos son seis//seis y dos son ocho y …//…
Tampoco lo hará buscarle una musiquita a una cuenta tridimensional muy simple: 35 mil mesas, por ocho horas, por 30 votos por hora son 8,4 millones. Oficialmente se habla de 40 mil mesas habilitadas y se trabajó más de ocho horas.
Pierdo mi tiempo, y lo sé. Ni el cuento ni la aritmética, ni que busquemos "rectores magníficos como garantes". Absolutamente nada de lo que diga causará la aceptación de la realidad pues el resentimiento impide la razón. Pierdo mi tiempo, sí, pero paradójicamente solo el tiempo, arcano de la fama y el secreto, y más poderoso que la muerte podrá sanar tanto delirio. Por eso sigo el consejo que el anciano tiempo dio a Bolívar, conservando en mi mente lo que he visto y dibujando a los ojos de mis semejantes el cuadro del universo físico y moral que les son hoy invisibles. Digo mi verdad a los hombres, y a las mujeres, así no guste y cause grima.
III
Arturo Uslar calificaba a su audiencia televisiva como "amigos invisibles". De niño la escuché y me reí de la extraña frase y mi papá me lo aclaró así: "Manolo, claro que no somos invisibles, pero si estas de aquel lado del televisor aunque no ves te ven". Así que aunque no los vistes, poeta, no son invisibles…
No son invisibles son auditables pues el hecho consumado no será convertido a cenizas.
No son invisibles, pueden ir y verlos. Solo tienen que saltar las ya hediondas barricadas de basura y tomar una buseta en la esquina, bueno es saber de las rutas del transporte público.
No son invisibles y tienen en sus manos el poder de ejercer su voluntad absoluta, así que es hora de llamarlos compatriotas visibles.