Sólo el pueblo acabará con el odio y la intolerancia

Bienvenida la Ley Constitucional contra el Odio, la Intolerancia y por la Convivencia Pacífica, hoy en pleno debate en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y en todo el país, para su pronta aprobación; el cual comenzó ayer con buen pie con la magistral intervención del constituyente Isaías Rodríguez, 2º Vicepresidente de la ANC, al exigir que en su exposición de motivos, su justificación no responda a hechos circunstanciales sino que haga patente su enorme trascendencia histórica en la vida presente y futura de Venezuela, y también sea referencia jurídica mundial sobre el tema en cuestión.

De eso se trata. Por ejemplo, la constituyente María Alejandra Díaz refirió ayer que el odio tiene raíces históricas en la lucha de clases, desde que el ser humano esclavizó a sus semejantes miles de años atrás; lo cual fue igualmente señalado por Earle Herrera haciendo mención del libro "Venezuela Violenta" de Orlando Araujo, sobre el odio de los conquistadores españoles sometiendo los pueblos indígenas a la esclavitud, para seguir luego con el odio hacia los independentistas; continuando la de la oligarquía contra Ezequiel Zamora y después la burguesía contra el pueblo venezolano trabajador. Y finalmente, Diosdado Cabello coloca la guinda al enfatizar que esta Ley sancionará no sólo a los crímenes de odio en el pasado, sino también a los que vayan a ocurrir en el futuro.

En tal sentido, debemos tener una aproximación esencialmente social y pedagógica al redactar esta importante Ley, ya que las generaciones futuras se beneficiarán de su aplicación. No la convirtamos en un instrumento para la venganza, porque entonces nos ubicaríamos en el mismo plano de los victimarios.

Para comprender mejor tan interesante situación, veamos el contexto sociohistórico en el cual se desarrolla el debate de esta Ley, donde lo primero que observamos es que el Poder Constituyente guía el proceso de construcción legal; es decir, el pueblo venezolano legislador asumiendo el protagonismo en dicho proceso. Un contexto muy similar al momento constituyente que vivió nuestro país en 1819, cuando el Libertador, Simón Bolívar, dio su discurso ante el Congreso de Angostura después de convivir con el pueblo libertario durante la caída de las dos primeras Repúblicas y el transcurrir de la tercera, y presenciar miles de muertes causadas; señalando "Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América"; lo cual explica de qué estamos hechos: somos heterogéneos, provenimos de dos culturas hospitalarias, generosas y solidarias, pero a su vez aguerridas cuando las circunstancias lo exige. Por ello, Bolívar no tuvo duda alguna de salir de nuestras fronteras con un ejército con estas características para libertar las naciones que fueran necesarias.

Hoy en día, debemos liberar las mentes de numerosos jóvenes que fueron transculturalizados por EEUU y países de Europa, inoculándoles odio e intolerancia hacia cualquiera que no comparta sus ideas, tenga otro color de piel o sea de otro nivel socioeconómico; aversiones que no se encuentran en nuestra sangre compuesta. Ese el meollo de esta Ley, que sirva para, por un lado, desaprender tal conjunto de insanas manifestaciones propias del capitalismo y del imperialismo, y retomar el espíritu de nuestros ancestros; y segundo, bloquear el bombardeo diario que les llega a través del cine, la televisión, la prensa escrita, las redes sociales e internet, y sustituirlo con creatividad mediática, con historias, música, canciones, poesías, mensajes, símbolos y códigos propios de nuestra identidad afroamericana.

Pero, ¿quién lo va a promover?; ¿qué sujeto sociopolítico tomará cartas en el asunto?. Sencillo de responder: el propio pueblo venezolano. Ni de vaina será el Estado burgués y mucho menos los poderes constituidos plagados de burocratismo y corrupción; es en definitiva el Poder Popular bien estructurado, organizado y funcionando a plenitud. ¿Haciendo qué?, formando, regulando y sancionando; ¿a quién?, a los instigadores de tal odio e intolerancia (dirigentes políticos, medios de comunicación, opinantes, mensajeros en redes sociales, etc.).

En conclusión, una Ley que sea precisa, que tipifique bien los delitos, así como las respectivas reparaciones y/o sanciones. Por ejemplo, para los primeros, jóvenes transculturalizados no cometiendo delitos graves, comprensión, formación y trabajo liberador; y para los segundos, los instigadores de oficio, todo el peso de la ley.



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Sergio García Ponce

Ex-vicerrector de Desarrollo Territorial de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).

 sagarciap@yahoo.es

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