¡Qué mala vida esta de un maestro de escuela!
El salario es como muy chiquito en comparación con lo que cuestan las cosas más elementales. Y no hablo de medicinas, porque comprarlas, parece mentira, en tiempos de revolución se volvió como un lujo, tanto que enfermarse es una vaina para las clases dominante. Aunque parece ventajoso. ¡Buena consigna revolucionaria! No sé, si al decir esto cometo un pecado o levanto un infundio contra la “Revolución”, ya que según leí de alguien, Jorge Arreaza, el mismo de los huevos ta´ barato, ha dicho que la salud está garantizada en Venezuela en un 100 por ciento. Es posible sea cierto, pero a lo mejor sucede como con los billetes, pues según Maduro y hasta SUDEBAN, nombro sólo estos porque el BCV se hace el desentendido, que uno no los halla en los bancos, pero hay por demás.
Por esos avatares del salario tan pequeño, que como cosa curiosa más se empequeñece mientras más lo aumentan, cuando supe que habían adelantado un retroactivo de la pensión del Seguro, aprovechando la cercanía a mi casa de la agencia bancaria privada donde la retiro, fui tres veces y naiboa. No hay real. Pero en el banco de Venezuela, del Estado, también cerca, el panorama es el mismo. El presidente dijo, con la misma autoridad que siempre dice sus cosas, que los bancos deben sacar los reales y pagar a la gente, sobre todo a los viejitos. SUDEBAN dijo algo parecido e informó que del cono monetario había “pa´ tirá pa´ arriba”. De donde uno pudiera creer que los bancos todos, privados y estatales están enguarimbados. No le paran al gobierno y este, como con los especuladores, bachaqueros, corruptos y tantas vainas, perdió la autoridad. Tanto que hasta los gerentes de los bancos oficiales, si uno se atiene a la narrativa gubernamental, están en un contubernio para dañarle o lo que casi es lo mismo, arriman la leña a los hornos de quienes hacen la guerra económica. Y no sería extraño, pues quienes más daño hacen al gobierno son de los rojos rojitos, rodilla en tierra, que andan desatados en negocios asquerosos pero abundantes en dólares.
Pero el solo hecho que todavía el billete de cien ande sacándole a los bancos y al gobierno mismo las patas del barro, y otras muy serias razones o pistas, hacen pensar que aquí lo que hay es un corralito no decretado, el cual hasta se intenta ocultar. Según la opinión generalizada, porque ¡hay que ver cómo ha aprendido de economía el venezolano!, hay dos motivos para jugar al escondido de los billetes. La primera, que parece obvia, que el gobierno está racionando la circulación del cono monetario como una manera de contener la inflación. Es llamativo como las monedas de 100 y 500 bolívares no se dejan ver por ninguna parte. Lo que de paso no es nada malo, pues imagínese usted lector, llevando en los bolsillos ochenta monedas de la primera denominación para comprar una torta de casabe. Va necesitar una carrucha para llevar tanto peso, porque ese no hay bolsillo que lo aguante. Se podría decir, parodiando una vieja canción margariteña, “quien cargue tanto peso es bien guapo pa´cargá”. ¿A qué genio del gobierno o BCV, sabiendo cómo rumbeaba la inflación se le ocurrió lo de acuñar esas monedas? No aparecen y no creo que aparezcan, por lo menos en abundancia, porque ellas lo que harían sería romper bolsillos, carteras y hasta caderas. ¡Y hay qué ver lo caro que está la ropa y todo lo que forma parte de la vestimenta del hombre y más todavía recomponer una cadera!
La segunda versión es que el volumen o expresión cuantitativa del cono monetario lo calculó alguien que sólo de las matemáticas se aprendió la resta. Por eso los cálculos le quedaron chucutos.
La verdad verdadera es que nos tiraron un corralito. El gobierno acusa a los bancos de escondernos el cono monetario para crear descontento y nos desgañitemos sacándole el “cono” materno a quien creamos culpable. Así, de rompe, como decimos los venezolanos, cualquiera pudiera creer tal explicación. Pero lo mismo sucede en la banca del Estado y en veces hasta peor. Si es una manera, para lo que ya dijimos, contener el consumo y frenar la inflación, aspirarán entonces sus creadores que el venezolano se inmole, se vuelva asceta o consuma de sus propios hígados, pues la plata que tiene, aun cargándola en la mano, bolsillo o cartera, no le alcanza para mucho. ¿Qué más puede el común de la gente, esa misma que más usa el cono monetario por diferentes razones, comprimir su consumo que no la lleve al suicidio o la inanición?
Pensando en estas cosas uno se la pasa buscándole las cuatro patas al gato y hasta ayer no había hallado respuestas a ese corralito impuesto por quien sea. Pero, en este país, de un tiempo para acá, las vainas se vienen como de repente. Por ejemplo, ya de esto hablamos, Maduro nos confesó que cambiaron el proyecto anti rentista petrolero por el que aplicaron y piensan seguir aplicando con el apoyo adicional del arco minero, porque unos “técnicos petroleros les convencieron”, no precisó a quiénes además de él, que habría petróleo de cien y más dólares para treinta y cuarenta años. Y dijo además, cosa curiosa, tratándose de Venezuela y toda la literatura sobre el tema que aquí hay, que sólo Fidel Castro les advirtió el peligro de aquello. Atrás quedó toda la narrativa, ensayismo de los venezolanos, programas de la izquierda misma, incluyendo el chavismo, no de la derecha justamente, dicho esto por quienes por quedar bien con los de arriba arremeten contra Arturo Uslar, llamaron a enterrar el rentismo lo más pronto posible. O mejor dicho, Maduro, al parecer nunca supo de eso.
Pero también se nos vino de repente la genialidad de Bernal, por cierto experto en asuntos policiales y de seguridad, ahora en lo agrícola y cría, cosa dura de entender, con lo de los conejos en cada casa para solventar la crisis. Y esto, lo de los conejos, junto con las matas de ají dulce y de orégano que tengo en mi casa, me pondrían la vaina papayita. Y mucho más, si el corralito de Maduro o de los bancos que nos hacen la guerra, lo que parece una contradicción, nos sirve para meter esos animales que se reproducen con tanta rapidez que en mi pequeño espacio no cabrían, por lo que tendré que comer conejo con orégano y ají dulce mañana a mediodía y noche y vender el resto, porque de tanto esperar me pongan un punto de venta, porque tampoco hay equipo ni papel, pues a brinco rabioso o efectivo ni hablar y si rompo o me rompen el corralito, ese “animalero” saldría despavorido a las casas vecinas y me quedo como antes, en el esterero. Sin hablar, por ser comedido, no vaya ser que Bernal tome a mal lo que decimos, que deberá dar un curso de modo que podamos asar dos sin que nos queme uno, como a él mismo. Total que si nos pela el chingo nos agarra el sin nariz. Pues quienes por ahora están en el banco, no el donde se guarda la plata, sino donde se sientan los jugadores de la reserva o suplentes, como decíamos en mi tiempo, esperando entrar en “play”, parecen peores que los que ahora están.