El Dr. Carlos Arvelo, en tiempos de la guerra de Independencia, era un patriota integral, que consagró su vida y esfuerzo por la causa de la Libertad.
Era un hombre cálido y jovial, respetado por la comunidad y conocido en todos los pueblos que circundaban las inmediaciones del Lago de Valencia. José Tomás Boves, según noticias, había sido derrotado por Tomás Montilla en las inmediaciones de Valencia, y su ejército diezmado se retiraba en desorden. El Dr. Arvelo y todos los habitantes que circundaban su hacienda se hallaban en el colmo del entusiasmo celebrando el éxito de las armas patriotas, cuando un hombre a caballo irrumpió en medio del patio, para sorpresa de todos y en especial del Dr. Arvelo, ya que el hombre, a pesar de su buena amistad con el galeno, había elegido la causa realista. Arvelo, como médico al fin, no quiso hacer de juzgamundos, y guardándose su reticencia apaciguó la de otros dándole un saludo cordial: ¡Guá! ¿Y esa sorpresa? ¿Qué hace pájaro de mar por tierra? ¿Se puede saber dónde estabas tú metido?
El jinete: Se trata de un herido… Tiene una herida grande en una pierna y se está desangrando… Sólo usted puede salvarlo. Se lo pido por su mama, Dr. Arvelo… es mi amigo… y si usted no hace algo se va a desangrar en vida… Estamos a menos de media legua… ahí mismo en la encrucijada…
Mujer: No vayas, Carlos… Puede ser una trampa para perderte…
Arvelo: Yo no puedo negarme al que solicite mis servicios aunque sea el mismo Boves.
No se imaginaba e Dr. Arvelo cuando pronunció esta frase que era precisamente Boves, el feroz asturiano, el jefe realista, quien se desangraba a pocos kilómetros de su casa. El hábil cirujano que era Arvelo, luego de sobreponerse al susto de encontrarse frente por frente con aquel tremendo caudillo, responsable de la muerte y desolación que inundaba al país, puso manos a la obra e hizo lo que tenía que hacer para parar la hemorragia, salvándole así la vida al peor enemigo de su patria y de su gente. Boves, que era un hombre emotivo, no dejó de comprender el gesto y con voz cordial le dijo a Arvelo:
Boves: Le estoy sumamente agradecido, doctor…
Arvelo: No hice más que cumplir con mi deber…
Boves: ¿Usted cree que otro médico hubiese hecho lo mismo?
Arvelo: Sin duda alguna, señor Boves… Los médicos ante los que sufren no tomamos en cuenta nuestros odios políticos y banderías…
Boves: (Soltando una carcajada) No lo creo, Dr. Arvelo… Usted es un hombre muy especial que tiene toda mi simpatía y agradecimiento…
Arvelo: No tiene por qué hacerlo, comandante…
Boves: Yo quiero premiarle su acción, Dr. Arvelo; pídame lo que quiera y se lo concederé de inmediato…
Arvelo: (Entrecortado) Bueno… yo que yo quiero pedirle es que no le vaya a decir a nadie le salvé la vida, porque eso sí es verdad que no me lo permitirían mis compatriotas…
A menos de un año de aquel momento, José Tomás Boves, quien logra rehacer su ejército, avanza como una tromba sangrienta y victoriosa desde el llano al centro del país, asolando y matando a su paso, en especial a las personas notables que caen bajo sus garras. El Dr. Carlos Arvelo es uno de los prisioneros. Apenas José Tomás Boves se da cuenta de aquello lo hace sacar de la cárcel y lo invita a almorzar. El sangriento jefe realista del año anterior es en estos momentos un loco vesánico que mata y tortura con saña patológica. Sus espantables crímenes no tienen parangón en la historia. Arvelo, cohibido, comparte la mesa del Caudillo:
Boves: (Ligeramente ebrio) ¿Y qué me cuenta ese palo de hombre que llaman el Dr. Arvelo?...
Arvelo: (Flemático) Aquí, comandante… Para sí) ¿Qué estará tramando este monstruo? Por los momentos me invita a almorzar, bebe y se ríe conmigo. ¿Y si me hace lo de Jalón que luego de comer con él se lo entregó al pelotón de fusilamiento?
Como se le hubiese leído el pensamiento, Boves le dice en ese momento al médico.
Boves: Por aquí le tengo una sorpresa, Dr. Arvelo… aquí está la lista de los cincuenta traidores que dentro de un rato serán pasados por las armas… Véala a ver qué le parece.
Arvelo empalidece. Encabezando la lista de los que van a ser ejecutados reconoce su propio nombre. Boves, entre socarrón y cruel, luego de deleitar el terror del médico le dice:
Boves: Pero como yo soy un hombre agradecido, le voy a conceder la gracia de que elija tres hombres para ser indultados.
El médico inmutable responde:
Arvelo: Si está en mis manos salvar la vida de tres inocentes elijo a José Ovidio Rodríguez, Luis Romero y el Dr. Iriarte…
Boves: (Incrédulo) ¿Y usted se va a quedar afuera?
Arvelo: (Grave) Así es, coronel.
Boves: Riendo estruendosamente) Mire que yo he visto hombres raros, pero como usted ninguno. Ah, Dr. Arvelo… Ah, Dr. Arvelo… Me ha hecho tanta gracia lo que acaba de hacer que no sólo le voy a perdonar la vida a usted y a ellos sino el lote completo… Ah, Dr. Arvelo… Ah, Dr. Arvelo… (Carcajada).
Siempre nos cuenta la Historia, el Científico Don Francisco Herrera Luque.