El año pasado, la Organización de Estados Americanos fue el escenario principal de arremetida contra Venezuela. El secretario de la ONU, Luis Almagro, en alianza con la oposición venezolana, intentó activar la Carta Democrática Interamericana alegando ruptura del orden democrático, que opera en casos como un golpe de Estado.
Ahora, el Gobierno de Venezuela es atacado frontalmente desde la Organización de Naciones Unidas: el presidente estadounidense Donald Trump ha presentado propuesta para reformar el estatuto de la ONU y así justificar una invasión en territorio venezolano y retomar sus agresiones contra Siria.
Asimismo, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Trump calificó a Venezuela de "dictadura socialista", otros calificativos utilizados por anteriores gobiernos estadounidenses anteriores: "democracia imperfecta", en la presidencia de Barack Obama; y "régimen dictatorial", empleado por George Bush para atacar al comandante Hugo Chávez.
Con estos calificativos el Gobierno y del Departamento de Estado estadounidenses busca deslegitimar un modelo inclusivo que no favorece los intereses de las trasnacionales que mantienen el Estado Liberal, el cual garantiza la hegemonía de los EE.UU, país financista de la OEA y la ONU: elige a sus representantes como el Alto Comisionado, Zeid Ra'ad Al Hussein, príncipe jordano, que fue jefe de la policía de Desierto de Jordania, cuerpo represor; y en la antigua Yugoslavia, oficial político que silenció el genocidio de Srebrénica.
La insistencia de declarar a Venezuela una dictadura responde al intento de aplicar el mismo manual para una intervención militar puesto en práctica en países como Irak, Libia, Siria y Ucrania, calificados previamente así; acto seguido, considerarlos amenazas, a la par de protestas estudiantiles, pronunciamientos de ONG´s y denuncias ante organismos internacionales por supuesta violación de derechos humanos.