Las regiones merecen atención y la capital busca un cariñito

Por las mismas declaraciones transmitidas a través de los medios de comunicación social oficiales, se que son aprobados muchos fondos para resolver los más variados problemas que hay en las regiones y eso es un asunto más que necesario pues en la provincia se ha vivido un ladre profundo que generó la apadrinada democracia representativa.

Es más, si esa democracia representativa se hubiese ocupado de las regiones, si sus autoridades hubieran invertido y no dilapidados los recursos, las montañas que rodean a Caracas estarían verdecitas y nunca llenas de ranchos como le ha tocado comprobar a las generaciones venideras y no habrían unas cuantas fortunas más cargadas de la cuenta como hoy ni tanto dinero escondido en bancos del exterior.

¡Claro, asunto innegable! Y es que con esa falta de atención que hubo en las décadas pasadas, donde el campesinado siempre fue ignorado, nadie construía viviendas, no había hospitales, seguro social, pocos tenían educación, la recreación no era conocida ni de palabra, el cine ni merodeaba y ni nociones de medio ambiente existían.

Era un primitivismo bestial que mantenían unos cuantos que manejaban nuestro país, que hasta la población indígena era devastada si hacía acto de presencia por algún lado y esa era una realidad innegable. Quienes se atrevan a negarlo son unos falsos de pie a cabeza.

Lo que se hace está bien, pero lo que no lo está es el funcionamiento de los servicios y el caos en que vivimos los demás por la desatención. Si caminamos por la acera norte de la avenida Urdaneta, pasando por Miraflores y tomando la avenida Sucre hasta la plaza de Catia, veremos el desastre en materia de huecos de todo calibre, roturas, alcantarillados que no sirven, planchas de metal. Hay material para escribir y escenas para fotografiar de magnitudes y si tomamos la Av. Principal de los locos, es decir, Manicomio, encontraremos más de lo mismo.

La cuestión es de tal magnitud que las personas prefieren asumir el riesgo de caminar por las calles y enfrentarse a los vehículos antes que ir por las estropeadas aceras. Este fin de semana caminaré más de lo acostumbrado para ir reseñando ese desastre en que se ha convertido la ciudad ante la indiferencia, la apatía de ciudadanas y ciudadanos.



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Pedro Estacio


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