La reelección de los gobernantes no ha sido bien vista por los
revolucionarios de distintas épocas, particularmente en los sectores de
izquierda. Lo contrario, mas bien, ha sido la norma; durante la Revolución
Mexicana, por ejemplo, el lema de Sufragio efectivo, no reelección" fue
pregonado por Francisco Madero.
Los venezolanos, como muchos pueblos en América Latina, hemos
sufrido la tragedia que significa la perpetuación de un mismo individuo en
el Poder, ya sea a través de reelecciones sucesivas o valiéndose de
mandaderos que actúan como mandatarios ficticios.
Si alguien estuvo claro al respecto fue Simón Bolívar en su
inspirado Discurso de Angostura, donde resumió el desiderátum de su
pensamiento político, expresado en los siguientes conceptos: "La
continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el
término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son
esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como
dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se
acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina
la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad
republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el
mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente."
Tales conceptos, expresados por alguien que podía considerarse con
derecho a detentar la Jefatura del Estado por tiempo indefinido, son
especialmente aleccionadores, sobre todo en una república cuyo basamento
político, por mandato constitucional, es la doctrina bolivariana.
Lamentablemente algunos individuos ven la paja en el ojo ajeno sin
divisar la viga que les obtura el propio. Este es el caso del Secretario
General de Gobierno en Nueva Esparta, Bower Rosas, quien, citando el
Discurso de Angostura, se lanzó en fecha reciente a predicar contra la
reelección.
Entre los vicios que impulsan a elegir repetidas veces al mismo
individuo podría señalarse el caudillismo como causa primigenia de dicha
aberración política. El caudillismo le permite a un jefe o cacique crear una
base de poder omnímodo que elimina o reduce a la impotencia a sus posibles
adversarios. A partir de entonces el caudillo se instala en el gobierno o
escoge peleles que lo ejerzan en su nombre, de manera ininterrumpida,
vitalicia y, de ser posible, hereditaria.
Entre los caudillos más primitivos de la Venezuela actual figura
uno cuya hegemonía rebasa un cuarto de siglo en el poder. Ya para 1980 había
impuesto su satrapía en el partido. Previamente había sido concejal y
diputado regional, amen de secretario general de la organización política,
donde, además, impuso familiares como parlamentarios y dirigentes insulares.
A partir de 1984 pone y quita gobernadores bajo la Presidencia de
Jaime Lusinchi. En 1986 ejerce en persona la Gobernación durante dos años y
luego mediante intermediarios. En 1990 es electo por votación y reelecto en
1993, hasta 1996. En 2004, una vez más, es elegido hasta el 2008, cuando
podrá optar a una nueva reelección.
Se trata de Morel Rodríguez Avila, actual Gobernador y capo de los
adecos insulares.
Sus allegados consideran que las reelecciones son dañinas solo
cuando ocurren fuera de Margarita.
augusther@cantv.net