Venezuela: Aquella tierra del "Nuevo Mundo"

—Apartando las leyendas terroríficas, es las que ya no creían los hombres de ciencia, el proyecto de Colón era perfectamente absurdo, como se lo ratifican más tarde los sabios de Salamanca. Para que el Descubridor lo fuese, en verdad es necesario que se encuentre con una esquizoide fantástica cono Isabel la Católica, que completa su empresa. La actitud de Fernando V hacia Colón, es la de un hombre con los pies puestos en la realidad, como lo demuestra su brillante carrera política.

A Venezuela, por su pobreza, apenas vienen unos vascos hacia 1740. Cuenta Díaz Sánchez que el desagrado de los españoles por América a fines del siglo XVIII era tal, que el Conde de Aranda ascendió a oficiales a los sargentos y libertó a los galeotes de Ceuta para cubrir las guarniciones del Nuevo Mundo. 15.000 soldados fue todo lo que vino a Venezuela en los diez años de la Guerra de Independencia. Quizás éste ha sido el máximo aporte humano recibido de España. Terminada la guerra, muy pocos sobrevivían; casi todos los expedicionarios se volvieron a España o fueron a Cuba, Puerto Rico o el Perú.

—El primer malestar de los Viajeros de Indias se hizo sentir en la travesía. Refiere el doctor Changas "que era maravilloso oír los gritos y lloros que todos hacían y con mucha razón, que la gente ya tan fatigados de tan mala vida y de pasar agua con muchos deseos suspiraban por tierra".

El 12 de octubre de 1492 se descubre un Continente y se muere una leyenda. Ni el Proceloso termina en un abismo sin fondo, ni Cipango queda tan lejos. Prueba de ello es que en el segundo viaje lo acompañan 17 bajeles y entre mil y mil quinientos hombres. Esta vez no lleva criminales, ni es necesario que Pinzón les arengue hablándoles de casas con techos de oro. Los muelles de Cádiz rebosan de voluntarios. Todos quieren embarcar. Hay hidalgos, frailes y sacerdotes. Viene también un cirujano, el doctor Changas, primer médico en América.

Cuando el 24 de septiembre partió la flota era –como dice Madariaga– "un almirante de verdad". El Descubrimiento había destruido un mito, pero entonces actualizaría realidades quizás más terribles que los mismos tritones que comían carne humana.

Las enfermedades del Viejo Mundo —la viruela, el sarampión, la escarlatina, la difteria, la influenza, la tuberculosis y el cólera— fueron particularmente mortíferas para los indios. Según dice Rosenblat, causaron más estragos que las armas europeas. En 1736, una epidemia llamada el Matlazahualt mató las dos terceras partes de la población del virreinato de México. En 1779 las viruelas mataron 9.000 personas en la capital de aquel país. Según Las Casas, en la región de Paria, para la época del descubrimiento, había una población de dos millones. La despoblación tremenda que se observa más tarde, se debe a esta enfermedad.

La "mita" era una ley bárbara, según la describe Humboldt, que consistía en trasladar al varón indio lejos de su familia a trabajar en minas o donde faltasen brazos para beneficiar la tierra. La mayoría muere, sea por hambre, nostalgia o cambio de clima. En 1678, Melchor de Liñán refiere cómo se mueren los indios que son trasladados de la sierra al llano. Con la introducción del negro, se empeoran sus condiciones al ser desalojados de los sitios de trabajo. Desposeído e impedido de ser esclavos, la situación del indio era miserable.

—Esos, Fernán Gallegos, Esteban Martín y Pedro de Limpias son generadores de la Venezuela actual. De las fogosas des cargas de hombres como Juan de la Fuente, Virgilio García y Lope de Aceros descienden nuestro pueblo. Sea a través de mujeres como Ana Pacheco, la honorable mujer de Juan de Villegas, sea por intermedio de Catalina de Miranda, la concubina de Carvajal y de García de Paredes. En aquellos años el semen de España cayó sobre las indias, las negras, las españolas, sin importar que fueran caquetías, jirajaras, negras esclavas, hidalgas o aventureras. La sangre caliente no hizo distinción al elegir sobre quién caer la responsabilidad de echar a andar un mundo.

Nombres como los de Sancho Briceño y Juan de Villegas van a incidir sobre el Libertador y sobre toda Venezuela a lo largo de las generaciones que se interponen desde aquel 1530 hasta nuestros días. "Cuando se examine el discurso que en la historia ha formado para el grito rebelde, aparecerá la prole del conquistador con voces tan sonoras como las voces de Simón Bolívar, de Cristóbal Mendoza, de Antonio Nicolás Briceño, Mariano Montilla". Como también sacará voces en los miles de Briceño anónimos, en los que han perdido desde hace tiempo el gentilicio, en los que ni siquiera sospechan que en su sangre palpita el héroe de Arévalo, La simiente de Don Sancho cayó sobre las indias cuicas, sobre las negras, como seguirá cayendo a través de los siglos por todos los ámbitos de nuestra América.

—La casi totalidad de los grandes conquistares son andaluces y extremeños. Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, y Hernando de Soto, son de la eufónica Villanueva de la Serena; Jiménez de Quesada y Hernández de Córdoba, granadinos. Pedro de Mendoza es de Guadix. Alvarado Cortés y Pizarro, extremeños. Balboa es de Jerez de los Caballeros; Alonso de Ojeda es de Sevilla, lo mismo que Rodrigo de Bastidas y la gran mayoría de los personajes de segundo orden.

Nuestra América está llena de nombres como Mérida, Trujillo, Córdoba, Nueva Andalucía, Nueva Granada, Nueva Cádiz, Santa María de la Antigua. La primera ciudad que fundó Balboa en Panamá, fue en homenaje a la Virgen Sevillana.

Andaluza es nuestra rumbosidad y ostentación. Nuestra generosidad e imprevisión. Nuestra sangre ardiente y a flor de piel. Andalucía fue la parte de España que se desgajó de su sorna para darnos vida.

Pérez Bustamante: "La lengua hispanoamericana es una prolongación de los dialectos del Sur".

El factor pobreza como causa del fenómeno parece exagerado. Andalucía es la zona más fecunda de España. Hay un hecho que merece nuestra atención: el hecho de que los Viajeros de Indias son un fenómeno de post-guerra y que Andalucía sea el último escenario de una guerra de siete siglos.

Sobre la calidad humana de los inmigrantes se ha hablado en los peores términos desde los primeros tiempos de la historia de la Europa Transplantada.

Hernán Cortés lo señalan y lo advierte en una de sus cartas al rey: "La mayoría de los que aquí pasan son de bajas maneras, fuertes y viciosos de diversos vicios y pecados. Hartos eran homicianos –escribe el Padre de las Casas refiriéndose a los conquistadores españoles–, delincuentes, condenados a muerte por graves delitos.

Mariano Picón Salas habla de la personalidad psiquiátrica de un Lope de Aguirre y de un Francisco Carvajal. Alberto Seguín y Juan Lastre diagnostican a Lope de Aguirre como un caso de Personalidad Psicopática. La ferocidad de su carácter todavía hace temblar de espanto a los pueblos que arrasó a su paso. Personalidades cueles, como la del Tirano, florecen en toda la Historia de nuestra América: Juan de Carvajal, el de El Tocuyo, es un ejemplo; Alfinger y Federmann, otro. En Panamá hay un Pedrarias. En Centro América, Alvarado. Nombres como los de Ovando, Alonso de Ojeda, Belalcázar, Mendoza y Pizarro son recordados con horror por sus fechorías y crueldades.

El Libertador, refiriéndose a los españoles, exclama: "Todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Somos un compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a América a derramarle su sangre".

El fenómeno de la sobretasa de personalidades anormales, criminales e indeseables en las poblaciones migratorias lo deja entrever Cervantes en su Celoso Extremeño, cuando, hablando de un personaje, escribe: "Y decidió pasarse a Indias, palo y cubierta de los desesperados de España, agitagarza de mujeres fáciles, ambición de muchos y remedio particular de pocos".

Todo tiene un comienzo. Para nosotros ese comienzo está en aquellos compañeros de Ampíes, Alfínger, Federmann y Bastidas. No importa que las ¾ partes de ellos hayan dejado sus huesos en los caminos del llano o en los pasos del páramo. También dejaron en el vientre de las indias de Coro, de Barquisimeto, del lago y de la montaña, la simiente de sus estructuras. Ellos seguirán viviendo eternamente entre los indios blancos que se llevaron sus madres a las selvas.

En parte por la política de los capitanes de la conquista, en parte por la actitud de los reyes y caciques indígenas que daban a sus mujeres como ofrenda de paz y de alianza a los españoles, el caso es que la mayor parte de los Viajeros de Indias escogieron o recibieron a sus mujeres legítimas y a sus concubinas de las mujeres más principales de la indiada. En uso de los derechos políticos de sus amadas, ejercieron de hecho y de derecho todo el poder que fuese necesario para suplantar al varón legítimo.

Así vemos a un Francisco Fajardo, hijo de la cacica Isabel, identificado totalmente con su padre, cuando se propone conquistar en nombre de España el Valle de Caracas. Si la india no hubiese recibido con beneplácito a los conquistadores y no hubiese ayudado a destruir a sus hermanos de raza, probablemente la conquista de América no se hubiese realizado, o se habrían indigenizado los españoles.

Hacia esa fecha, como dice Oviedo, "habían fenecido todas las expediciones militares que fueron necesarias para la total conquista y pacificación de la provinciana".

Con la llegada de las negras esclavas, nuevas vías de proyección demográfica se sumaron al español. "Los españoles prefirieron desde el primer momento a las negras que a las indias por su mayor zalamería y emotividad, originándose grandes cantidades de mulatos desde los primeros días de la Conquista". "El atractivo sexual y la lasciva de las negras era irresistible para los blancos –escribía Gage–. El atavío de esta clase es tan ligero y su modo de andar tan encantador, que muchos españoles, aún los de mejor clase, desdeñan a sus mujeres castellanas por ellas"

El conquistador, al igual que su descendiente, fue el macho omnímodo. Como un padrote de cría, emprende la tarea de poblar un nuevo mundo, con la escena en estas bellas estrofas de su Canto a España:

…y el mundo, estupefacto, verá la maravilla de una raza que tiene por pedestal tres quillas…

Como tímidos espectadores, se asoman a la escena la mujer castellana, el negro bozal y el marido burlado.

Por esto, el Viajero de Indias es el padre del hombre americano. Como dice el poeta: "El abuelo en las Evas indianas multiplicó su vida".

En 1650, los mestizos blanqueados llegan a 30.000, los mestizos comunes a 20.000, los mulatos a 10.000. La casi totalidad de la población desciende de aquellos dos centenares de hombres que encontró Pérez de Tolosa cuando llegó al Tocuyo, en 1546. De sus sesenta mil descendientes en 1650, se originará casi exclusivamente la actual población de Venezuela.

Como puede verse, el origen del hombre blanco en nuestra América y su mezcla se debe fundamentalmente a ese pequeño núcleo de los Viajeros de Indias. Por eso, tiene tanta importancia para nosotros saber quiénes eran aquellos mil hombres. En ello nos va la esencia, como el embrión, la naturaleza de los gametos que producen el huevo.

En 1570 la raíz troncular de la población venezolana está echada sobre esos mil hombres, que a lo sumo se encuentran en las entonces llamadas Caracas, Cumaná, Margarita, Barquisimeto. Mérida y Maracaibo.

En lo sucesivo los Viajeros de Indias dejarían las armas para ser los pobladores de un mundo que comenzaba a andar. De ellos desciende en mayor o menor grado la casi totalidad de la población venezolana. En ellos posiblemente esté la clave de muchos de nuestros problemas morales y sociales.

—Salvador de Madariaga aduce como pruebas de la hispanización profunda que sufrió la raíz aborigen y esclava de América, la religión y la música: "la guitarra hispánica ha hecho florecer en nuestra América formas características como la vidalita argentina, la cueca chilena, la guajira cubana, el corrido mejicano…"

—Don Francisco Herrera Luque: Siempre nos enseña la Historia.



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Manuel Taibo


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