Los venezolanos hoy estamos sintiendo el impacto directo de unos de los procesos más duros que pueda atravesar cualquier economía, la hiperinflación, pues esta generación no ha vivido una situación como esta, que apenas está comenzando.
Es así como todo esto se da en un cuadro político cuyas repercusiones ha generado un acelerado proceso de destrucción estructural o mejor dicho de las estructuras políticas e institucionales del país. Evidenciándose por el desesperado esfuerzo del gobierno por lograr una mínima expresión de legitimación de las acciones políticas y de las estructuras creadas como por ejemplo la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que durante la campaña se enmarco en una serie de promesas muy alejadas de su verdadera esencia, algo que hoy la mantiene en una encrucijada.
Así mismo se puede observar la profundización de un proceso de ruptura a lo interno del gobierno, son distintas las expresiones de éste, una de ellas es la ruptura entre el paradigma inaugurado por el presidente Chávez y el cambio que se ha expresado desde el 2013 y por otra parte quiebre de liderazgos en búsqueda de su propio espacio alejado del carácter autoritario e irracional del partido PSUV.
La ruptura también se expresa en cuanto al divorcio por parte de la sociedad con respecto a toda forma o estructura de representatividad, cuestión que va a tener un impacto en la relación compleja entre todos los factores para mantener la gobernabilidad, es así como se va a estar en presencia de una crisis que se desdibuja bajo esquemas de ruptura, qué, amenazan con dar paso a nuevos sistemas políticos, económicos, sociales y liderazgos emergentes.
En este contexto de crisis fuera de escala, que hoy coloca al sujeto venezolano en un clima de gran incertidumbre, se profundiza la complejidad de los problemas, llevándonos a lo que hoy padecemos, el acelerado proceso de pauperización de la vida.