La complejidad creciente de los problemas que complica la búsqueda de soluciones a la crisis, la cual se caracteriza por mantener al pueblo sumergido en un clima desesperanzador, en el cual la vulnerabilidad económica y social incrementa el riesgo político y empuja a una sociedad que exige soluciones al filo de la violencia, coloca a quienes asumen el liderazgo nacional en una posición que requiere de una gran capacidad para entender en toda su dimensión el momento político e histórico que vivimos.
Y es en este marco situacional, en el que, la incapacidad y el debilitamiento de la representatividad se manifiesta por la transformación de los actores, que en una especie de metabolización le dan vida a nuevas formas “anti-natura” de pactos entre cúpulas desconectadas de la realidad concreta de los ciudadanos. Pareciera entonces que todo se deshace como bien lo plantea Balandier en su libro “El Político debilitado: la incertidumbre y el desorden”, en el cual destaca que …”todo se deshace realmente, las jerarquías, el derechos y la justicia, la salvaguarda de las personas y los bienes; es el retorno del caos puesto en escena”.
La sociedad venezolana se presenta paralizada ante la ruptura que se caracteriza en la destrucción y perdida de todo referente ético y moral, reina la confusión y aflora la confrontación y la violencia en todas sus dimensiones sin liderazgo ni políticas públicas que cohesionen y fortalezcan la normatividad alterada; una sociedad que se decodifica y abre paso a que lo improbable se haga probable, donde prevalece la inseguridad pública en la cotidianidad.
El proceso de diálogo el cual debe ser para alcanzar la paz y la estabilidad, que coloque como centro los problemas de los 30 millones de venezolanos, se observa como el inicio de una etapa en la cual los actores de la polarización MUD-PSUV entran en una especie de reacomodo en base a los intereses individuales y partidistas, deslegitimándose evidenciándose la triste y profunda decadencia de los partidos y del liderazgo nacional
Circunstancias como estas aceleran el paso al proceso de involución democrática, ya que la misma puede producto de su propia defensa (así como el cuerpo humano crea sus propias defensas) pervertirse y ante esto el pueblo asume un protagonismo activo que desemboca en la emergencia de nuevos actores y liderazgo.
La amplitud democrática en Venezuela, el nacimiento de movimientos dirigidos hacia esa dirección y la emergencia de liderazgos alejados de la actual polarización y reacomodo de la elite de poder se hace cada vez más urgente, como forma renovadora, en el marco situacional del cuestionamiento general de las formas de representación, el debilitamiento de la democracia, desprestigio de los políticos y el replanteamiento de las instituciones democráticas, como expresión de la búsqueda de la paz y la estabilidad política, económica y social, en esta perspectiva Giovanni Sartori señala que, “la democracia sobrevivió a su pugna con el comunismo pero ahora tiene que sobrevivirse a sí misma, cosa que sólo podrá hacer mediante su replanteamiento permanente”.
Este proceso de renovación permanente se enmarca en un escenario signado por la turbulencia, la perturbación y la incertidumbre, de una sociedad con un alto grado de complejidad que reclama el reinventar una nueva cultura general y cívica para mejorar la calidad de vida de treinta (30) millones de venezolanos.