“ La revolución será cultural o
una caricatura de ella”
Carlos Lanz
Rodríguez.
La revolución misma en esencia es productora y reproductora de revolución; es subversiva en su andar cotidiano, no tiene espacios fijos ni limites, ni fronteras; es fabrica de exigencias mayores; negar o frenar esta característica intrínseca, sencillamente es un acto contrarrevolucionario, o cuanto menos atrasado en su interpretación y comprensión.
Esfuerzos grandes hace el Comandante Presidente desde su tribuna y algunos que otros sujetos desde las instituciones del estado; eso ayuda a veces de alguna manera, pero no es solo desde allí donde se van a producir las transformaciones revolucionarias, por lo menos ahora, eso creemos.
La revolución nace ahí en los pequeños espacios donde se construyen los lazos afectivos, con los habitantes, donde se dan las relaciones más heterogéneas; y mira que sí es un problema de políticos, de intelectuales, de estudiantes, de obreros y desempleados, es un asunto de todos y todas.
El parto revolucionario no se produce por generación espontánea; hay que preñar de condiciones los terrenos, los sujetos y su conciencia para que se convierta en deseo y en acto colectivo y deje de ser solo aspiraciones de luminarias y pase a ser una cultura de masa. De tal manera, pues, que la profundización de este proceso hacia un estadio superior que hemos denominado socialismo del siglo XXI, es una responsabilidad de sujetos en administración de gobierno, de individualidades progresistas, y en mayor grado de todo el mosaico existente de organizaciones comunitarias de base, de movimientos autónomos de creyentes y religiosos, así como agrupaciones partidistas revolucionarias. Sobre este ultimo aspecto, lo que tiene que ver con partidos políticos es otro debate y no hay interés en estas reflexiones desarrollar.
El socialismo de siglo XXI, no es una consigna, ni idea abstracta, es propósito y objetivo que identifica este proceso. ¿ pero como se hace potable para que sea reabsorbido por el pueblo? ¿cuál será el método para que el ciudadano de a pie asuma una nueva cultura política que de al traste con la lógica capitalista y comience transitar por los caminos que lo conduzcan a ejecutar las premisas socialistas?. Estas y muchas interrogantes se nos plantean como reto para desarrollar las tareas que tenemos por delante, para convertir la participación popular en un poder real, palpable y visible; un poder popular originario, que lo ejerza como practica el constituyente primario, los de abajo; lo que permitiría ir destruyendo la vieja institucionalidad, desde lo mas local, que aún se mantiene, hasta lo supranacional.
En esta etapa histórica se nos ha proporcionado una serie de instrumentos legales, que sí bien en el curso y desarrollo del proceso ameritan revisión y ajustes, también es necesario que la gente domine e internalice desde el punto de vista político e ideológico la intencionalidad concreta de su creación. Y esto no se hace solo con cursos o talleres sobre el contenido o articulado de leyes; es mucho mas compleja la cuestión, implica un desaprender de nuestra cultura político-social, para meternos en la complicada tarea de desarrollar un nueva forma de existir como ser social , socializador de un nuevo conocimiento y hacerlo practico y cotidiano en nuestra vida.
Los trabajadores del campo o de la ciudad, por ejemplo, deben saber a plenitud hacia donde se apunta con la aprobación de la ley de tierras, cooperativas, un decreto, una resolución, un programa o una misión. Esto se logra con información, con educación(sistemática y asistemática), con debate en los diferentes espacios, mezclando los saberes académicos con los experenciales, socializando las tácticas de resistencia anticolonialistas que han tenido por tantos años algunas comunidades, internalizando de manera simbiótica los intereses comunidad-nueva institucionalidad.
Toda ley social o instrumento jurídico implica en primer lugar la necesidad de legitimarse y un amplio movimiento social comprometido que la respalde y defienda, proponga los ajustes y reformas necesarias; de lo contrario de convierte en letra muerta sin querencia ni identidad.
En síntesis se logra con una practica de vida que conjugue el discurso con el quehacer diario, donde lo que se escribe, lo que se lee, estudia y lo que se dice sea un vehículo para la materialización de nuestra utopía concreta.
Hay una tarea primordial, fundamental, diríamos y hemos dicho en no muy pocas ocasiones, la profundización de este proceso pasa por el esfuerzo que hagamos en desarrollar un constante e incansable programa de formación ideológica, en todos los rincones espacios o escenarios; tarea de todos: Movimientos autónomos, intelectuales orgánicos y gobiernos con sus instituciones; creo que hay mucha gente preocupada por eso, solo que no se termina de cuajar y plan que armonice, articule y desarrolle las actividades necesarias que ello ameritan.
Se hace urgentemente necesario organizar espacios( en todos los espacios) educativos, formativos, donde se generen los debates, se sistematice y divulguen los nuevos aportes teóricos de esta revolución; a esto lo hemos llamado democracia de saber.
La escuela de formación ideológica, la caravana ideológica, encuentros, conversatorios, han hecho importantes aportes en el plano de las ideas y en alguna ocasiones bellos esfuerzos, pero los resultados son mínimos. Es menester una puja mayor. Si se pudiera avanzar con un plan único si realizamos eventos ideológicos locales y regionales, donde se recojan con mayor maduración las propuestas con miras a ser presentadas en un gran CONGRESO NACIONAL DE IDEOLOGÍA, donde se acuerde asumir la misión de ideología con pertinencia social e identidad con las posturas socialistas, es posible que obtengamos mayores y mejores resultados.