Tuve a un jefe en mis años de asalariado, que me decía: "Habemos personas que caemos mal y tenemos que asumir esa falta de simpatía". Esto parece repetirse una y otra vez con los candidatos de la oposición. Henrique Salas Romer siempre ha jugado sucio con sus partidarios. No quiere competidores; solo busca jaladores. Ni siquiera su hijo se ha salvado de esta manera de actuar y podemos observarlo, cuando sale declarando en los medios. Se parece al Mono Kini, sentado en las rodillas de papá, repitiendo como el loro lo que se le ha ordenado. El no ha calzado el nivel de ruindad que tiene el padre, por que solo obedece a los hilos que este ejecuta en las sombras. Henrique Salas Romer siempre fue un oportunista y después de viejo, las mañas se acentúan. Estuvo escondidito detrás de las acciones de la Coordinadora Democrática, apoyando los actos terroristas mientras apostaba por la caída de Hugo Chávez. El Estado Carabobo fue uno de los más afectados por el sabotaje petrolero y esto se debió a la oportuna acción de este sujeto que actuó por detrás del gobernadorcito. Salas Romer está emparentado a la oligarquía valenciana y es uno de los amigos cercanos al clan Ferrari. Pues bien, ha marcado distancia de sus secuaces de la Coordinadora Democrática, luego de haber exprimido todas sus posibilidades. Caldera, hoy sentado esperando a que se termine de cumplir la predicción del astrólogo aquel, estará recordando con encono las maniobras de su discípulo. No es la primera vez que traiciona a su gente. Se veía venir. Blanqueó sus amarillentos dientes, dejó a un lado su peor defecto: la soberbia, tomo unos recursos de "Operación Alegría" y se lanzó a una campaña electoral precoz por los medios televisivos. Sin embargo, comete el mismo pecado que ha venido carcomiendo a la coordinadora. Apuesta por un maratón largo, muy largo, en el que se desgastan las energías. No es que falten los recursos para este maratón. La gobernación del Estado Carabobo ha sido la caja negra de este poder familiar y cuenta con el apoyo de varios empresarios locales; amén de la plutocracia venezolana. Pero, su figura feneció en el 98 cuando despreció a las clases populares en su región. Logró engañar a más de uno durante la moda descentralizadora, colocando gramita en los parques de Valencia. No obstante, pudo más la corrupción y el creciente desmadre de las barriadas que le llevaron a ser un ejemplo maquillado de los Celli. Todo esto juega en su contra. Es un hombre que cae mal y él lo sabe. Su soberbia, solo comparada a la de su maestro, será su talón de Aquiles y culminará esta larga, muy larga carrera, lloriqueando como Caldera encima de algún Tepuy de la sabana con una camisa a cuadros.
El pueblo no perdona a los traidores. Menos, cuando cometen un acto de traición en contra de los suyos. Sería este su primer problema a resolver. Pero, hay un problema más grave. ¿Imaginan a un Salas Romer en el barrio La Bombilla en Petare, haciendo campaña electoral? ¿No, verdad? Chávez está allí y se mueve en ese terreno con facilidad. Chávez es pueblo; se llena de sudor y discute los problemas con esos que Salas Romer no puede ver. Entonces ¿Qué va a hacer Salas Romer para resolver su natural desprecio por las clases marginadas? Nada. Simplemente nada. Allí no tiene nada que hacer.
Su deslinde de la Coordinadora Democrática, es un acto de torpeza y de chantaje que elimina definitivamente las opciones golpistas. Torpeza, por que le da inicio a la atomización de este pequeño grupo lleno de insensatos. Chantaje, por que trata de obligar a quienes quieren también ser candidatos, a tomar su fórmula electoral.
Sr. Salas. Gracias por acelerar la muerte de la oposición. Que en paz descansen.
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