He intentado indagar, mentalmente, qué cosa ocurre en la oposición que los hace perder una y otra vez todo lo que se proponen, que los convierte en perdedores, que los hace ser los malos de la películas y no queda más remedio que comprender, que entender, que pareciera ser que poseen una incapacidad genética que les conduce a creer en eso de que el dinero lo puede todo.
¿Será mala suerte? ¿Será que sobre ellos pende una nube negra que oscurece sus pensamientos y no les deja germinar una idea decente?
En realidad no he podido atinar en cuanto a detectar qué elementos contaminantes se cuelan por entre sus pensamientos y les tuerce las ideas que puedan tener. Escribo que les tuerce las ideas porque, dando crédito a la naturaleza del ser humano me inclino por pensar que las mujeres y hombres son buenos por naturaleza y las manchas que pueden aparecer en sus mentes, en sus pensamientos, espíritus y posteriores conductas en la sociedad, no son congénitas sino que les han sido sembradas, algo así como que si les colocaran un chip o les enviaran un código vía televisión con un mensaje encriptado.
Con certeza se pudiera decir que, desde 1999 en adelante, no han andado en buenos pasos y es posible que, por aquellos tiempos en los que comenzaron a verse en los opositores ciertas expresiones, como aquella de que "les freirían las cabezas en aceite a los adecos", ya se mostraban algunos síntomas de cierta intoxicación mental que olía muy mal.
Lo otro que se me ocurre -a veces eso pasa- es que si ha existido un mensaje encriptado y dirigido exclusivamente a la gente de la oposición, a lo mejor dicho mensaje tiene sus defectos. En ocasiones me inclino a pensar en esa posibilidad, porque en estos día en que hubo uno de los tantos tiroteos parroquiales que a veces suceden, como en cualquier ciudad, alguien saltó y gritó:
¡Llegó la invasión! ¡ Ya va a caer Maduro!
Todo eso me hace pensar en que el presunto mensaje encriptado como que estaba bastante deteriorado antes de instalarlo y enviarlo y por eso es que los integrantes de la oposición venezolana se han convertido en unos viejos perdedores. Y es que no hay otra explicación al respecto, porque nadie puede sentirse feliz al destruir lo que en esencia le pertenece.
En ese mensaje le han hecho creer a los opositores que las estaciones del Metro de Caracas, el Metrobus, la sede de la Magistratura en Chacao y otros bienes de carácter público, de la nación y por ende de los venezolanos, eran propiedad de Nicolás Maduro y entonces se han centrado en que los daños al patrimonio de toda la ciudadanía había que adjudicárselo al presidente y por ahí se les empasteló tanto el asunto que desde el secretario general de la OEA, los funcionarios en Washington y hasta Rajoy y la Unión Europea se han descalabrado con el asunto del mensaje encriptado y han pasado también a engrosar la lista de los viejos perdedores porque, ciertamente, no pegan una ni con cola.