Por la emoción y la nostalgia que en ellos despierta el recuerdo podremos juzgar el entusiasmo de los miles de personas que oían con delectación, día tras día, aquellas entregas azules y que el tiempo va tornando amarillas en armarios y estantes. Una época como ésta de transiciones tan radicales, en que vacilaba y se deshacía cuando dos siglos habían rodeado de barreras que se pensaron inconmovibles: moral, dinero, territorio y jerarquía, no podía por menos de infundirle un temprano sentimiento de la relatividad de todos los valores. Un torbellino era Venezuela que le rodeaba, y si en medio de esta vorágine su mirada vacilante buscaba un poco de armonía en la dispersión, un asidero, un símbolo, una estrella para orientarse sobre el oleaje tempestuoso, era siempre Uno y el Mismo; la causa activa donde se engendraba, incesantes, las convulsiones y oscilaciones...
Las cosas son lo que valen; las pasiones, lo que representan materialmente su sacrificio; los hombres, lo que sus ingresos, lo que sus ingresos les permiten ser. Los números son el barómetro de una serie de estados atmosféricos de conciencia. Más éstas no pintan sólo la acumulación y la ruina de las grandes fortunas, las especulaciones gigantescas de la Bolsa, esas grandes batallas en que se tantas energías; por ellas no desfilan solamente los veinte tipos de avaros, despechados, pródigos y ambiciosos, los hombres que sólo aman el dinero por el dinero y los que lo adoran como un símbolo, o los que sólo lo buscan como medio para otros fines. Pues el dinero es el alimento de todas las vidas, el oxígeno de todos los pulmones. Nadie puede prescindir de él: el ambicioso, para sus planes; el amante, para su dicha, en los éxtasis de su trabajo, que acabó por apastarle bajo su peso.
Esta lucha homicida y suicida de energías es la que encanta al Comandante. Su pasión es pintar las energías tensas hacia un fin, como expresión de una consciente voluntad vital. Más no en sus efectos, sino en sí mismas, por propia voluntad. Nada le importa que esa voluntad, con que sea intensa. La voluntad, la intensidad, son todo, ellas hacen al hombre; la fama, el éxito, no son nada, pues es el acaso quien los da y los quita. Medir los efectos, ponderar los hechos es incumbencia del pueblo; dejar en libertad las intensidades. La fuerza sólo es trágica cuando fracasa.
Genio es aquel que, en todo instante, sabe plasmar en hechos sus pensamientos. Pero los genios grandes y verdaderos no desarrollan continuamente esta actividad; de otro modo. Si el Comandante Chávez hubiera podido realizar, completos, sus planes, cerrar el círculo grandioso de los sucesos y las pasiones, su obra habría cobrado las proporciones de lo inverosímil. Hubiera sido, por lo inasequible para el simple mortal, un monstruo, una voz de espanto, mientras que así es aguijón magnifico, grandeza ejemplar para cualquier voluntad creadora sedienta de lo inalcanzable.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!