Lo que tuvimos fue justamente lo contrario de lo que soñábamos

Tanta era la fortuna que se estaba amasando en Venezuela este periodo que algunos de los "reformadores" no pudieron resistirse a participar de la acción. En realidad, la situación en Venezuela ponía en evidencia, más que en ningún otro lugar hasta ese momento, el mito del tecnócrata, el "cerebro" economista partidario del libre mercado que, supuestamente, impone modelos de manual por pura convicción teórica. Como ya había sucedido en Argentina y en Chile, donde la corrupción galopando y la terapia económica se fueron de la mano, varios ministros y viceministros del Gobierno afiliados a la corriente de la Escuela Gringolandia acabaron en sonadísimos escándalos de corrupción al más alto nivel.

Nunca tanto el pueblo han perdido tanto en poco tiempo sin que existiera una hambruna, una plaga o una batalla de grandes proporciones. Desde el inicio de la "transición", más del 80% de las explotaciones agrícolas habían quebrado, y, aproximadamente, unas 70% fabricas habían sido clausuradas, dejando como rastro una auténtica epidemia de desempleo. En Venezuela bajo el umbral de pobreza (es decir, con salario mensual 3,35 dólares) 8 millones de personas. Eso significa que de lo que verdaderamente pueden vanagloriarse las "reformas económicas" venezolanas es del empobrecimiento absoluto de 4 millones de familias en sólo tres años viven en una situación de pobreza calificada de "desesperada".

Esta miseria "planificada" resulta aún más grotesca si pensamos que la riqueza acumulada por la élite es exhibida en Venezuela como en ningún otro lugar de nuestra América. En Venezuela actual, la riqueza está tan estratificada que los ricos y los pobres parecen vivir no sólo en países distintos, sino también en siglos diferentes. Una de esas "zonas horarias" es el centro de Miami, transformada a pasos acelerados en una ciudad del pecado del siglo XXI, donde los oligarcas se desplazan a toda prisa de un lado a otro en camionetotas de varias marcas.

La corrupción ha sido un elemento tan habitual de estas fronteras contemporáneas como fue durante las fiebres del oro coloniales. Como los acuerdos de privatización más significativos se firman siempre en medio del tumulto generado por una crisis económica o política, no impera casi nunca en esos momentos un marco legislativo claro ni unas autoridades reguladoras efectivas: el ambiente es caótico y los precios son tan flexibles como los dirigentes políticos. Lo que hemos estado viviendo duramente tres años ha sido un capitalismo de fronteras, una frontera que ha ido cambiando constantemente de ubicación, de crisis en crisis, trasladándose tan pronto como la ley se ha sido poniendo al día de la situación en cada nuevo lugar.

—El pillaje al que ha sido sometido todo un país con tanta riqueza como la de Venezuela atesora, ha requerido de actos extremos de terror en el país. Las políticas que engendran pobreza y delincuencia, sólo pueden sobrevivir con el estado de sitio. Éstos son los detalles que llamamos sádicos, satánicos, porque aquí el realismo meticuloso es ya algo más que un recurso técnico: es una venganza metafísica, la explosión de una misteriosa voluptuosidad, de un desengaño irónico avasallador en Venezuela.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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